Plantado en los umbrales, De cine somos. Estrenos de otro siglo, de José Wainer, puede parecer un libro antojadizo. Pues mientras, abiertamente, de compilación de escritos de una vida se trata (incluye textos de los semanarios Marcha y Brecha, del quincenario Asamblea y del mensuario Relaciones, producidos entre la década de 1960 y la de 2010, recopilados y ordenados por Rita Pessano), descarta, de plano, la insípida antología de las “mejores películas extranjeras de todos los tiempos” y, en su lugar, da al lector otra cosa, imponiéndole sabrosas inferencias sobre objetivos y criterios.

En realidad, todo el libro conmina –convida, constriñe– a las deducciones, los ejercicios; hace guiñadas. Para empezar por su título, cuyo origen se devela en la página 111, es decir, exactamente la mitad del volumen. Como cayó hace tiempo el antiguo embeleso con la numerología, no comento el número y tampoco esa coincidencia del diagramado. Pero sí, a riesgo de desbarrancar en arriesgadas sobreinterpretaciones, es pertinente pensar que ese título –o casi ese título, porque tiene mínimas variantes– aparece en la reseña sobre Estado de sitio (1972), la película en la que el director griego Costa-Gavras, junto con el guionista Franco Solinas, trataron, con (casi) todos los recaudos del caso, el episodio de Dan Mitrione en 1970, el aparato represivo estatal, la guerrilla. La película fue vista en Uruguay, por razones obvias, una vez terminada la dictadura. Así, el título que en la tapa se fingía inocente, y casi un lugar común, no puede sino resignificarse y meterse en buena parte de lo que importaba en esa época y sigue importando: cruces (discursivos y materiales) entre nosotros y los otros; memoria, política, relato. Toma vuelo, da otra vuelta.

Si desde 1895 nos podemos ponderar construidos, todos, por las imágenes en movimiento, en este caso, la frase se vuelve más específica, incisiva. Somos de cine, pero hechos por el cine de otros, por el cine extranjero, por el cine (greco)francés. Con todo lo que eso tiene de problemático. Piénsese en la más candente actualidad, con la necesaria múltiple toma de distancia, en el debate sobre la indebida apropiación de matriz neocolonialista de “lo mexicano” o “lo trans” de la producción (de nuevo, francesa) Emilia Pérez. La nota sobre Estado de sitio es, también, un llamado a quien lee y quien ve. Porque si, en términos generales, la nota (y el título que de ella se desprende, por supuesto) hacía cavilar, desde Brecha en ese 1985, sobre la sustancia que nos constituye, en términos concretos, preguntaba directamente por las modalidades de la fruición de esa película que nos retrataba, para nosotros como uruguayos: “Nuestro espectador tiene […] una función inevitable que cumplir: la película nació valiendo tanto por lo que nos dice de nosotros como por lo que espera que aquí a ella misma le sea dicho”. Sin dudas, este es el mejor ejemplo de una apelación continua al espectador, de la necesidad de mirar crítica y activamente, pero no el único.

Wainer entabla un diálogo –de la mejor clase, si la fría objetividad de esta reseñista puede interrumpirse por un instante y desbalancearse, aplaudir, festejar– con un lector y una lectora que supone leídos, vistos, eruditos, además de firmes latinoamericanistas. Sólo así puede entenderse esa prescindencia tan elegante del relato de la trama en las notas; algo que podríamos pensar como una de las cifras más sobresalientes de su estrategia retórica.

Para el crítico, dos o tres líneas –y a menudo ni eso– bastan para emprender un discurso que del film en cuestión se aventura en saltos (mortales y, al mismo tiempo, vivísimos, seductores) hacia la entera obra del director; la reflexión sobre una línea, tendencia o género; incluso sobre la historia del cine tout court. En última instancia es, precisamente, esta última cifra –la historia del cine en clave situada– en la que en este libro, y va de suyo, Wainer da su mayor aporte. Y aquí vale un alto: si el volumen no selecciona película alguna de cine nacional (amén de que, en su penúltima página, dedique un elogiosísimo parágrafo de su balance de la temporada 1967 a Elecciones, de Mario Handler y Ugo Ulive), lo nacional entra, cabalmente, no sólo a través de los reenvíos a la crítica local, sino específicamente a la necesidad de un posicionamiento nacional, en todo momento. En este sentido, resulta exquisita, por los cruces gráficos, geográficos, históricos y culturales que genera, la elección para la tapa del dibujo que Yenia Dumnova publicó en Marcha en 1967 de Una condesa de Hong Kong.

Recorridas sus páginas, para retomar el principio, no resulta nada antojadiza ni la selección de directores, de Antonioni a Tarkovski, pasando por Bergman, Chaplin, Herzog, Solanas, Getino, Russel (son todos hombres, a excepción de Marceline Loridan-Ivens, pero pesa tanto el otro Ivens que Marceline casi no aparece), ni de películas, de Zabriskie Point, El silencio, El Decamerón a Fitzcarraldo. Los unos y las otras no fueron, en cada momento, sino ocasiones para reflexionar sobre un campo históricamente atravesado por los embates de la industria y la política, por las taras del colonialismo y el eurocentrismo, pero también para proponer un medio capaz de instituirse, como señala a propósito de La hora de los hornos (1968) en –aquí Wainer se sirve de Mariátegui– “acción escrita”, de –aquí se sirve de Mario Handler– implementar un lenguaje que “se simplifica, se hace poco sutil, se hace duro y maniqueo, pues en ese lenguaje debe contestar el oprimido a la violencia irrestricta del opresor”.

Si en todo el libro serpentean las marcas del impulsor de un cine (político) uruguayo, y latinoamericano –que también fue y es Wainer, y acaso del fundador –junto con Handler, Walter Achugar, Mario Jacob, Gabriel Peluffo, Walter Tournier, Rosalba Oxandabarat, Alejandro Legaspi y otros y otras– de la Cinemateca del Tercer Mundo (C3M), en este borde último, esas marcas se vuelven algo más concretas. A ellas se refiere Agustín Courtoisie en el prólogo del libro, remitiendo, fuera de él, al estudio “Crítica emergente para un nuevo cine político en Uruguay: el caso de José Wainer (1965-1971)”, escrito por Isabel Wschebor para el libro La crítica uruguaya ante el cine nacional, editado por Mariana Amieva y Germán Silveira. Y Wschebor a su vez dirige, para pensar la C3M, a los escritos de Mariana Villaça y Cecilia Lacruz. Bibliografía (y nombres) que da cuenta, para el caso específico, de cómo se viene reflexionando en los últimos tiempos sobre la historia (crítica) de nuestro cine; cómo se instaló, en clave académica, esa reflexión, y cómo, en definitiva, se están entablando nuevos diálogos con las lectoras y los lectores. La publicación de De cine somos. Estrenos de otro siglo –libro cinéfilo que coquetea, pero también se escapa, haciendo piruetas, del canon más evidente– supone volver a revisar aquellos diálogos, pero también participar en los nuevos.

De cine somos. Estrenos de otro siglo, de José Wainer, 2023.