A esta altura el público general conoce de sobra al género superheroico. Incluso quienes apenas podían identificar a Superman o Batman saben, gracias al cine, que hay un montón de personajes con poderes que periódicamente defienden el mundo (o tratan de destruirlo), camuflan su identidad secreta con antifaces y nombres en clave, y tienen predilección por los colores primarios en la vestimenta.

Sin embargo, hay un elemento que quizás no tengan tan presente, excepto que hayan visto unas cuantas películas del Universo Cinematográfico de Marvel (y, en tal caso, ¿seguirían siendo “público general”?). Parte del éxito de los cómics de superhéroes es el concepto de universo compartido. Las superpersonas conviven con sus colegas, o se cruzan para tener aventuras, y cada tanto (especialmente en el verano yanqui) se juntan todas las del mismo universo para enfrentar alguna amenaza cósmica.

Tomando ese concepto y transformándolo en un género en sí mismo, en 1995 surgió el cómic Astro City, con guiones de un experto en esta clase de narrativas como Kurt Busiek, junto al dibujante Brent Anderson. La llegada a la biblioteca digital de la editorial Planeta del primero de seis tomos denominados Metrobooks, que contiene los primeros años de esas aventuras, tiene lugar en pleno auge de una sensibilidad menos cínica y deconstructiva (la próxima película de Superman es el mejor ejemplo) y vuelve a la compilación un material esencial.

Este Metrobook contiene 19 números: el primer volumen de seis números, 12 números del segundo volumen y un numerito especial. Y esos primeros seis números son la hoja de todo lo que vendría después, porque la serie continúa publicándose en nuestros días. Kurt Busiek tenía seis balas en su revólver y decidió homenajear a los universos compartidos con media docena de joyas. Todas transcurren en la ciudad del título, similar a la Manhattan de Marvel, o una mezcla de Metrópolis, Gotham City y algún otro rincón de DC.

La primera historia está contada por su Superman, porque en este homenaje no faltan versiones, remixes y homenajes a los arquetipos del cómic de superhéroes. Si hasta Marvel tuvo que inventarse un Superman, aunque fiel a su estilo lo llenó de problemas internos, y puede verse en Thunderbolts. Samaritan (o el Samaritano) está tan obsesionado con maximizar su tiempo, que cronometra los trayectos entre cada emergencia, cada salvataje, cada reunión con otros superhéroes. Ya no tiene vida privada, porque eso le impediría salvar a más personas. Y cuando finalmente duerme por las noches, sueña con volar. Es un concepto sencillo que el dibujo de Anderson explota a la perfección.

Pero para entender realmente Astro City hay que llegar a la segunda historia, porque está protagonizada por civiles, fundamentales en todo universo compartido. En este caso, un periodista veterano y uno en ascenso conversan (y hasta discuten) sobre cómo hacer la cobertura más correcta de los encuentros entre héroes y villanos. Y al número siguiente el protagonista es un pillo, pero no uno con poderes e ínfulas de conquista, sino un pobre diablo que descubre por casualidad la identidad secreta de uno de los héroes y eso le termina arruinando la vida. (Había un capítulo de la serie animada de Batman que trataba muy parecido a un pobre diablo que creía haberlo matado.)

Ese primer volumen está compuesto por seis joyas autoconclusivas, pero que van dando pinceladas al mundo Astro City. Conoceremos el barrio en el que ocurren todas las historias relacionadas con lo mágico y lo macabro, veremos a un extraterrestre que recopila información sobre los paladines, y en un cierre que vuelve a la primera historia el Samaritano tendrá una primera cita (¿y última?) con la versión de la Mujer Maravilla de ese universo.

En todo momento el arte de Brent Anderson (presencia constante en los diferentes volúmenes) tiene la mezcla justa de la forma moderna de contar historias con los estilos clásicos, en especial de los años 1970, antes de que los cómics de superhéroes abrieran la puerta a toda clase de estilos, lo cual les hizo muy bien.

En los siguientes 12 números, Busiek toma más confianza y empieza a contar historias más ambiciosas. Después de un nuevo número introductorio (esta vez le preguntan a una persona “por qué” vive en esa ciudad en la que siempre están peleando dioses contra demonios) arrancan arcos que necesitan más de un capítulo, como el de la hija preadolescente de los Cuatro Fantásticos de Astro City (que no son tan parecidos, pero claramente estuvieron inspirados en ellos). La jovencita vive entre aventuras, pero solamente quiere jugar a la rayuela con gente de su edad.

El siguiente arco se lleva gran parte del libro y tiene como protagonista a un patiño (un “Robin”) que termina trabajando para el “Batman” de ahí y descubriendo su oscuro secreto, mientras los extraterrestres de aquel número anterior regresan con todo y se produce el primer gran zafarrancho mundial (en DC lo llaman “crisis”). El segundo volumen termina con la historia de un villano que quiere crédito por sus delitos y una visita de hijos de futuros potenciales, otro elemento siempre presente en esta clase de cómics.

La última historia, publicada originalmente como un especial, es la mejor de todas y construye sobre las consecuencias de que existan “crisis” que reescriben periódicamente la cronología. Voy a dejar que la descubran ustedes, y vean si se les pianta algún lagrimón sobre el monitor o la tablet.

Astro City n° 01/06, de Kurt Busiek y Brent Anderson. 499 páginas. Planeta Cómic, 2025.