Gonzalo Eyherabide acaba de publicar su primera novela gráfica, una historieta histórica titulada Artigas. El patriota sin patria. No se refiere al famoso Protector de los Pueblos Libres, sino a Joaquín Artigas, nacido en Mozambique, esclavizado y apropiado por el padre de José Gervasio. La historia lo recuerda, entre otras cosas, por haber sido uno de los 33 Orientales.
Eyherabide conversó con la diaria sobre la historia de nuestro curioso país, la de Joaquín, y la suya como historietista que se debía un trabajo de largo aliento. “Mi libro de historietas anterior se llamó Experimento Ponsonby (Amuleto, 2007). No pretendía ser una revisión histórica, sino una cosa más costumbrista, medio surrealista, como he hecho siempre. Pero hay una cosa ahí de decir: ‘Nos formó Ponsonby’. Somos un Estado inventado por una cuestión geopolítica y diplomática inglesa”.
“Tenemos de un lado un idioma como límite, y del otro lado un río. Y me empezó a picar la cosa de cómo se conformó esto que hemos inventado políticamente como República Oriental del Uruguay. Creo que somos algo. No sé qué, pero somos algo, con particularidades”.
En esa picazón se cruzó con la figura que protagoniza su historieta. “Joaquín Artigas, un esclavizado de la familia Artigas. Uno de los 33 Orientales, que sabemos que no fueron 33 ni eran todos orientales. Pero al igual que el otro africano y esclavizado, Dionisio Oribe, está pintado en el famoso cuadro Juramento de los 33 Orientales, de Juan Manuel Blanes. Y sus caras no aparecen, están tapadas por brazos en alto de otros personajes”.
“Siempre estamos construyendo una imagen que tiene puntos ciegos, porque no queremos ver o porque no los vimos. No estoy atribuyendo algo a Blanes, sino a la sociedad integrada de Blanes, que sigue existiendo. Yo también debo de tener un montón de errores y distorsiones, pero aspiro a que sean diferentes de los de Blanes y a que entre todas esas miradas las personas puedan construir un relato un poco más rico y con más capas”.
Uno de esos puntos ciegos sigue siendo la esclavitud, que para el autor fue “la primera gran multinacional” que permitió pasar del feudalismo al capitalismo. “Un negocio que durante 400 años implicó robar entre 30 y 40 millones de personas de África para traerlas a robar las riquezas del suelo y del subsuelo de América. Dicho esto, la esclavitud como tal está borrada. Es una atrocidad que está oculta, que nos resulta incómoda, angustiante”.
De paso, retrucó a aquellos que se quejan cuando se juzga la esclavitud del siglo XIX con ojos del siglo XXI, y lo hizo con su oficio de publicista. “Cuando los políticos piden algo más difícil que el voto, que es la vida de las personas, para una guerra o una batalla, van a usar el mejor argumento en su campaña publicitaria”.
“Hay que pensar en la metáfora más poderosa que usaron. En la bandera de los 33 está ‘Libertad o muerte’, pero en los discursos de Artigas, San Martín, O’Higgins, Bolívar, de todos los libertadores de América, la metáfora era que los criollos estábamos siendo esclavos de los españoles. Eso unifica todas las campañas de comunicación política de las revoluciones de América. Quiere decir que los tipos tenían bien claro que la peor atrocidad que le podías hacer a un ser humano era esclavizarlo. Sabían que era un horror, o sea que esa cuestión del relativismo no corre. P’afuera”.
“También fue un gran eslogan publicitario para reclutar esclavos”, agregó. “En tu día libre, muerto de cansancio y de los latigazos, te ponés a vender empanaditas para hacerte dos pesos, pero con eso jamás vas a comprar tu manumisión. Jamás vas a ser libre”. Distinta era la historia con el Ejército, y de hecho Joaquín Artigas recibió una pensión de por vida como propio por ser parte de los 33 Orientales, aunque para recibirla tuvo que llevar testigos y ser tratado como un niño.
A la hora de ponerse a trabajar, el autor hizo una selección “que se fue dando orgánicamente. Visceralmente más que racionalmente”. Incorporó su interés por la vida rural de la época, que incorporó a la narrativa. Y a la hora de elegir un personaje, zafó de la “oficialidad” que hubiera tenido José Gervasio y se quedó con Joaquín. “Un esclavo, que existió, que además fue patriota. Su historia me empezó a fascinar, a interesar y a atraer”.
“Después, lo que me pasa es que soy guionista y escritor, entonces la cuestión del texto es fuertísima para mí. He escrito varios libros de cuentos y miles de guiones de radio, televisión y publicidad. Entonces, el manejo del diálogo para mí es esencial. Lo que pasó, no de manera buscada, es que la historieta tiene momentos de una enorme cantidad de texto, que podría ser un cuento o una obra de teatro. Y después tiene momentos en que el texto se va y el dibujo domina todo. Una cosa sinuosa. Me quedó así, qué sé yo. Soy así: a veces hablo muchísimo y a veces aparece la contemplación, la mirada”.
Artigas. El patriota sin patria se presenta este jueves a las 18.15 en el Museo Nacional de Artes Visuales del Parque Rodó, con la participación de la artista plástica Jacqueline Lacasa, el escritor Jorge Chagas y la historiadora Mónica Maronna.