Si, entre el cúmulo de crueldad, sufrimiento y ridículo que ha desatado, hubiera que señalar algún aspecto positivo del advenimiento de Javier Milei, yo apuntaría a la apertura de discusiones netamente ideológicas. Su radicalidad de converso reciente, su tendencia al didactismo, su pretensión de ser cabeza de un movimiento de alcance global lo llevan a explicitar los fundamentos de sus creencias, aunque sea de manera tosca y exaltada. Se podrá objetar que volver a pensar cuáles son la bases de la convivencia –ese es el núcleo del planteo libertarian– implica un retroceso cuando se lo impulsa desde el desprecio por la justicia y la paz sociales y en un contexto en que se cuestiona la vigencia de muchos derechos humanos básicos, pero la propia dinámica del experimento argentino sugiere –en direcciones que dependen del optimismo de cada cual– una evolución poco previsible aunque seguramente intensa del gobierno de La Libertad Avanza. Por eso, en este momento, conviene aceptar la invitación a reflexionar y tratar de entender.

Eso es lo que se propone en Leones y corderos Germán Deagosto, reconocido analista y divulgador de temas económicos –es, entre otras cosas, el editor del suplemento especializado de la diaria–, con las fuentes ideológicas de Milei. Murray Rothbard, Robert Nozick, Milton Friedman, Adam Smith son puestos a dialogar –en sentido metafórico y literal– entre sí y con el narrador, de forma en que, de a poco, nos adentramos en un universo en que los anarcocapitalistas, los minarquistas y los liberales clásicos muestran no sólo sus raíces comunes, sino también sus diferencias. Así, facciones que por apuro podríamos agrupar como “neoliberales” terminan presentándosenos, por momentos, como corrientes especulares de lo que en la izquierda identificamos como anarquismo, comunismo, socialdemocracia.

Deagosto propone un camino que comienza por lo más sencillo y llamativo –Rothbard y Ayn Rand son egoístas extremos y sus ideas son fáciles de enunciar– para luego llevarnos al pensamiento de autores complejos, matizados, contradictorios. Nociones como la del “bien común” o la del “Estado mínimo”, por citar dos entre tantas, aparecen inicialmente como parte de una matriz compartida por las corrientes liberales, pero luego resultan ser objeto de agrias disputas teóricas entre pensadores supuestamente afines. Además, lo abstracto de varios discursos no excluye la conexión con temas de actualidad; leyendo Leones y corderos se comprende, por ejemplo, de dónde viene la animadversión de los libertarians por los bancos centrales.

Los recursos que utiliza Deagosto para amenizar estos acercamientos a la filosofía y la economía políticas son conocidos por su creciente audiencia: la conversación imaginaria con pensadores famosos, la digresión personal, la intercalación de eventos cotidianos, la disposición narrativa. En este, su segundo libro (el anterior fue Manual de economía para un mundo entreverado), le agrega a ese kit docente una serie de consideraciones íntimas marcadas por la angustia que le produce la llegada de Milei y sus seguidores en un panorama global de crisis ambiental, escalada bélica, polarización política e incertidumbre por el sentido del avance tecnológico; a sus más o menos ficticias charlas con amigos y colegas (Fernando Esponda y Rodrigo Alonso son dos de los interlocutores convocados) agrega al cierre una sesión con su terapeuta. En este plano, además, incluye una bienvenida y valiente asunción de su propia posición en el eje ideológico: se define como un liberal-progresista.

Por otra parte, el recorrido que propone no se limita a los astros y satélites del cosmos libertarian: a medida que avanza la lectura nos alejamos de sus órbitas para pasar a considerar los mismos problemas que ellos, pero desde la óptica de John Rawls y su teoría de la justicia, de Isaiah Berlin y su liberalismo pluralista, hasta llegar lejos, al temido “colectivista” John Maynard Keynes y aun al agujero negro Karl Marx. Por algún motivo, para representar el diálogo con el gran pensador alemán, Deagosto no recurre a la escenificación onírica de una reunión en el bar del cuadro Nighthawks de Edward Hopper, como hace con los demás intelectuales, sino a la de un encuentro entre una tabla ouija y un ejemplar de El capital. Es a ese fantasma de Marx, sin embargo, a quien le hace pronunciar la frase más esperanzadora de su obra: “A veces, las formas más radicales o grotescas de la sociedad capitalista no hablan precisamente de su buena salud, sino todo lo contrario”.

Leones y corderos: una historia personal del pensamiento económico, de Germán Deagosto. 524 páginas. Fin de Siglo, 2024.