Las relaciones entre las ideas y los partidos políticos, de los escritores y artistas con las ideas y los partidos políticos, y todas las combinaciones posibles entre las partes es el objeto del nuevo trabajo del profesor e investigador Oscar Brando. Los partidos políticos y las ideas debería llevar como subtítulo “una mirada desde la literatura”, porque aunque introduce ejemplos de las artes visuales, el cine o la música, el eje que vertebra el ensayo en lo fundamental es la literatura. De hecho, las imágenes que ilustran cada capítulo son retratos o fotografías de escritores: Dámaso Antonio Larrañaga, Eduardo Acevedo Díaz, Justino Zavala Muniz y Mario Benedetti. Si bien los capítulos enlazan períodos, estéticas, ideas políticas y temas variados, e incluso llevan títulos genéricos como “Estética y política”, los autores elegidos, al menos los últimos tres, son el eje sobre el que giran los capítulos.
Que quede claro: el señalamiento no es una crítica en sentido estricto –después de todo, la literatura es parte de la cultura y, como dije, el ensayo por momentos desborda esa expresión cultural–, pero digamos que la noción de cultura que estructura el libro y lo sostiene pone a la literatura en el centro. Y la literatura que pone en el centro es el canon más o menos estable de escritores y escritoras uruguayas desde el siglo XIX hasta 1972. No debería extrañar a nadie; después de todo es el campo del que proviene y que conoce muy bien Brando, cosa que puede constatarse con sólo indagar en los libros y artículos que viene publicando desde hace décadas, y también puede verse en su actividad docente y en su trabajo como editor en Ediciones del Caballo Perdido.
Los partidos políticos y las ideas es un ensayo con todas las letras. Se trata de un recorrido propio, original, que recoge, analiza y pone en diálogo el conocimiento producido por distintos investigadores e investigadoras a la luz de una conjetura, o varias, respecto a un problema central para la literatura y las artes en general, que es la relación compleja, fluida y tensa con la política, con las ideas políticas y con la política partidaria. El punto de partida y de apoyo es un ensayo de Carlos Real de Azúa, a quien Brando dedica el libro y denomina como “maestro involuntario”, publicado en 1958 bajo el título “Partidos políticos y literatura en el Uruguay” en la revista Tribuna Universitaria. La obra de Real de Azúa, y no sólo este artículo, aparece en distintos momentos del ensayo y también impregna el estilo de Brando en un detalle para nada menor: las largas notas al pie que a veces son derivas hacia nuevos temas y conjeturas.
El ensayo de Brando, como dije, recorre la producción de conocimiento sobre la literatura uruguaya de las últimas décadas. Este hecho, que define en parte al ensayo como modo discursivo, no implica de ninguna manera opacar el hecho de que se trata de un recorrido propio, singular, plagado de conjeturas sugerentes y preguntas abiertas, que por eso mismo implican una producción de conocimiento nuevo, incluso de miradas nuevas sobre datos conocidos y repetidos muchas veces acríticamente, que demuestran que a veces alcanza con cambiar el punto de vista para decir una o muchas cosas interesantes.
Entre esas rupturas que provoca colocar la relación entre política y literatura como eje del recorrido está la de volver a pensar la relación entre la vida y la obra del escritor. La exploración de datos biográficos de distintos escritores y escritoras puestos al servicio de las conjeturas de Brando resulta muy productiva y aporta una mirada necesaria para pensar la literatura uruguaya. En América Latina el ensayo fue, y es todavía, un espacio necesario y legítimo para la producción de conocimiento original, y este libro lo demuestra con nitidez.
Hacia el final del libro, Brando describe el procedimiento del ensayo: “Convencer y seducir”. Se aplica cabalmente a Los partidos políticos y las ideas, que establece idas y venidas entre posiciones más o menos alineadas a las doctrinas partidarias, pero también la historicidad de esas posiciones y los cambios que operan no solamente en las ideas políticas sino también en las ideas estéticas de escritores y escritoras. Las personas que lean el ensayo encontrarán muchos tramos en los que se verán persuadidas por las ideas de Brando y otros en los que no; ahí está la gracia de este ensayo, y del ensayo en general.
Por último, pero no por eso menos importante, el trabajo tiene la pretensión de elaborar una mirada panorámica muy necesaria, porque establece mapas y abre nuevos caminos. Y junto con esa característica, algo perdida en el ensayo local, hay también una vocación didáctica, que se expresa en secciones destacadas gráficamente con una línea a la izquierda de la página, en las que Brando introduce un caso particular o rastrea un tema. Lo mismo ocurre con las imágenes que ilustran los capítulos, y que es una lástima que no formen parte del análisis del autor.
Uno de los momentos en los que la seducción no funcionó conmigo fue al inicio, cuando Brando adelanta que su recorrido terminará en 1972. Me parecía importante llegar al hoy: cómo llegamos hasta aquí, qué podría decirnos la historia de la literatura uruguaya para pensar el problema planteado, cómo es la relación entre Estado, partidos políticos, arte y artistas en el presente. Pues bien, resulta que Brando hace varias incisiones en el pasado que revisa para pensar el presente –algunas explícitas, otras implícitas–, pero está claro que las preguntas surgen también de su lugar y momento de enunciación. Al final, sin convencerme, Brando seduce de todas formas. Y además, como si lanzara una promesa de campaña, anuncia un segundo libro que espero, esperamos, con ansias.
Los partidos políticos y las ideas. Una mirada desde la cultura. 208 páginas. Estuario, 2024.