Desde la tapa, José Mujica: otros mundos posibles sugiere dos novedades respecto a una figura, la del expresidente, sobre la que se han escrito decenas de libros en decenas de idiomas. La primera es tal vez un caso de timidez editorial: la consigna “otros mundos posibles” aparece como única alusión en portada al tema que vertebra el libro, que es la visión de Mujica de la política internacional, como se aclara en las primeras páginas.
La segunda sugerencia parte de la integración del colectivo que firma el trabajo: Gerardo Caetano, Pablo Álvarez, Nastasia Barceló, Diego Hernández, Camilo López Burián y Álvaro Padrón conforman un grupo mayoritariamente académico y eso transmite, a golpe de vista, la idea de que se analizará orgánicamente el pensamiento del líder político. Esto también se confirma en las primeras páginas, donde se dedica abundante espacio a los años de formación de Mujica, a sus lecturas, a la disposición de su biblioteca, a la calidad de sus interlocutores. La primera impresión, si uno lee en orden, es que finalmente estamos ante una obra que aborda a José Mujica críticamente como intelectual y no, al modo usual, como sabio.
No sería una tarea sencilla, aunque muchos la han intentado. Desde el periodismo se lo ha puesto a conversar con prestigiosos académicos, como Noam Chomsky y Rodrigo Arocena, y desde la política, en ocasiones, se trató de presentar su accionar como producto de reflexiones teóricas profundas. Por distintos motivos, Mujica –la persona y el concepto– resiste a este tipo de abordajes. En primer lugar, porque son escasísimos los textos publicados por él. Como otros grandes líderes políticos uruguayos, Mujica ha sido poco afecto a la escritura; pienso en Luis Batlle Berres, cuyo ideario póstumo, Pensamiento y acción, está compuesto casi totalmente por transcripciones de discursos públicos y conversaciones privadas. En segundo lugar, porque, de manera consistente con una concepción de lo político que privilegia la práctica y lo pragmático, el diálogo directo con Mujica suele oscilar entre las sentencias generalizadoras y eventos de orden coyuntural, saltándose la posible conexión con un pensamiento sistematizado. Y, finalmente, porque ha sostenido posturas de franco corte antiintelectual, que llegaron a sedimentar en una imagen persistente, la del “biru biru”, para referirse a campos del conocimiento que desprecia o para mostrar a ciertas posiciones ajenas como alejadas del sentido común.
Este libro se encuentra con ese tipo de dificultades. Su corazón son 20 horas de entrevistas con José Mujica, que son condensadas en el tramo final pero que atraviesan casi todos los capítulos en los que los autores buscan explicar las ideas del dirigente político. Además, el libro incluye transcripciones de algunos de sus discursos más notorios, como el primero que brinda tras ser liberado de prisión, en 1985, y el que dio en la Asamblea General de la ONU en 2013. También incluye, intercalados, breves testimonios sobre la figura de Mujica a cargo del presidente chileno Gabriel Boric, el expresidente colombiano Juan Manuel Santos, la dirigente española Yolanda Díaz y el periodista de esa nacionalidad Jordi Évole, el filósofo japonés Kojin Karatani, el empresario Hugo Sigman y el contador Enrique Iglesias, entre otros.
En conjunto, el estudio tiene por lo menos dos méritos. Proporciona, en sus capítulos iniciales, información organizada acerca del clima cultural (el semanario Marcha, el grupo argentino Forja) y las lecturas que pesaron en la formación de Mujica. Su raíz profundamente herrerista, su admiración por el revisionismo histórico (Bernardo Berro, Jorge Abelardo Ramos) y por la conjunción de socialismo y nacionalismo (Vivian Trías) son puestos en el contexto de su biografía y en el de un latinoamericanismo que se revitaliza luego de la Revolución cubana. Este sustrato se emplea para explicar los usos de la historia que Mujica hizo en sus intervenciones en asuntos de política exterior, en las que solía resaltar su mirada de largo plazo y su comprensión de los orígenes lejanos de conflictos regionales actuales.
Como segundo gran aporte, se ilustra, tal vez mejor que otros estudios, la transformación entre el Mujica maduro, que se une a Tupamaros –se incluyen algunos textos doctrinarios del MLN–, y el hombre mayor que se transforma en líder político tras una década larga de encierro. El foco en los asuntos internacionales parece especialmente apto para iluminar el tránsito del ideario de la “patria grande” acompañada de transformaciones radicales inmediatas que Mujica apoyaba en los 60 y el posterior gradualismo globalista y paciente que sostuvo en estas décadas (su “realismo utópico”, en palabras de los autores). En la segunda mitad del libro predomina el análisis de acciones y discursos de Mujica como gobernante, en los que esa nueva perspectiva aparece como guía, a veces no evidente, de sus trabajos como mediador y de sus intervenciones en organismos multilaterales.
La noción que se impone finalmente es la de Mujica como intelectual oral. No sólo porque las fuentes primarias de los autores son entrevistas con él y discursos suyos –comprensiblemente, no se incluyen análisis de sus miles de alocuciones radiales–, por la recurrente imagen del desorden de su biblioteca física o por su privilegio del habla como herramienta de comunicación, sino por la forma en que se resalta la importancia de sus charlas. Aparecen como sus interlocutores privilegiados cabezas del MLN, como Raúl Sendic y Eleuterio Fernández Huidobro, pero sobre todo el ensayista Alberto Methol Ferré y los antropólogos Daniel Vidart y Renzo Pi. Methol, que murió pocos días antes de que Mujica ganara las elecciones de 2009, resulta ser el gran referente de su política regional, mientras que Vidart y Pi se revelan como los principales proveedores de la concepción fuertemente civilizatoria con la que el Mujica reciente alimenta la visión del mundo que ofrece a sus audiencias. Así, el lector que devoraba la biblioteca de la vieja Facultad de Humanidades de la Udelar y que fue sometido en su cautiverio a permanecer siete años sin contacto con material escrito se nos presenta como un hombre que evitó las formas de expresión del intelectual clásico, pero que no relegó a la comunicación misma como herramienta transformadora.
José Mujica: otros mundos posibles, de Gerardo Caetano (coordinador), Álvaro Padrón (colaborador), Pablo Álvarez, Nastasia Barceló, Diego Hernández Nilson y Camilo López Burián. 396 páginas. Planeta, 2024.