Amalia Gutiérrez, periodista e investigadora, es la protagonista de La insurrección de la inocencia, segunda novela de la también periodista Isabel Prieto Fernández publicada por Tusquets (2023). Sin embargo, su historia no sólo transcurre en estas 234 páginas, sino que también protagoniza la anterior novela.
Al comienzo se nos ubica en tres años distintos, 1979, 2012 y 2019, no porque la novela vaya hacia atrás y hacia adelante, sino porque el pasado determina el transcurso de los hechos en el mundo contemporáneo. El primero, que corresponde al primer capítulo, es clave para develar los acontecimientos del presente y la reconstrucción de sucesos que deberá hacer la investigadora, quien asume este oficio casi de forma furtiva cuando se aburre del periodismo y tiene necesidad de adrenalina. Ambas profesiones están desarrolladas en este universo porque se nutren. En la sala de redacción dedica tiempo a sus pesquisas mediante averiguaciones, llamadas telefónicas, mensajes de Whatsapp e intercambios con sus colegas. Todo ello se establece de manera coral: un ámbito ruidoso y cargado de la velocidad de las noticias se cruza con otro, más amoroso, cuidadoso y también erótico, como el espacio doméstico compartido con Esteban, su marido.
Roberto Rodríguez es el primer personaje que conocemos, no desde la mirada de Amalia, sino a través de las propias vivencias de este personaje en 1979, cuando fue encarcelado y torturado durante la dictadura. Años después contacta a Amalia para saber quién asesinó a su torturador. Las experiencias con este personaje la llevan a conectarse con otro preso y compartir su proceso de investigación con Esteban, al que también lo intriga no sólo lo sucedido, sino también el mismísimo Roberto Rodríguez, que a medida que avanza la trama se convierte en un personaje complejo e intrigante, más por lo que calla que por la información que pueda brindar.
Sin embargo, esta historia no es el centro de la novela. Hay otro caso: la desaparición y posterior muerte de la adolescente Betina Acosta. Este hecho obliga a Amalia a vincularse con el policía Carlos Rego, con quien intercambia información de primera mano e hipótesis que no deben ser reveladas de manera legal.
Ambos casos constituyen una acertada mirada sobre la sociedad uruguaya. Por un lado, la reconstrucción de hechos para intentar cerrar un episodio del pasado reciente, y por otro la intención de resolver el caso que tiene como víctima a una adolescente de un barrio marginal, para quien la justicia será difícil de alcanzar por la falta de recursos y el estigma por su entorno y su familia. Estas dos historias reflejan el malestar latente de las heridas que no cierran por la ausencia de justicia. Por eso Amalia escribe e investiga con pasión y rabia, porque parecería que estos sentimientos brotaran del mismo lugar: la indignación.
La agilidad narrativa se nutre a partir de la propia energía de la protagonista, una mujer activa que no puede quedarse en un solo lugar: su constante es el movimiento, que le permite resolver las historias de otros, que son parte de sus propias inquietudes. Amalia es una mujer de acción porque para entender su propia indignación necesita de los otros, de las historias no resueltas, de los datos clandestinos, de las charlas y encuentros a escondidas que no hacen otra cosa que revelar que siempre hay un secreto a voces donde muchas veces somos cómplices.
A la distancia, La insurrección de la inocencia podría pasar por una novela policial, sin embargo no lo es. Más allá del transcurso de ambas investigaciones, de los encuentros con los personajes que entrevista para poner en marcha la resolución de estos, la intimidad de Amalia envuelve todo debido a su compromiso con el oficio, donde ella es lo que hace y cada caso que toma la envuelve para llevarlo adelante con la entrega que la caracteriza. Ese mismo compromiso que no sólo está en las notas que escribe, sino en los encuentros eróticos con Esteban, en el desparpajo con sus colegas y con Rego, o en la intuición de las charlas con Roberto Rodríguez y la familia de Betina. Hallamos a una mujer todoterreno, que va de frente con la Policía, con los delincuentes, con sus colegas y también con su familia. Una mujer de 50 años que pisa firme en ámbitos masculinos, pero que también se doblega ante la ternura y seducción de su marido.
La insurrección de la inocencia es un fragmento más que contundente de la vida de Amalia Gutiérrez. Es una historia que permite desplegar la doble faceta de una periodista que mantiene siempre a viva voz su postura política, su visión del mundo y su manera de confrontar con su inteligencia y perspicacia las injusticias que permanecerán allí, más allá de su compromiso. Un compromiso que no será con los demás, sino consigo misma, porque, como ella dice: “El amor y el odio conviven en mí cada vez que escribo”, lo que también se reflejará tanto en los casos que pretende resolver como aquellos que logran atravesar hasta lo más profundo de su intimidad.
La insurrección de la inocencia, de Isabel Prieto Fernández. 234 páginas. Tusquets, 2023.