La intimidad de los protagonistas de la política suele permanecer oculta, pero una vez que se abre una rendija entramos a una cotidianidad que podría ser la de cualquier persona, con sus inseguridades, carencias, conflictos, sexualidad y formas de sociabilidad que vale tener al resguardo de los demás porque rozan con desestabilizar algún tabú. Así se nos presenta la novela La vida íntima, del italiano Niccolò Ammaniti, el autor de Yo no tengo miedo (2001), entre otras obras suyas que han conocido adaptación al cine en los últimos años.

María Cristina, que protagoniza la novela, se encuentra en la escena de la política, pero no por tener un papel relevante en ella, sino por ser la esposa de un primer ministro. Más allá del desempeño de su esposo, la presencia de esta mujer nos lleva a lo que muchas veces les importa a los ciudadanos: el chisme. Es así como se convierte en el centro de la historia, porque la política y sus debates dejan de interesar para darle protagonismo al espectáculo. Aunque se debatan derechos y se evidencien las más altas corrupciones de la sociedad italiana contemporánea, eso pasa a estar a un segundo plano para que lo realmente importante y que se convierta en el pan mediático de cada día sean los secretos de los políticos, que quedan imbricados en los enamoramientos y también en encuentros sexuales furtivos.

Sin embargo, Ammaniti dará un giro a lo espectacular para ubicarnos en la subjetividad de María Cristina, una mujer rota que todo lo ha conseguido por su belleza, pero nada más. Su edad en esta mujer le ha ido restando prestigio, pero como esposa de un ministro todas las miradas van hacia ella, tanto por el lado de los colegas de su esposo como por los dirigentes de la oposición. Constantemente vigilada por sus guardaespaldas, su asistente y una legión de periodistas y paparazzi, le debe todo a su pasada belleza y a su imagen de mujer frágil y buena, lo que la convierte en un blanco para los medios.

La novela nos ubica en la intimidad de una mujer presionada por los estándares de belleza, no sólo la física, sino también por lo que la sociedad espera de la esposa de un político: que sea fina, recatada, que no tenga opiniones contundentes y mucho menos que tenga defectos visibles. En esa medianía que se le exige, ella sufre en silencio una rabia imposible de manifestar, porque está permanentemente bajo la mirada pública. Es así como su individualidad, construida a través de sus opiniones y deseos, queda relegada para satisfacer los deseos del partido y de su marido. Su aparente debilidad la convierte en una víctima de críticas y de burlas de la oposición, así como de sus empleados.

La novela tendrá un giro inesperado, que tiene que ver con la psicología de la protagonista. Ella se encuentra con un novio del pasado, Nicola Sarti, quien conserva un video pornográfico de ambos. La persecución y desconfianza por el manejo de la información dejan a María Cristina cada vez más vulnerable, al punto de que se evade paulatinamente de la realidad para hundirse en sus propios fantasmas.

Su trayecto evidencia los diferentes tipos de violencia que se exteriorizan a través de la mirada pública, que no hace otra cosa que mostrar todos sus costados vulnerables. No se trata de una victimización, sino de una mujer de otro tiempo, en la que el decoro y la feminidad son las formas que la cultura ha impregnado para ser una señora de bien. Lo trágico en María Cristina es su propia existencia, porque su belleza y el ser el centro de las miradas en los medios de Italia la convierten en una mujer débil que sólo encuentra momentos de rebeldía en los gestos estéticos y decisiones que apenas puede tomar sobre su imagen y su cuerpo, en desacatar ciertos mandatos de etiqueta y de esperables acciones bondadosas, mientras el afuera se vuelve siniestro cada vez que ella se muestra.

No basta con ser linda, sino que la mujer de la política inevitablemente debe ser buena y tener anulada su sexualidad y goce. Se espera que replique la imagen de Diana de Gales o de Teresa de Calcuta, pero este lugar se convierte en un gran enigma que excede a la protagonista y que atraviesa a todas las mujeres de poder, a las que se penaliza por tener autonomía, ideas propias, humor o una malicia deliberada. Quien no puede ser santa se convertirá en demonia. La vida íntima es el espejo que nos viene a mostrar que la política mundial aún no está preparada para los liderazgos de mujeres con pensamiento propio.

La vida íntima, de Niccolò Ammaniti. 306 páginas. Anagrama, 2024.