Es verano, hace calor, la ropa se pega al cuerpo. Si tenés la suerte de estar de vacaciones -de tener algo como vacaciones-, es posible que parte de tu rutina implique agua, sea playa, piscina o manguerazo. Si sos varón te vas a poner una malla o un short, una bermuda, una remera, la ropa que se te haga más cómoda y liviana. Si sos mujer vas a sumar una serie de dudas y una pregunta que se repite: ¿se ve mucho? Es una escena tan indisociable de la realidad femenina como la idea de exposición a determinado riesgo. El punto de quiebre es la adolescencia, o algún punto intermedio entre la infancia y la adolescencia: la percepción de que hay algo que podrías estar haciendo para provocar el deseo masculino, ese animal que responde a una lógica ajena y no se puede conocer. Que es instintivo, pulsional, que es así y ya. Y que te puede poner en peligro. Un delirio apenas se pone en palabras.

La revisión ensayística de ese período que hace Melissa Febos en su último libro, Nena (publicado en inglés originalmente en 2021 y luego editado en español por Chai Editora en 2022), es pavorosa: el pasaje mental, la adquisición de estrategias y nociones acerca del riesgo. Es pavorosa para nosotros, hombres, y probablemente una herramienta de experiencia colectiva y comunitaria para las mujeres: porque Febos pone su voz, su propia experiencia, pero también una recolección puntillosa de experiencias ajenas. Su apertura a otras voces no es una búsqueda de reafirmación, porque ya sabe que la validez de su vivencia está dada por el universo sensible, empírico y concreto del miedo y de la rabia, pero sí es una invitación a dejar de sentirse sola. De sentirse solas, en una experiencia que, sobre todo, va dejando su huella.

Febos repasa en poco más de 300 páginas algo que emerge con crudeza tiempo después: la obligación implícita que sujeta a las mujeres ante la inminencia de un riesgo. Habla de “consentimientos vacíos”, y tienen que ver con aquellos silencios ominosos, o con las concesiones dadas sin un involucramiento real; habla incluso de la desconexión emocional con el cuerpo para entregarlo como prenda a un hombre a cambio de un bien mayor: salir con vida, o con la negación de una violencia que igual ha existido.

Nena es un repaso ensayístico de su experiencia en el mundo; también de aquello que aprendió como dominatriz profesional, también de su año célibe (aunque eso, verán, es parte de un ensayo que quizás tenga su propio futuro), y es la puesta en palabras de algo que se vive de a una pero que puede significar una realidad colectiva. Por mail, desde Montevideo hasta Iowa, donde enseña no ficción en la universidad, viajan dudas y vuelven algunas certezas. Autora de cuatro libros, ganadora de la beca Guggenheim en 2022, Febos encarna su experiencia y se pregunta cómo hacer de ella algo valioso para sí y para los lectores.

¿Fuiste consciente, al escribir, de que Nena excedía tu biografía y se volvería un texto a la vez universal?

Tantas de las experiencias que escribí en ese libro se sentían aisladas, solitarias, aterradoramente únicas para mí -así se siente la vergüenza a menudo-, pero las había compartido lo suficiente en conversaciones íntimas como para saber que eso era una ilusión. De hecho, la naturaleza aislada de la vergüenza me alejó, siendo niña, de entender que en realidad estaba lejos de estar sola; mi experiencia era compartida por millones de otras niñas, cada una sintiendo y temiendo que ellas fueran las únicas a su vez. Con este libro quise alcanzar a más mujeres de las que podría haber alcanzado sólo con la conversación. Quise que ellas supieran que todas estamos ahí en la misma.

¿Qué te atrae de la no ficción y qué límites hay entre experiencia personal y obra literaria?

Al principio me resistí a la no ficción, especialmente a la no ficción personal o autobiográfica. Cuando empecé mi carrera planeaba ser novelista, pero después escribí mi primer ensayo corto sobre mi experiencia y fue una revelación. Liberé algo que había estado atrapado dentro de mí, y cuando hice eso, me sentí liberada también. No fue más fácil que escribir ficción, y de hecho usé todas las mismas herramientas artesanales del arte, pero también requirió un trabajo emocional y psicológico riguroso, supuso un nivel de honestidad que la ficción no requiere. Siendo honesta, en mi abordaje de la no ficción hago efectiva una honestidad más profunda sobre mí misma, en mi vida, y ha transformado mis relaciones en las partes más duras de la vida. Intenté volver a la ficción, pero hay mucho por ganar en la no ficción para mí; no puedo quedarme fuera.

Hace poco un autor me decía que la literatura no es catarsis, y sin embargo... ¿Sentiste alivio o algo parecido a la liberación al escribir tus vivencias y las de otros?

Yo encuentro que todas las expresiones artísticas son catárticas. Creo que a menudo, y a lo largo de la historia, la gente quiere dibujar un binarismo falso entre la sanación, la terapia, la catarsis y la calidad estética; y también los artistas suelen estar preocupados, porque si admiten cómo su obra los cambió y los sanó, entonces su trabajo será despreciado o degradado. Yo digo “a la mierda con eso”. Mi mejor trabajo suele ser ese que más me cambió y me sanó. Y sospecho que el sesgo contra la idea de que la obra sane tiene algo que ver con el sexismo. Siempre hay un falso binarismo trazado entre trabajos intelectualmente meritorios y aquellos que exploran experiencias corporales, emocionales, o las llamadas historias cotidianas, porque están todas asociadas a reinos femeninos. Pero mi trabajo intelectual más fuerte ha estado interesado en el cuerpo, los sentimientos, y en las más íntimas de las experiencias. Me siento tan segura de esto que escribí un libro entero sobre el tema, Body Work (2022).

Decís que “trauma” no es una buena palabra para describir tus vivencias. ¿Cuál se acerca más?

Sigo trabajando en esto. Las he llamado eventos y desarrollé un lenguaje para aquello que llamo “consentimiento vacío”, pero aún no tengo palabra para nombrar algunas experiencias profundamente perturbadoras. Espero que este sea un trabajo en el que todos podamos colaborar como comunidad, al tiempo que nuestra sociedad se interesa más en nombrarlas.

¿Qué repercusión te llamó más la atención? Puede ser de la crítica, pero me refiero más a esos mensajes de lectores, de gente conmovida o interpelada por el texto.

Oh, de los lectores, absolutamente. Respeto el trabajo de los críticos (yo misma lo hago), pero una reseña es sólo la evaluación de un extraño. Cuando recibo cartas de lectores que realmente necesitaron el libro, es la mejor parte de haber publicado. Escribo para los lectores.

¿Y qué estás escribiendo, sobre qué estás trabajando?

Estoy trabajando en un nuevo libro llamado The Dry Season, que es sobre el año que pasé intencionalmente célibe, que también indaga en el celibato femenino a través de la historia y otras ideas más generales sobre el despojo. Estoy en medio de la difícil tarea con el primer borrador, y en realidad no puedo ver realmente qué habrá tras la curva. Me da miedo, es frustrante y, a la vez, es mi parte favorita del proceso.