En 1928, cuando tenía apenas 20 años, Luce Fabbri obtuvo su doctorado en Letras en la Universidad de Bolonia. A las pocas semanas, tuvo que huir de Italia junto a su familia, perseguida por los fascistas. Su padre, Luigi Fabbri, era un maestro y activista cercano a Errico Malatesta, el célebre teórico del anarquismo. En 1929, los Fabbri llegaron clandestinamente a Montevideo y retomaron la tarea de difundir sus ideas políticas, pero pronto se instaló en Uruguay el régimen autoritario de Gabriel Terra.

Sin embargo, esos años fueron también los de la conformación de un frente antifascista, como reacción a la guerra civil española, que aglutinó a los partidos de izquierda, a los sectores democráticos de los partidos tradicionales y también al movimiento anarquista. “Fueron los años más bellos de mi vida”, le dijo Luce Fabbri a la investigadora brasileña Margareth Rago, quien ha dedicado decenas de estudios a la vida y obra de esta pensadora italiana que, sin dejar de lado su internacionalismo, fue parte de la vida intelectual uruguaya.

Luce Fabbri fue, desde 1949 y durante 40 años, catedrática de Literatura Italiana en la Facultad de Humanidades (FHCE) de la Udelar, y en ese campo publicó, sobre todo, acerca de la obra de Dante y del poeta Giacomo Leopardi, filólogo como ella. Además, produjo decenas de obras de teoría política. Uno de sus cometidos, como el de tantos pensadores de izquierda de entonces y de hoy, fue caracterizar adecuadamente al fascismo. Otro, actualizar la concepción del anarquismo.

A ese impulso pertenece El camino, la obra publicada originalmente en 1952 que acaba de reeditar Alter, la editorial fundada por otro exiliado anarquista, el español José Carballa. Parte de un renacer en el interés por el pensamiento de Fabbri que incluye la digitalización de sus escritos y el trabajo sobre su archivo, llevados a cabo por la Sección de Archivo y Documentación del Instituto de Letras de la FHCE y el proyecto Anáforas de la Udelar, El camino busca situar al movimiento libertario en su coyuntura histórica. Esto es, a lógica distancia del capitalismo propietarista, pero también del estalinismo soviético. El autoritarismo de izquierda, una “novedad histórica” que Fabbri ya había abordado en su tesis doctoral (sobre el geógrafo anarquista Elisée Reclus y la Comuna de París), volvía más clara que nunca la necesidad de que el socialismo prescindiera del Estado.

En esta edición, en la que se revisa la traducción del italiano original, viene acompañada de un discurso, “El carácter ético del anarquismo”, que la longeva Fabbri brindó en 1992, y que funciona como un complemento más “micro” para el ensayo principal, de considerable densidad teórica.

La conexión feminista

Aunque no fue una figura estelar de la generación del 45 (Ángel Rama la menciona al pasar en La generación crítica, colaboró con la revista Temas vinculada a Emir Rodríguez Monegal), la negativa de Fabbri a elegir bando durante la Guerra Fría la integró al zeitgeist tercerista que imperó hasta la Revolución cubana. Cuando la gesta de Fidel Castro dividió a la propia Federación Anarquista Uruguaya, Fabbri permaneció del lado de los no partidarios de la violencia revolucionaria. Esa intransigencia, entonces criticada, hoy acentúa el reexamen de su obra, así como la unión entre discurso y práctica cotidiana que la acertada reunión de textos de Alter recupera.

La historiadora Margareth Rago, prologuista de esta reedición de la obra, explica su relación con Fabbri y la vigencia de su pensamiento.

Usted trabajó sobre la anarquista y teórica brasileña María Lacerda de Moura. ¿Su interés por Fabbri surge de allí?

Trabajé con la historia del anarquismo brasileño, entre 1890-1930, mientras hacía un posgrado en Historia en la Universidad Estadual de Campinas [Unicamp], que fue publicado en libro como Do Cabaré ao Lar. La utopía de la ciudad disciplinaria y la resistencia anarquista. Luego descubrí que el proletariado estaba formado mayoritariamente por mujeres trabajadoras y así conocí a los anarquistas que escribían en la prensa libertaria de la época, en periódicos como Terra Livre, A Lanterna, A Plebe. Me sorprendió la libertad y el atrevimiento con que se discutían ciertos temas, en especial los referidos a la sexualidad femenina, a principios del siglo XX. Me imaginé que el amor libre era un tema de mi generación, de los años 70 y no que tuviera más de un siglo...

Luego conocí a Maria Lacerda de Moura [1887-1945], desconocida en Brasil hasta los años 80, y mi interés por sus libros, disponibles en el Archivo Edgard Leuenroth de la Unicamp, fundado en 1974, fue inmediato, sobre todo por ser anarquista, feminista y profundamente crítica con la “teoría de la degeneración”, que acababa de descubrir gracias a Michel Foucault. Además, María Lacerda abordó temas hasta entonces exclusivos de los hombres, como la prostitución, la virginidad, la maternidad voluntaria, el derecho de la mujer no sólo a la esfera pública institucional, cuestionando los límites de las luchas feministas por el derecho al voto.

Más tarde, en la década de 1990, después de completar mi doctorado, decidí investigar las memorias de mujeres anarquistas vivas en Brasil. Fue entonces cuando conocí inesperadamente a Luce Fabbri, en San Pablo, en un evento sobre pensamiento libertario internacional organizado por el profesor y activista anarquista Edson Passetti, en 1992. Fue realmente un gran encuentro: quedé encantada con aquella señora, tan erudita, tranquila y elegante, que estaba sentada frente a mí para escucharme. Yo estaba participando en una mesa redonda sobre “Mujeres anarquistas” y me di cuenta de que debería estar escuchando a esa militante experimentada, no hablando con ella. Así empezó todo, y mi interés y admiración por Luce creció aún más cuando descubrí que, además de anarquista, era escritora, profesora de Literatura e Historia Italiana, que había publicado muchos libros, entre ellos poesía... los descubrimientos se fueron sucediendo.

Familia Fabbri, Bianca Sbriccoli, los hijos Vero y Luce y Luigi Fabbri, en Bolonia, el 10 de julio de 1926.

Familia Fabbri, Bianca Sbriccoli, los hijos Vero y Luce y Luigi Fabbri, en Bolonia, el 10 de julio de 1926.

Foto: Secretaría Nacional de Deporte

Aceptó mi invitación para contar sus memorias, aunque no le daba mucha importancia al hecho de ser mujer. Pasé cinco años, entre 1995-2000, visitando la ciudad de Montevideo, entrevistándola en su casa, conociendo a su red de familiares y amigos y, muchas veces, me quedé en la Comunidad del Sur, con mi hija Marina, nacida en 1986. En la vasta biblioteca de la casa de Luce, encontré el texto que María Lacerda de Moura le entregó a través de su amiga, la argentina Concepción Fernández, titulado Clero e Fascismo: Horda de Embrutecedores! [Clero y fascismo, ¡horda de gente brutal!]. La dedicatoria, delicada y afectuosa, decía: “A la querida y grande Luce Fabbri - el corazón de Maria Lacerda, 12-1934”. Años después, hice un breve artículo sobre Luce Fabbri y Maria Lacerda de Moura, quienes estuvieron fuertemente vinculadas en la lucha contra el fascismo y por la justicia social.

¿Desde qué ángulo se da entonces la conexión de Fabbri con el feminismo?

El movimiento feminista estalló a mediados de la década de 1970, en la llamada “segunda ola”, y desde entonces no ha dejado de crecer y diversificarse, como sabemos. Muchas mujeres anarquistas no se veían y no se definían como feministas, como Luce Fabbri, mientras que otras abrazaron la causa y se dieron a conocer como anarquistas y feministas, como Emma Goldman, Juana Rouco Buela, Soledad Gustavo, Maria Lacerda de Moura y las “Mujeres Libres” de España, entre muchos otros. Pero cuando busqué a Luce Fabbri, quería encontrar una mujer anarquista, no un hombre, quería saber cómo leía el pasado una mujer anarquista, qué momentos destacaba, qué consideraba muy importante a lo largo del siglo XX, ya que nació en 1908.

Recuerdo que me impresionó mucho un artículo del sociólogo alemán Georg Simmel, “Cultura femenina”, de 1904, en el que se preguntaba qué pasaría si la mujer entrara en todos los ámbitos profesionales, con aportes muy diferentes. ¿Serían meros reproductores de prácticas e interpretaciones masculinas, o innovarían, dado que las mujeres son muy diferentes a los hombres, ya sea por educación, cultura, concepciones? Entonces, en ese momento, no me importaba si Luce se declaraba feminista o no, ese no era mi punto. Quería entender cómo pensaba un anarquista nacido en una familia libertaria, crítico con el capitalismo, el Estado, los micropoderes en la vida social cotidiana. Estuve en su casa, escuchando y grabando sus historias, leyendo sus libros, artículos y tuve una experiencia rica, conmovedora e inolvidable con esta “abuela ideológica”.

Respondiendo a tu pregunta, puedo decirte que si bien Luce no se declaró feminista, ni estuvo involucrada con el movimiento feminista que entonces se estaba reorganizando, fue una mujer libertaria, crítica, atrevida, creativa, y como tal trajo experiencias de vida y formas de pensar muy diferentes a las producidas por los hombres, incluso dentro del movimiento anarquista, o por las mujeres de su generación. De ahí mi interés. Quería entender cómo la cultura femenina trajo transformaciones al movimiento libertario y a la forma de pensar dominante. También vale la pena señalar que aunque Luce tenía un hermano, fue ella quien sucedió a su padre Luigi Fabbri, fue ella quien dirigió la revista Studi Sociali después de su muerte y quien siguió directamente en la dirección de esta lucha. Pensemos que en esa época era más común que el hijo varón sucediera al padre, sobre todo cuando se trata de política, de luchas sociales. Y Luce tuvo, en su familia y en su entorno, un espacio enorme para dedicarse a sus estudios, graduarse en la Universidad de Bolonia, escribir y producir intelectualmente, trabajar como docente en institutos y en la universidad, y además su militancia anarquista constante, siempre apoyada por familiares y amigos.

¿Qué aportes al feminismo actual se pueden encontrar en tu obra?

No existe una fuerte conexión entre feminismo y anarquismo en la obra de Luce Fabbri, si pensamos en el feminismo como un movimiento organizado, con determinadas agendas, denuncias y reivindicaciones, pero sí en la de Maria Lacerda de Moura. Diría que son dos expresiones femeninas/feministas diferentes dentro del anarquismo. Luce no se ocupó de la lucha específica de las mujeres, ya que pertenece a una generación que, en su mayoría, entendió que estas luchas eran limitadas, propias de un sector social y que las anarquistas estaban involucradas en temas, problemas y cuestiones mucho más amplios. Pero yo creo que por ser mujer y haber tenido un amplio espacio para la producción de su obra y para su propia militancia, hay que reflexionar con más serenidad, ya que, como se sabe, las mujeres de esa generación –y tal vez aún de hoy– eran y están más atentas a los asuntos cotidianos, familiares, involucrados con el tema del cuidado sobre todo del otro. Luce nunca llegó a ser una “reina del hogar”, dedicada exclusivamente a su familia e hijos, limitada al ámbito privado, como sucedió en su generación, incluso en círculos de izquierda, aunque tuvo pareja, hija, nietas, formando una familia muy unida, como llegué a saber. Y no es raro encontrar, en esa época, mujeres anarquistas, socialistas o comunistas, quejándose de las trabas que ponen los hombres para su participación en sindicatos, revistas, vida social y política, con su demanda de dedicación al hogar.

En mi caso, me fascinó conocer y estudiar a una mujer anarquista intelectualizada, nacida dentro del movimiento libertario, que conoció a Malatesta desde niña, en Roma, que fue testigo del movimiento obrero italiano de los años 20, que fue testigo del ascenso del fascismo, que denunció la violencia de los “camisas negras” y que logró escribir sobre todo esto. Me sorprendió la fuerza de su lucha contra el totalitarismo, su capacidad de producción teórica sobre el anarquismo, la belleza de su obra sobre los poetas y escritores italianos, en definitiva, su capacidad de trabajar en profundidad articulando distintos ámbitos, y con su comportamiento ético y libertario en la vida cotidiana, incluso con los perros, como señalo en el prefacio.

En el prefacio del libro editado por Alter usted habla de la importancia de la práctica cotidiana en la concepción anarquista de Fabbri. ¿Cómo articulaba ambas esferas Luce Fabbri?

En El Camino Luce Fabbri busca una definición de anarquismo, en un contexto en el que el “exceso de poder”, como dice Michel Foucault, experimentado por su generación, con el ascenso del fascismo y el estalinismo, en varios países, exigió explicaciones y reflexiones más sofisticadas, más allá de los esquemas económicos formulados por el marxismo. En esta obra, Luce aborda el tema de la importancia de los medios más que de los fines, invirtiendo la concepción tradicional de que el fin importa y que cualquier medio que se utilice vale la pena. En ese sentido, aclara que el anarquismo es una forma de vida que se construye individual y colectivamente en la cotidianidad de la sociedad, insubordinándose frente a los micropoderes que nos afectan, que pretenden apropiarse de nuestros cuerpos y producir nuestras subjetividades, nuestros deseos y gobernar nuestra conducta. Por tanto, además de problematizar la política vista sólo en la dimensión institucional, como algo que se encuentra en una esfera separada de la cotidianidad, Luce muestra la construcción de otra forma de vida libertaria, solidaria y filogenista, es decir, opuesta a la misógina. No se limita a una lucha exclusiva contra el Estado o, como buscan otros grupos de izquierda, por su apropiación.

Foto del artículo 'Luce Fabbri: regreso de una anarquista'

Por eso, al abordar el tema de la ética como política, tema del segundo texto que compone este libro, Luce trae una reflexión fundamental, especialmente en nuestro tiempo actual, que, en cierto modo, retoma la tradición de la antigüedad grecorromana. Sabemos, sobre todo desde los trabajos de Foucault sobre la historia de la sexualidad, publicados en los años 70 y 80, que para los griegos el individuo debe constituirse como subjetividad ética, que ser ciudadano significa prepararse éticamente para poder asumir el cuidado de la ciudad y del otro. El cuidado de los griegos no era visto como un autocuidado narcisista, sino como una actividad relacional, que implicaba la relación con el maestro, con el guía o con el amigo. El cristianismo aún no había traído la idea de que el sujeto no se conoce a sí mismo y que, como rebaño, debe renunciar a sus propios deseos y someterse a la autoridad del pastor, quien le dirá quién es y cómo debe conducir su vida. Ahora bien, los anarquistas siempre han defendido la autonomía del individuo, su capacidad de transformarse y construir relaciones solidarias y autónomas a partir de experiencias colectivas.

Sin embargo, creo que es importante señalar que, en la generación de Luce Fabbri, las mujeres no tenían el mismo espacio social, político y cultural que los hombres, incluso en la izquierda. Tal vez todavía no lo tienen. Pero el machismo y la misoginia rara vez fueron nombrados y denunciados, y no hubo un movimiento feminista lo suficientemente fuerte como para presentar sus agendas y demandas. De ahí la importancia de la presencia de figuras femeninas tan creativas, poderosas y fuertes como Luce Fabbri, entre otras, dentro de movimientos que proponen crear otros modos de existencia, otras relaciones y experiencias de vida colectivistas, solidarias, éticas y placenteras.

Sin duda, aún nos queda mucho por inventar en un mundo donde la violencia va en aumento, donde el neoliberalismo captura la subjetividad promoviendo el “emprendedor de sí mismo”, el individuo visto como un “capital humano” que puede invertir en sí mismo, incluso como un negocio, con el objetivo de obtener ganancias y producir ingresos. De ahí la importancia de la cuestión ética vista como política en la práctica cotidiana, ya que esta lucha contra las formas neoliberales de vivir, pensar y sentir amenazan con permear nuestro mundo en cada momento y de manera cada vez más sofisticada.

En esa dirección, la propuesta del camino anárquico de Luce nos permite cuestionar incesantemente nuestros límites hoy y pretende abrir caminos para la reinvención de espacios sociales, culturales, políticos y subjetivos heterotópicos, como modos de existencia que rechazan la normatividad impuesta por el Estado, por las religiones y por el mercado en el mundo neoliberal. Como dice Luce en este libro: “¿Qué significa la conquista de un mercado si no la conquista del control sobre un sector de consumidores?”. Y advierte: “Estamos en el filo de la navaja, o mejor, en la línea de las vertientes [...] El progreso, pues, existe si lo sentimos como obra nuestra: está hecho de conciencia y voluntad y se basa en conquistas anteriores. Ninguna conquista es definitiva y cualquiera de ellas se puede perder”.

Ojalá que las lecciones de Luce Fabbri, así como las de Maria Lacerda de Moura, entre otras figuras del anarquismo y el feminismo, nos enriquezcan en la invención de un nuevo imaginario político y otros modos de existencia.

El camino y el carácter ético del anarquismo, de Luce Fabbri. Alter Ediciones, 2023.