¿Cuándo arrancaste a pegar en la calle?

En 2017. Empecé con stickers, en formato pequeño, en las columnas, bares, baños, cualquier soporte. Después hacía el tamaño A4 en impresión láser. Nunca me interesó, o al menos no va por ahí mi búsqueda, explorar los formatos o técnicas o tecnologías de impresión, como serigrafía, grabado.

El premio en el Salón Nacional de Arte Visuales fue un texto, pero firmado como Casa de Balneario también.

Fue un relato pegado en los muros del Espacio de Arte Contemporáneo que se llamaba “Ella tiene veneno”. Es como otro formato dentro de Casa de Balneario. Era una pegatina específica, en blanco y negro, como un dibujo bruto. Lo pegamos en las paredes exteriores del museo. No fue la última vez, porque después pegué afuera para el proyecto de Ghierra Intendente. Pero nunca más, porque esas pegatinas en muros exteriores necesitan mucho. La luz, el sol: tenés que ir cada semana a mantenerlo.

¿Nunca paraste en todo este tiempo?

No. Me encanta pegar, es como una forma de intervenir las ciudades a las que voy. Principalmente esta que es donde vivo, pero también las que visito.

¿En qué ciudades?

Hay pegatinas en Buenos Aires, muchísimas. Pegué en Ciudad de México, poco, pero pegué. Después también hay muchísimas en Barcelona, adonde voy muy seguido, porque también hice muestras de los dibujos en diferentes salas de exposiciones. Y también en Berlín hay muchísimas.

¿Tenés que hacer alguna adaptación para mostrarlas en otras partes?

No. Llevo las mismas. Aparte, me gusta usar expresiones bien rioplatenses o bien uruguayas. Mucho imperativo con agudas, estas cosas que se usan acá. Me gusta hacerlo así porque es la forma en que yo uso las palabras. Entonces, nunca adapto nada. Solamente el idioma, al inglés, en Alemania.

Foto del artículo 'Activismo gráfico y literatura: Casa de Balneario/Germán Di Pierro'

¿Qué artistas o activistas visuales te interesaban cuando empezaste?

El arte urbano siempre me interesó. Me gusta ir por la calle y mirar las paredes, voy mirando qué hay en lo pintado o pegado. Eso siempre me dio placer recibirlo. Después empecé a dibujar y me pregunté “¿dónde hay gente para que vea esto?”. Y dije, “en la calle”. Fue como una forma de mostrar lo que estaba haciendo. Me pareció que valía la pena ser encontrado, sin saber si iba a gustar o no. Me animé. Fue un poco atrevido decidir “esto lo voy a pegar”. Pero me gustaban las pegatinas en la calle, así que por qué no hacerlo yo.

Y ya habías publicado dos libros de relatos antes de salir a pegar, Aparato reproductor (Yaugurú, 2010) y Pólvora (Pez en el Hielo, 2017).

Bueno, hice unas instalaciones, pero mejor olvidarlas. Lo único que tienen en común con esto es que también hay una aspiración al relato. Siempre hay como una historia, una anécdota.

Es cierto que muchos de tus pósteres son microhistorias, no son sólo consignas.

O la consigna sugiere o evoca algún conflicto, una anécdota, o algo que se dijo antes. Pero el trabajo con el que gané el premio y algún otro que he pegado en la calle directamente son relatos. Siempre está de fondo esa estructura narrativa que tienen los cuentos, y que me interesa siempre. Es otra forma de decir lo que estoy diciendo en los dibujos, pero de forma más...

Antes de saber que también eras Casa de Balneario llamaba la atención lo enfocados que estaban tus relatos en cierto mensaje. Todos tus cuentos hablan del mundo del trabajo. Y con el arte callejero vas por el mismo lado, además de otros mensajes “compatibles”. Hay una especie de militancia.

Es intencional. Me preocupa y solamente me importa hablar de eso. Como escritor o ilustrador sería muy difícil abarcar otros temas, no me interesaría hacerlo. Me importa hablar, pronunciarme sobre eso.

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Sos profesor de Literatura. No es que te falten referencias, en todo caso.

No, claro, es un interés mío. Pero, aparte, como que viene hacia vos. Ya en mi primer libro aparecen las temáticas clarísimas. Es como un tópico que aparece y que es de lo que hablo. Es como un tema favorito, una obsesión, aunque abordada desde diferentes lugares. Porque también es un desafío para mí trabajar ese mismo tema, pero con diferentes tratamientos, diferentes personajes, diferentes relatos, diferentes situaciones, diferentes perspectivas también, diferentes formas de abarcar el humor. Y eso es Casa de Balneario también, ¿no? Sólo que busco abordar el tema desde la ilustración, desde el póster, desde algún otro formato.

En la tapa de Aparato reproductor hay una especie de insecto, lo que me hizo pensar en Kafka ya antes de leerlo, y luego encontré muchos elementos de lo “kafkiano-uruguayo”. El tema de la pequeñez, una denuncia del mundo laboral al que se accede sólo a través de contactos.

Claro. Llegar a un trabajo porque conocés a alguien, o sos el hijo de alguien. Es una realidad de Uruguay. Los empleos a nivel privado se consiguen así.

Y algunos públicos también. Mirá el tema de las intendencias.

Es cierto. Pero es una forma de señalar algo que está ahí, eso que hago con los cuentos y con los dibujos. Señalar más que nada. Mostrar, llamar la atención sobre una situación concreta del mundo laboral, del mundo del consumo, del manejo del dinero. Por ejemplo, el cuento “Carrera de ratas” es sobre alguien que está toda la historia intentando llegar a un empleo, tiene reuniones de trabajo, y termina no quedando –bueno, voy a contar el final del cuento– porque le dicen que el elegido es sobrino del dueño.

Ese libro estaba lleno de alusiones, muchas bastante cómicas, a figuras del Partido Colorado. ¿Es porque era el partido más asociado al poder históricamente?

Sí, ahora ya pasó mucho tiempo, pero en Pólvora, que es de 2017, usé motivos de la crisis de 2002. La renuncia de Alberto Bensión, el ministro de Economía, un hecho histórico que en mi narrativa es referente. La crisis también, la llegada del efectivo para “salvar al país”. Hay muchos hechos históricos que me llaman la atención porque son como novelescos, son como anécdotas muy concretas que me sirven de fondo para los relatos. En mi libro de 2010 era todavía más reciente toda esa crisis, entonces era un escenario que era preferible para lo que yo contaba, porque los personajes estaban desesperados por un trabajo, por pagar el alquiler; esa necesidad de dinero era más dramática en ese contexto. Ahora estoy escribiendo cuentos nuevos y lo sigo usando. Es como otra obsesión más. Porque me gustan los escritores que tienen motivos recurrentes. Épocas recurrentes o personajes que se repiten como marcas de identidad.

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Foto: Alessandro Maradei

Bueno, si alguien lee un par de cuentos tuyos o ve un par de pósteres seguro va a identificar tus trabajos. Siempre hay un tema que acá nos resuena: el trabajo como sufrimiento, como padecimiento. En las ilustraciones el tema es más bien el de que la plata no alcanza, eso de que “tengo dos trabajos”.

De hecho, hice un fanzine que se llama Dos trabajos, porque tengo una cantidad de dibujos sobre eso. La expresión suena bien, además. Es una realidad que está naturalizada acá, el pluriempleo, pero en otros lugares no es tan así, tener dos trabajos y que no te alcance. Esa una realidad propia de Latinoamérica. Busco señalarlo con humor, porque todos los temas que trabajo en Casa de Balneario son dramáticos de un modo, y creo que el humor un poco amortigua el abordaje de esos temas no tan felices. Me pasa en muchas ferias en las que vendo los dibujos que me dicen “me río por no llorar”. Es un efecto muy recurrente, una devolución muy común. Porque tiene ese efecto reírse de algo que no es gracioso: vivir trabajando o trabajar y que no te alcance para pagar alquiler.

Hay otra cosa que está un poco más escondida que sería el consumo de “baja calidad”, tipo, me mato para comprarme un celular.

Hay un juego con eso. Es como una sátira. El consumo, el consumo, el consumo. Ese concepto de trabajar para comprar un bien que creo que me va a hacer feliz. De hecho, hay muchísimos dibujos donde el motivo es un auto, un teléfono. Porque en Casa de Balneario funcionan no sé si como símbolos, pero sí como motivos que representan, más allá de la idea de consumo, los deseos que nos inventamos. Todo lo que supone que tenemos que tener: el último teléfono, el mejor auto. Y todo caro.

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Además, me gusta dibujar autos; teléfonos no tanto. Pero me sirve para mostrar ese deseo de un bien material que me va a conducir a la felicidad según la publicidad. La sociedad en la que vivimos promueve esa idea.

También describe a una generación que no consigue vivir como se supone que debería. La persona que no vive sola, en realidad, vive con un amigo, porque si no, tiene que volver con los padres. O, como en muchos dibujos tuyos, alguien que está con una pareja que ya no quiere por la casa.

Son relaciones condicionadas por lo económico. Pero las hay en todas las edades, no sólo en los jóvenes. Gente que sigue junta porque comparte gastos. Esas condiciones te van limitando, obviamente. Pero creo que eso sí trasciende el Río de la Plata. Yo, por ejemplo, he pegado mucho en Barcelona y el tema del alquiler allá es increíble. Mis ilustraciones sobre ese tema han tenido una recepción impresionante. Me llama la atención cómo se entienden, cómo la problemática es la misma. Nunca viví en Barcelona, pero percibo que es una problemática que está latente. Esa dificultad para pagar el alquiler, ese compartir un apartamento con alguien porque no te alcanza. El vínculo del alquiler con la relación de pareja está presente.

“No lo amo pero no pago alquiler”, dice uno de tus dibujos.

Es también una sátira a la idea del amor, ¿no? Cómo el amor a veces está condicionado por otros factores que no es el sentimiento, o no puramente.

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¿Dibujás y pegás para llegar a lugares donde no llegan los libros?

En realidad fue como una necesidad. Primero que nada, a mí me gusta dibujar. Y volví a hacerlo. Terminé medio de forma azarosa. Estaba dibujando para un fanzine y terminé dibujando, haciendo póster con frases sobre el trabajo, porque en el medio está mi obsesión. Salieron sobre ese tema y no otros. Y sí, fue como otro formato que encontré para decir algo. Las artes visuales están en mi biografía. Hice instalaciones hace muchos años, había hecho también alguna exposición. Estudié años en Bellas Artes. Es un área a la que no llegué de cero; más bien volví con Casa de Balneario.

Pero sí, este formato de póster y dibujo y texto fue una forma de apropiarme también de la calle. Yo estaba caminando y me involucraba con lo que estaba pegado. Pensé también que a otras personas les podía gustar ver lo que yo estaba haciendo. Me camuflé en el título Casa de Balneario, no usé mi nombre, un poco siguiendo una tradición de arte urbano.

Hubiera sido raro que firmaras los pósteres con tu nombre.

Sí, y aparte es un proyecto que hoy por hoy trasciende el arte urbano: también se hacen fanzines, se venden pósteres.

¿Cómo te llevás con las redes?

Es una forma de difundir lo que hacemos en la calle, es parte también del proyecto Casa de Balneario. Ahora es un proyecto de intervención urbana. Intento registrar en las redes lo que hacemos en las ciudades, pero no me interesa empezar a trabajar directamente en las redes, si bien es verdad que gracias a las redes llego a muchas más personas. Gente de países donde no he estado pegando llega por las redes sociales, más que nada Instagram. Pero Instagram es un registro de lo que se hace en la calle.

Y esta edición en libro, en ese esquema, ¿qué es?

Es otra forma de mostrar los dibujos. Es otro soporte, si se quiere. No soy ingenuo, obviamente el libro tiene un valor legitimador. Es capaz de colocar la obra en otro lugar, culturalmente. Quizás llegue a otro público también con el libro. Y también tiene un valor, si se quiere, recopilatorio.

Porque es efímero lo que se hace en la calle.

Exactamente. Alguno dura bastante, pero está en la calle. Y el libro, como también las fotos en las redes, tiene esa capacidad de hacerlo durar un poco más.

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Recuerdo que en la época en que empecé a ver tus dibujos había cerca grafitis de Plef.

Sí. Un referente. Como otros, es una figura que vale la pena recordar.

¿Y qué te interesa ver hoy?

Más que el mural, más que el grafiti, siempre me llamó la atención el papel pegado. Sea original, sea copia, pero me parece interesante. Ahora, por ejemplo, acá cerca hay pegatinas de Arte Alba. Me parece una propuesta actual interesante, porque pega originales, también tiene sus motivos recurrentes. Me importan en general los artistas o propuestas que tienen temáticas que se repiten, algo que puedo identificar. Hay muralistas que me gustan mucho, como El Santo. Me gusta eso, tiene esa línea del dibujo del tarot.

En México debés alucinar entonces.

Sí, me morí, sí. Es increíble la explosión visual de esa ciudad. Me dio miedo pegar, porque allá la Policía... No conozco tanto, no viví ahí, entonces era como caer a la nada, y hay que tener cuidado. No olvidarse de que, en general, es un acto delictivo la pegatina, entonces hay que manejar bien los tiempos, los espacios.

¿Tuviste problemas acá alguna vez?

Acá no. Fui detenido en Berlín. Me llevaron esposado. Por eso ahora me gusta más pegar allá. Voy mucho a esa ciudad porque he hecho muestras, he hecho exposiciones y vendo en algunas galerías. Me nutre muchísimo Berlín. No puedo ir a la calle porque estoy fichado, pero hay algunos muros que están como permitidos en la ciudad, yo los conozco, y ahí pego.

¿Cómo es el asunto de comercializar?

Honestamente, no es un fuerte de Casa de Balneario. No es una prioridad tampoco. No vivo de esto, tengo otro trabajo, entonces no es algo que me preocupe. Siempre intento priorizar más la propuesta en tanto proyecto de activismo gráfico. Por eso, por ejemplo, hay formatos que no me son tan seductores o hay soportes para imprimir los dibujos que no me han importado tanto, aunque me los han ofrecido. Me sigue interesando respetar el perfil Casa de Balneario como una propuesta de activismo y de pronunciamiento de situaciones de la ciudad en la que vivo que me importa señalar. Por ejemplo, hacer impresiones en gorros está buenísimo, y me encanta, pero no es algo que me interese particularmente. Por eso siempre me mantengo, hasta hoy, en el formato póster y en el formato stickers, y también en el fanzine. Son los soportes que usamos para difundirlo. Y el libro es lo que nos faltaba.

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¿Estás escribiendo?

Estoy trabajando en un libro de relatos nuevo. Y, por supuesto, va a tratar sobre lo mismo. El estudio está en trabajar esa temática de un lugar interesante o nuevo, distinto.

Cuando el tema es fijo se puede jugar con la forma. A veces usás los géneros. Hay un cuento tuyo que al principio parece una historia de vampiros.

Sí. En Pólvora hay uno sobre un hombre que persigue a otro, parece que lo van a robar. Es como una aventura medio neurótica, más psicológica. El tema está presente, pero en una digresión, donde habla de la presencia, de que hay que trabajar, hay que estar listo para trabajar. En algunos hay como un desliz, pero este libro que estoy trabajando sí tiene esas temáticas más clarísimas. Y sigo dibujando siempre. Ha ganado terreno en mi vida laboral y personal el dibujo. Por suerte sigue habiendo inspiración, sigo teniendo frases.

Trabajo para alquilar, de Casa de Balneario. 160 páginas. Microutopías, 2025.