Casa de salud es el más reciente poemario del docente y gestor Gerardo Ciancio, de extensa obra poética, y fue galardonado por el Ministerio de Educación y Cultura en su Premio a las Letras uruguayas en categoría poesía édita.

Así como cuando uno entra en un residencial lo hace de forma silenciosa, del mismo modo se entra en esta Casa de salud. Los ojos intentan no detenerse en nadie en particular y, sin embargo, van reconociendo los deterioros ajenos. Ese mudo andar enlentece el transitar cotidiano y exige que todo se detenga en ese entretanto: “Una transparencia inusual / se gana la mañana / y entramos a la Casa de Salud: / mamá la habita con su decir desmadejado / envuelta en el dulce fervor de su sola vida”.

El decir se desmadeja, el ovillo que es el texto se afloja, porque en ese decir ahora ya no se encuentran las palabras. El punto es que ese silencio no comunica, es mudo, la madre ya sin texto, la madre ya sin lengua ¿materna?

En tanto que el lenguaje se esfuma, el yo, como al acecho, busca hilos de donde sujetar los antiguos canales de comunicación con la madre. La orfandad se estrena y la lengua del yo se pierde y, por lo tanto, también lo desmadeja.

Este poemario ejercita a partir del deterioro del tú la destrucción del yo. Ese yo, sin el código que lo hace ser él mismo, no será más. El rastreo de los hilos dispersos resulta de la necesidad de cerrar los puntos de la propia costura del nuevo yo que nace en esa otra muerte.

Se carece de testigos porque la mirada del tú es muda como lo es ese silencio involuntario que se instala entre dos en una deriva de palabras que parecen acumularse en la garganta de uno solo: “Tengo miedo mamá / del silencio / como un precipicio del cual no volveremos”.

El yo anhela rescatar la palabra porque hacerlo podría garantizar el retorno de la conversación y con ella la sensación de volver a ser uno en aquella morada; no obstante, ese intento sólo da cuenta de aquel difuminarse.

La circunstancia concreta de la visita a una madre en una casa de salud es el punto inicial para un desarrollo filosófico profundo. La poesía piensa mientras las palabras no llegan, y no llegarán porque este silencio es producto del deterioro cognitivo, de la reducción de las funciones mentales superiores, del síndrome confusional o, incluso, de la demencia, que en sigilo toma a todos. “Todo el jardín arde a lo largo de tus ojos / y un búho abigarrado se dibuja en tu cerebro”, el reflejo del afuera del tú en esos ojos que ahora son espejo del exterior.

Allí, el pensamiento, dentro, confuso, que no se ordena porque “resbala el lenguaje” como se resbalan los viejos y se rompen la cadera y ya no caminan y todo en un momento que no se vio venir, nunca se ve venir, pero la vejez viene. Como si se borraran los contornos, los sonidos, el pensamiento. Casi no va quedando nada, sólo una mano que sostiene una cuchara, y parece que en ese contacto con lo material hubiera un puente físico que la engancha al aquí: “Esa cuchara en tu mano es el agarre del Mundo / tu estar viva // tu llama doble”.

Casa de salud, de Gerardo Ciancio. 132 páginas. Yaugurú, 2024.