En el edificio vasto, heteróclito y en permanente expansión de la literatura circulan por sus atiborrados corredores libros de variada factura que refieren a obras y autores. Biografías, autobiografías, semblanzas, epistolarios, tesis, tesinas, recopilaciones de artículos, ensayos, rejuntes de columnas periodísticas, memorias y un largo etcétera conforman esa mezcolanza librera leudada a la sombra de otros libros, cuya razón de ser no es estrictamente primaria –con todas las excepciones del caso, desde luego–, sino que crece, se edita y circula a modo de paratextos con lomo y portada. El valor de estas obras siempre está atravesado por factores tan disímiles como la autoridad (literaria, exegética, de mero testigo) de quien firma el volumen, así como por el eventual interés que su aparición puede significar para la iluminación de un determinado fenómeno de estudio (una novela, un escritor, un movimiento). Regido por mero capricho, y apelando a la biblioteca propia que rodea la escritura de esta nota, pueden mencionarse acá dos ejemplos en la materia, tan diferentes entre sí como dispares en sus resultados: el impresionante tomo memorialístico Mi hermano James Joyce (Compañía General Fabril Editora, 1961, con traducción de Berta Sofovich), de Stanislaus Joyce, en el que el hermano menor del autor de Ulises evoca los primeros 20 años de vida compartida junto al célebre autor, y el irrelevante panegírico Para Roberto Calasso (Anagrama, 2022), editado por Jorge Herralde y en el que varias voces pretenden homenajear al legendario presidente y director literario de la prestigiosa editorial Adelphi (volumen oportunamente diseccionado sobre esta mesa de operaciones). El revés y el derecho. Historias de libros, autores y afectos, del periodista español Juan Cruz Ruiz (1948), forma parte, ya desde el nombre, de esa reserva bibliófila mencionada anteriormente. Se trata, en este caso, de una selección de columnas periodísticas, convenientemente pulidas para su inclusión en forma de libro. Aparecido en la batalladora colección Lectores de Banda Oriental, a diferencia de los demás títulos de esa serie, el libro de Cruz Ruiz está embellecido por diversos dibujos de Fidel Sclavo, un elemento que no alcanza para salvar al volumen de su compacta insustancialidad.

Uno esperaría de un profesional de la prensa escrita y de la literatura como Juan Cruz Ruiz –animal de redacciones desde la adolescencia en su natal Tenerife, licenciado en Periodismo e Historia, uno de los fundadores del diario El País, director durante algunos años de la editorial Alfaguara y autor de una variada obra narrativa y ensayística– una mirada más incisiva o al detalle sobre los “libros, autores y afectos” que reúne en este libro. Tampoco ayuda que en un pasaje del hiperbólico prólogo que firma el periodista y escritor argentino Jorge Fernández Díaz se afirme que “es seguro que los filólogos, críticos y ensayistas literarios del futuro deberán consultar este ejemplar para comprender cómo las plumas de nuestro tiempo esbozaron el mundo”. Ah, lo olvidada: en la oración anterior el prologuista señala que los artículos reunidos en el libro aspiran “a una cierta eternidad borgeana”.

Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Salman Rushdie y Paul Auster son algunos de los autores que Cruz Ruiz aborda en sus columnas, siempre desde una cercanía que, a priori, le permitiría al lector conocer más detalles sobre el autor de marras, atisbar en su cotidianidad o aprehender alguna anécdota del siempre interesante (por sus permanentes iluminaciones y agachadas) mundillo literario. El problema es que Cruz Ruiz se queda en la imagen ya forjada en el imaginario de cada autor, da vueltas sobre episodios harto conocidos de cada cual y su condición de testigo aparece siempre desaprovechada, como si al final del día no tuviera nada novedoso para contar sobre los escritores. Hay momentos en los que derrapa hacia la lisa y llana cursilería, como al final de “Mario Benedetti, su esposa y una película de amor en tinieblas”, cuando al escribir sobre la imagen del anciano autor de La tregua junto a su compañera de vida por varias décadas, Luz López, expresa: “Ellos se quedaron con las llaves de todos nosotros, nosotros somos la casa en la que ellos vivieron, y esta no es una despedida sino el adiós para que vuelvan”. Algo parecido ocurre en “Un adiós a Onetti, oyendo llover en Los Ángeles”, texto que abre el volumen y que se dispara a partir del momento en que Cruz Ruiz se enteró de la muerte del creador de Santa María, el 30 de mayo de 1994. Luego de atar una serie de lugares comunes alrededor de los últimos años de Onetti en España, como su permanencia en la cama, y destacar que fue él quien editó en Alfaguara Cuando ya no importe (1993), subraya, a partir de la vecindad que compartieron durante un tiempo en Madrid, una cercanía que puede considerarse, en el mejor de los casos, dudosa: “En el tiempo en que desempeñé el cargo que me llevó a publicar el resultado de su genio, en el libro, en cuentos, ya éramos vecinos; desde mi casa yo veía colgada su ropa, y la de Dolly”.

Otro elemento que termina lastrando a este libro es la suma de valoraciones literarias hilvanadas al tun-tun, que no parecen provenir de un editor literario de fuste sino de un lector entusiasta que está comenzando a descubrir autores. Así, por ejemplo, en “El boom no se acaba nunca”, escribe sobre Cortázar: “Es cierto, vale decir, que ninguno de los libros posteriores [se refiere a Rayuela], marcados por la tentación (en la que cayó Cortázar) del compromiso político, le hicieron honor al mejor prosista que hubo en el Cono Sur, y acaso de la lengua española, después de Jorge Luis Borges, quien, por cierto, fue el primero en publicarle un cuento al gran cronopio”.

El revés y el derecho. Historias de libros, autores y afectos, de Juan Cruz Ruiz. Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2024. 160 páginas.