El 15 de octubre se cumplen 100 años del nacimiento de uno de los autores más importantes del siglo XX, que como pocos asedió en sus escritos el concepto de realidad y que hizo del acto de la lectura un particular apostolado. Novelista, cuentista, ensayista, articulista, antologista, prologuista y finísimo lector entre líneas –fue uno de los promotores del reconocimiento internacional de Cortázar, y, vía este, de Felisberto Hernández–, Italo Calvino dejó una obra que se sigue expandiendo en procura de nuevos destinatarios.
Para celebrar la centuria del autor de libros tan poderosos como El vizconde demediado (1952), Las ciudades invisibles (1972) y Si una noche de invierno un viajero (1979), presentamos este breve glosario que, al margen de su carácter lexical, está regido por el principio máximo de arbitrariedad, auténtica fuerza centrípeta de la condición lectora.
» Agronomía
Hijo de un ingeniero agrónomo especializado en botánica tropical, el primer destino académico de Italo Calvino fue el de su padre. En 1941, a los 17 años, se matriculó en la Facultad de Agronomía de Turín, donde Mario Calvino ejercía como docente. La desconexión del futuro escritor con la carrera quedó patente desde el inicio de la actividad curricular, tal como refleja este pasaje de una carta a su amigo Eugenio Scalfari, fechada el 21 de noviembre de 1941: “Y en la universidad tengo que oír hablar de botánica cristalografía clorofila matemáticas zoología logaritmos fotosíntesis celular. Lo que menos entiendo, sin embargo, es por qué me he metido a estudiar agronomía”.
Soterradamente al principio y a plenitud luego, las jornadas del joven estudiante universitario se vieron intervenidas por la literatura: leía con especial atención a Joseph Conrad, intentaba escribir obras de teatro y desde la propia facultad le remitió su primer libro de cuentos a la editorial Einaudi, que a vuelta de correo lo rechazó. Por fortuna y para regocijo de los innúmeros lectores del futuro, Calvino persistió en la literatura y no se convirtió en otro ingeniero agrónomo.
» Brevedad
En la segunda conferencia de Seis propuestas para el próximo milenio (1985), el volumen que reúne los textos en los que se encontraba trabajando en setiembre de 1985 para leer en la Universidad de Harvard, actividad que se vio interrumpida por su sorpresiva muerte, Calvino reflexiona sobre la idea de brevedad aplicada a la literatura. Lo breve no debe ser entendido en él como una aspiración a la liviandad, al mero juego formal, sino como un cruce entre los axiomas de la “literatura potencial” desarrollada por el OuLiPo (acrónimo de Ouvroir de Littérature Potentielle, el Taller de Literatura Potencial fundado en París, en 1960, por el escritor Raymond Queneau y el matemático François Le Lionnais, y del que Calvino formó parte) y Jorge Luis Borges, un autor que nunca escribió textos de más de diez páginas.
En tamaña conjunción, Calvino cifró las formas de lectura en las que desembocamos en la era virtual: “Sueño con inmensas cosmogonías, sagas y epopeyas encerradas en las dimensiones de un epigrama. En los tiempos cada vez más congestionados que nos aguardan, la necesidad de literatura deberá apuntar a la máxima concentración de la poesía y el pensamiento”.
» Cuba
Italo Calvino nació el 15 de octubre de 1923 en Santiago de las Vegas, ciudad perteneciente al Municipio de Boyeros, en la provincia de La Habana, Cuba. Tan exótico lugar de nacimiento para un escritor tan europeo se justifica por una razón muy concreta: Mario Calvino dirigió hasta 1925 una estación experimental agrónoma cerca de La Habana. En una carta de 1967 al profesor inglés John R Woodhouse, que se encontraba realizando un estudio sobre su obra y que le había escrito solicitándole algunos datos biográficos, Calvino precisó: “Me marché demasiado pronto de Cuba como para que ese paisaje haya dejado huellas en mis recuerdos infantiles, por lo tanto, desde el punto de vista poético, el haber nacido allí importa bien poco. En definitiva, Cuba es un dato de la biografía de mis padres, no de la mía”. En la misma carta desliza otro dato clave sobre su pertenencia geográfica: “Pasé en San Remo la infancia, la adolescencia y la juventud hasta la edad de veinticuatro años. Mi padre era de San Remo y toda su familia, hasta donde las generaciones se recuerdan, eran agricultores y pequeños propietarios de San Remo”.
En enero de 1964 Calvino visitó Cuba y tuvo oportunidad de recorrer la estación experimental creada por su padre. Allí fue acogido por los antiguos empleados de don Mario, que lo llevaron a recorrer el lugar y lo interiorizaron sobre la flora local. “Esta tarde he estado en Santiago de las Vegas. Ha sido precioso y conmovedor”, le escribió a su madre Eva Mameli Calvino desde La Habana.
» Estados Unidos
En el libro Un optimista en América, el diario de viaje que Calvino llevó durante su periplo por Estados Unidos entre noviembre de 1959 y mayo de 1960, publicado de forma póstuma y bastante tardía en 2014, el escritor disecciona con quirúrgica precisión el american way of life. Con la misma irreverencia que realizaron antes otros viajeros extranjeros por la nación del norte, tales como el británico GK Chesterton en Lo que vi en América y los periodistas ucranianos Iliá Ilf y Yevgueni Petrov en La América de una planta, el ojo de Calvino registra el desconcierto y la extrañeza que el turista no suele ver.
Así, durante su paso por Detroit anota que “en la autopista los carteles publicitarios son escasísimos, y en las estaciones de servicio veo con poquísima frecuencia las famosas marcas de gasolina que en Italia se asocian con Estados Unidos (ello se debe a que las grandes compañías adquieren marcas locales en cada estado)”. Y luego, al visitar el ranch más grande de California, observa: “He visto a los cowboys cabalgar por los estrechos corredores entre los corrales inmensos donde encierran las vacas. Allí rumian, aburridas, la pastura industrial que, en el momento oportuno, les llega por medio de conductos, después de que la muelan en molinos eléctricos. Nunca en su vida verán una pradera real, ni las vacas ni los cowboys”.
» Fábula
El interés de Calvino por las fábulas, los folktales, que estudió, diseccionó, tradujo y repertorió en varios volúmenes, nunca se basó en la estricta fidelidad a una tradición étnica, ni en una nostalgia personal de las lecturas infantiles, sino en su estructura, economía, ritmo y por la lógica esencial con que son contadas, algo que trasciende las fronteras entre países y entre generaciones. “La primera característica del folktale es la economía expresiva; las más extraordinarias peripecias se relatan teniendo en cuenta sólo lo esencial; hay siempre una batalla contra el tiempo, contra los obstáculos que impiden o retrasan el cumplimiento de un deseo o la recuperación de un bien perdido”, se lee en la introducción de De fábula (1988).
» Imaginación
Pocos autores como Calvino han narrado con tanta precisión el momento en el que la imaginación se hizo fuerte en su existencia, como un poderosísimo elemento que se expandiría con el paso del tiempo. En Seis propuestas... refiere el sistema de circulación de los cómics norteamericanos en la prensa italiana de la década del 20 del pasado siglo. La revista semanal Corriere dei Piccoli publicaba en sus páginas historietas de autores italianos junto con las series más famosas del momento en Estados Unidos (Happy Hooligan, Felix the Cat, Maggie and Jiggs, etcétera), pero prescindía de los balloons, los proverbiales globitos para los diálogos, cambiándolos por dos o cuatro versos rimados al pie de cada imagen.
El niño Calvino, cuando aún no había aprendido a leer, supo apropiarse de aquel sistema de difusión de múltiples historias: “Me pasaba las horas recorriendo las imágenes de cada serie de un número a otro, me contaba mentalmente las historias interpretando las escenas de diversas maneras, fabricaba variantes, fundía cada episodio en una historia más vasta, descubría, aislaba y relacionaba ciertas constantes en cada serie, contaminaba una serie con otra, imaginaba nuevas series en las que los personajes secundarios se convertían en protagonistas”.
» Lector
Durante 36 años, desde 1947 –el mismo año en que fue publicada su primera novela, El sendero de los nidos de araña– hasta 1983, Italo Calvino estuvo vinculado laboralmente a la editorial Einaudi. En los archivos de la casa editora en Roma se conservan 5.000 cartas firmadas por el autor, 308 de las cuales componen el volumen póstumo Los libros de los otros, un más que potente muestrario del sistema de relación del autor con sus pares (Cesare Pavese, Elio Vittorini, Natalia Ginzburg, etcétera), así como de su implacable condición de “lector”.
A modo de prueba de lo anterior, transcribo acá un párrafo de la carta que le enviara al escritor Raúl Lunardi como “devolución” de un cuento: “Me parece que te has dejado arrastrar a terrenos de los que el escritor avisado debe desconfiar siempre: no se habla de una familia inglesa cuando de la vida inglesa uno no sabe nada. No quiero ahora detenerme en el hecho de que escribes siempre Glascow en vez de Glasgow, que escribes siempre Palma Moor cuando es raro que en inglés se designe a una mujer por su nombre y apellido, que escribes Sir Aster cuando el apelativo Sir requiere siempre el nombre de pila, pero toda la manera en que describes la vida de esos personajes huele a falso a un kilómetro de distancia”.
» Marco
El 2 de setiembre de 1985, pocos días antes de su muerte, mientras trabajaba en el orden que tendría su libro dedicado a los cinco sentidos, un proyecto iniciado en 1972 y que terminó publicándose incompleto, de forma póstuma, como Bajo el sol jaguar (con el cuento homónimo dedicado al gusto, “El nombre, la nariz” sobre el olfato, y “Un rey a la escucha” acerca del oído), Calvino escribió en una nota: “Hay una noción fundamental, tanto en arte como en literatura, que es la del marco. Marco es aquello que señala el límite entre el cuadro y lo que está fuera de él: permite al cuadro existir, aislándolo del resto, pero recordando a la vez –y en todo caso representando– todo aquello que del cuadro permanece fuera. Podría arriesgar una definición: decimos que es poética una producción en la que cualquier experiencia singular adquiere evidencia destacándose de la continuidad del todo pero conservando como un reflejo de aquella vastedad ilimitada”.
» Partido
Sólo quien lea superficialmente la obra de Italo Calvino puede señalar el carácter apolítico del conjunto, pues la definición política, entendida esta como un posicionamiento cotidiano, permea tanto sus títulos de ficción como su vasta obra ensayística. La afiliación de Calvino al Partido Comunista italiano duró 13 años, desde 1944 hasta 1957, cuando presentó su renuncia indeclinable debido a los desmanes soviéticos en Hungría.
En su famosa carta de renuncia –dirigida a la secretaría de la célula “G Pintor” y de la Segunda Sección “A Gramsci”, de Turín, a la secretaría de la federación turinesa, a la secretaría del Partido Comunista italiano y a la dirección de L’Unità (diario históricamente ligado al partido), fechada el 1° de agosto de 1957– se evidencia el desencanto ante lo que pudo haber sido: “Junto con otros muchos compañeros, tenía esperanza en que el Partido Comunista italiano se situara a la cabeza de la renovación internacional del comunismo, condenando métodos de poder que se han revelado fallidos e impopulares, fomentado todo tipo de iniciativas procedentes de la base, poniendo los cimientos para una nueva unidad de los trabajadores, de modo que en ese fervor creativo recuperara su vigor revolucionario y adquiriera una nueva forma de influencia en las bases. Me he alineado entre quienes sostenían que únicamente un impulso moral impetuoso y unívoco podía hacer realmente de 1956 el año de la ‘renovación y reforzamiento’ del Partido, en un momento en que desde las más variadas partes del mundo comunista nos llegaban exhortaciones al valor y la claridad. Por el contrario, la línea seguida por el PCI en la preparación y seguidamente en el VIII Congreso, atenuando los propósitos renovadores en un sustancial conservadurismo, poniendo énfasis en la lucha contra los llamados ‘revisionistas’, en vez de contra los dogmáticos, me dio absolutamente la impresión (sobre todo por parte de nuestros dirigentes más jóvenes, y en quienes depositábamos más esperanzas) de la renuncia a una gran ocasión histórica”.
» Traducción
Como atento lector de centenares de libros que nutrieron reseñas, ensayos, artículos y ponencias, así como de innúmeros manuscritos durante las décadas en que colaboró con la editorial Einaudi, el asunto de la traducción, de la traslación de un texto de una lengua a otra, ocupó muchas horas de reflexión en Italo Calvino.
En 1963, en una carta al director de la revista Paragone letteratura, en cuyas páginas había aparecido una crítica sobre la traducción de Passaggio in India, de Edward M Forster, apuntó: “El análisis crítico de una traducción debe hacerse con un método que ofrezca un amplio abanico de muestras que puedan servir de piedras de toque decisivas. Es un ejercicio que, de pasada, quisiéramos recomendar no sólo a los críticos sino a todos los buenos lectores: como es sabido, sólo se lee de verdad a un autor cuando se lo traduce, o cuando se coteja el texto con una traducción o se comparan versiones en distintas lenguas. (Otro excelente método de valoración: un cotejo triple: texto, versión italiana y una versión en otro idioma.)”.
» Voz
Entre los diversos temas sobre los que Calvino reflexionó al momento de abordar la escritura de ficción, se encuentra el establecimiento y delimitación de una voz, que no es la del escritor de carne y hueso sino la del autor que escribe determinado libro, una novela, pongamos por caso. Así, mientras leemos una obra de ficción, el escalpelo del análisis nos permite avanzar, más allá de las peripecias, de la trama en sí, en las diversas capas de subjetividad y los distintos yoes que conforman esa entelequia conocida como autor. Esa voz del autor supone la elección de una actitud psicológica determinada, una suerte de máscara que vuelve al autor en actor.
En un informe presentado en la Convención Internacional “Niveles de la realidad”, en 1979 en Florencia, Calvino desmenuza este asunto central en su percepción del fenómeno narrativo a través de un preciso ejemplo: “Comparado con el yo del individuo como sujeto empírico, ese personaje-autor tiene algo menos y algo más que el primero. Algo menos porque, por ejemplo, el Gustave Flaubert autor de Madame Bovary excluye el lenguaje y las vivencias del Gustave Flaubert de Tentation o Salambó, y cumple una rigurosa reducción de su mundo interior en favor de esa suma de datos que constituye el mundo de Madame Bovary. Y algo más, porque el Gustave Flaubert que existe únicamente con relación al manuscrito de Madame Bovary participa en una existencia mucho más compacta y definida que el Gustave Flaubert que, mientras escribe Madame Bovary, sabe que ha sido el autor de Tentation y que va a ser el autor de Salambó; sabe que está oscilando continuamente entre un mundo y otro, y sabe que en última instancia todos esos universos se unifican y se disuelven en su mente”.
Citas
Las citas que aparecen a lo largo del glosario provienen de las siguientes ediciones: Bajo el sol jaguar (Siruela, 2010; traducción de Aurora Bernárdez), Un optimista en América (Siruela, 2021; traducción de Dulce María Zúñiga), Punto y aparte. Ensayos sobre literatura y sociedad (Siruela, 2013; traducción de Gabriela Sánchez Ferlosio), Los libros de los otros. Correspondencia (1947-1981) (Tusquets, 1994; traducción de Aurora Bernárdez), Seis propuestas para el próximo milenio (Siruela, 1989; traducción de Aurora Bernárdez), Mundo escrito y mundo no escrito (Siruela, 2006; traducción de Ángel Sánchez-Gijón), De fábula (Siruela, 1998; traducción de César Palma y Carlos Gardini) y Correspondencia (1940-1985) (Siruela, 2010; traducción de Carlos Gumpert).