Es enorme. Es tremendamente fuerte. Es invencible en las peleas. Es moralmente intachable. Es imperturbable. Es imposible de engañar. Es el mejor detective del mundo.
No, no es Batman, aunque mucho no le falta (una capa, un mayordomo, unos miles de millones y a lo mejor...). Es Jack Reacher, expolicía militar o policía militar en actividad (dependiendo de la época en que transcurra cada novela, incluso hay historias de antes de que entrara en el Ejército) y cualquier descripción del personaje que se intente no le va a hacer justicia. Las líneas precedentes, por ejemplo, invitan a descartarlo como un producto berreta de la televisión de los 80. Sin embargo, desde 1997 las novelas y cuentos que lo tienen como protagonista están entre las mejores (y más vendidas) de ese género-paraguas llamado thriller, que engloba a un sinfín de libros ordenados en sagas y protagonizados por abogados, espías, detectives, policías, periodistas, doctores, buscavidas o delincuentes de poca monta.
Desde que la novela “policial” dejó de tener como obligación incluir policías o detectives en la trama, el género no dejó de ampliarse, sumar autores y, en particular, personajes. El éxito entre los lectores se puede medir por lo memorable del personaje que el autor presenta, y la genealogía es larga y frondosa y se remonta a ancestros venerables como Holmes, Poirot, Marlowe y un centenar más, incluyendo demasiados escandinavos estoicos.
Uno de los más recientes (bueno, no tanto) agregados a la lista es Reacher, que ya lleva 27 novelas y varios cuentos con sus andanzas. Su creador es Lee Child, nacido como James Dover Grantee en Coventry, Inglaterra, en 1954. Grant trabajó como productor en Granada Television hasta 1995, cuando una reestructura lo dejó afuera, y decidió que quería ser novelista, por qué no. Una historia no muy distinta a la de JK Rowling. Eligió su seudónimo para, ya que su idea era dedicarse al “policial”, lograr que sus libros quedaran en las estanterías de las librerías entre los de Chandler y los de Agatha Christie. Y lo logró, aunque a esta altura, sacando una novela por año, ya debe tener su propio estante.
El esquema de cada libro de Reacher, como la descripción del personaje, no le hace justicia. Básicamente ocurre algo jodido, Reacher justo pasa por las cercanías (o, en las novelas ambientadas en su época en el Ejército, lo llaman) y se hace cargo, en general violentamente. El asunto es que, así de básicas como suenan, están magistralmente contadas y estructuradas. Algunas son mejores que otras, pero en conjunto son magníficas. Literatura de evasión, sin duda, pero literatura, y del mejor nivel.
En la última novela de la serie traducida al español, Escuela nocturna (Blatt & Ríos, Buenos Aires, 2022, traducción de Aldo Giacometti), una de las que transcurren en su época militar y que está narrada en tercera persona (algunas están contadas por Reacher en primera), tenemos un asunto de espionaje. En 1996 Reacher viene de cumplir una misión en Bosnia, muy violenta y muy justiciera, y de inmediato es reclutado por el gobierno para otro asunto complicado: en Alemania, que todavía trata de reformularse tras la unificación, alguien cuya identidad se desconoce está vendiéndole algo a un grupo terrorista de Oriente Medio, sospechosamente parecido a Al Qaeda. La trama empieza con datos mínimos (el monto que pide el vendedor y su nacionalidad), y mientras se desenrolla la madeja y la situación se complica a medida que se aclara (al principio Reacher, que siempre la ve nítida, advierte a sus compañeros de aventura que van a encontrar todo tipo de gente en el camino, y es tal cual) y los datos van apareciendo, queda claro que el principal misterio no es el vendedor ni los compradores ni nada de eso, sino qué es lo que se está vendiendo. Detalles como esos son los que vuelven magistrales las tramas de Child y explican su éxito.
Si se toma en cuenta que esta es la novela 21 de la serie (originalmente publicada en 2016), hay que sacarse el sombrero ante el oficio de Child. No se cansa, no se repite, no la hace fácil. Es thriller en su mejor nivel, y también es literatura sin excusas. Aplica trucos narrativos a destajo (cuando describe las acciones de Reacher, incluso las banales, utiliza frases ultracortas encadenadas, por momentos parece que se está leyendo a James Ellroy), pero siempre con mano firme y cabeza despejada. No hay fórmulas, no hay atajos, no hay indulgencias. Cada novela es tan sólida y apasionante como las anteriores. Cada una puede leerse independientemente, sin importar el orden en que se publicaron, que tampoco es el orden en que transcurre la vida de Reacher. Así de sólida es la obra de Lee Child, ese milagro que si se juzgara por un resumen a vuelo de pájaro habría que descartar, pero que si se obvian los prejuicios y se le da una oportunidad, no se abandona nunca.
Escuela nocturna. De Lee Child. Buenos Aires, Blatt & Ríos, 2022, 418 páginas. Traducido por Aldo Giacometti.
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