Saou Ichikawa (1979) fue galardonada en 2023 con el premio Akutagawa, uno de los más prestigiosos de Japón, por su primera novela, Joroba, y se convirtió en la primera persona con una discapacidad en obtener el galardón. La autora padece miopatía congénita y utiliza un respirador y una silla de ruedas eléctrica. La importancia de su condición radica en que la narración es llevada a cabo por una protagonista con iguales circunstancias. Su breve novela nos enfrenta a las complejidades del placer, la sexualidad y el cuerpo en una mujer de mediana edad que se encuentra en una residencia para personas sin autonomía física.

Más allá de las simetrías que puedan trazarse entre la autora y la protagonista, Ichikawa deja en claro que el punto focal de la novela es Shaka, una mujer de 40 años que vive en una habitación en una casa que comparte con otras personas con discapacidad y con los enfermeros que allí trabajan. Desde el comienzo, la narradora nos instala en la soledad de su habitación y en su rutina para moverse en la cama, ir al baño, salir de la residencia, leer, e incluso en su capacidad de socialización a través de las redes.

La vida de Shaka se orienta en la red X (antes Twitter), donde escribe confesiones mordaces que generan controversia entre los usuarios. “Me gustaría saber qué se siente al abortar. Imposible imaginar un feto creciendo correctamente dentro de este cuerpo retorcido que tengo”, dice uno de sus posteos. La narración se centra no sólo en su presencia digital, sino también en su trabajo y estudio. Cursa seminarios constantemente porque tiene mucho tiempo, pero además trabaja como cronista y escritora para medios de comunicación. La temática principal de su escritura es la esfera íntima, aunque no desde su perspectiva, sino desde la investigación y también desde la ficción. El núcleo de sus lecturas y su escritura es la sexualidad y las constantes preguntas acerca de una posible experiencia erótica si no tuviera esa condición de salud.

Shaka nos ofrece, a partir de su historia, una pincelada sobre la soledad y el abandono, teniendo como marco la sexualidad, la reflexión sobre la corporeidad y el deseo de una mujer que permanentemente se interroga acerca del placer y su negación, no sólo por cuestiones físicas, sino también por la mirada del otro, que no deja de observar desde la infantilización.

La novela, ágil en su narración, es un texto introspectivo que, a modo de monólogo, nos hace vivenciar el plano sensible de la protagonista, pero también sus diversas facetas en línea tanto en la ficción como en la crónica. Esa esfera creativa está cargada de experiencias sexuales y aparecen, por ejemplo, la prostitución de una joven veinteañera que estudia literatura y seduce a sus clientes con su ingenuidad y delicadeza: “Sólo quería ganar dinero de la forma más fácil posible y no quería ser exigente ni con el lugar ni con los clientes”, y también las narraciones ambientadas en clubes swingers de moda, donde la descripción pornográfica queda desmantelada ante lo directo de sus palabras: “Me llamo Mikio, soy un escritor freelance y me habían encargado un reportaje de incógnito sobre uno de los clubes swinger más legendarios de Tokio”.

Las dimensiones digitales y literarias quedan en total contraposición con la vida misma, que es rutinaria, triste y agotadora, ya que la lucha por sobrevivir está en cada detalle: “Sostener con ambas manos un libro abierto de tres o cuatro centímetros de grosor hacía sufrir mi espalda más que ninguna otra actividad”.

Si algo puede destacarse de esta narradora es la sensibilidad para tratar el universo escondido ante los ojos de la normalidad. El prejuicio de los otros, las miradas victimizantes y, sobre todo, la infantilización hacia la protagonista nos acercan a una forma de juicio que condena y hostiga a lo diferente. Sin embargo, a través de un lenguaje crudo, nos plantea la vida de esta mujer como parte de una existencia carnal, donde el placer y el deseo también tienen lugar, y su exploración desborda cualquier pensamiento moralizante.

La soledad y la melancolía tiñen estas páginas con una magistral transparencia que intercala los pensamientos sórdidos y los bajos instintos para acercarnos a un mundo oculto ante la perspectiva hegemónica de los cuerpos, los placeres y las diversas formas del devenir erótico que podemos explorar.

Joroba, de Saou Ichikawa. Traducción de Andrés Barba Muñiz. 124 páginas. Letras de Plata, 2025.