“No nacimos de esta fórmula tan pasajera, tan austera, tan así”, dice el pegadizo estribillo de la canción. La letra de “Profundo”, una composición de la cantautora y poeta Melaní Luraschi, con la colaboración de Julieta Rada, evoca el deseo de eludir la volatilidad de estos tiempos, lo intrascendente y lo efímero, y apela a un sentir hondo.

la diaria conversó con Luraschi sobre la búsqueda de una voz propia, sus inspiraciones e influencias musicales, el lugar de las mujeres en la música uruguaya y la pandemia. Por más redundante que resulte, no es posible esquivar el asunto. ¿Cómo ignorar el inesperado batacazo sobre todas las formas artísticas y, en especial, a las que requieren de la presencialidad?

¿De qué forma llegó la música a tu vida?

Mis primeros indicios del arte se dieron en el teatro. Arranqué desde muy chiquita. El arte siempre estuvo en mi vida y siempre supe que me iba a dedicar a algo artístico. Sabía que la creatividad era algo que estaba en mí. A los 16 empecé la Escuela Maldonado de Arte Escénico y una profesora me invitó a formar parte de un grupo de canto y teatro. Empecé a ir a clases particulares y descubrí que cantar me generaba cosas y que quería seguir haciéndolo. Después me metí con la guitarra y vi que ese era mi camino. A la par empecé a escribir poesía. Me nacía escribir.

Me costó mucho llegar a sentirme música. Es algo loco, porque al no venir de una familia de músicos, me sentía más de la escena. Después apareció Eduardo Larbanois y me mostró muchas cosas del oficio que yo venía haciendo por intuición y de loca. Ahora sigo en este camino y ya no hay vuelta atrás.

Decís que te costó identificarte como música… ¿te considerás una persona muy exigente contigo misma?

Yo siento que soy re exigente, me doy cuenta y trato de no serlo. Para mí siempre estuvo esto de buscar mi propia voz, mi singularidad. Siempre estuvo muy presente investigar y no quedarme por lo llano. Eso siempre te hace sentir que nada es suficiente, sobre todo cuando sos muy versátil. Yo toco la guitarra, canto, escribo poesía, bailo, tengo una parte más de gestión y producción. Esa versatilidad me hace sentir que en algo estoy carente, entonces me enfrasco: “Tengo que mejorar en esto y en aquello”. Pero también me digo que tengo que disfrutar de mis logros y no quemarme tanto la cabeza.

¿Qué géneros musicales están presentes en tus creaciones?

En realidad me siento muy identificada con la música latinoamericana en general. Sobre todo aparece el folclore, pero también el candombe, la samba brasileña, la chacarera. Los géneros me dan la oportunidad de crear, pero no me encierro en ninguno.

¿Qué artistas te inspiran?

Estela Magnone, Violeta Parra, María Helena Walsh, es decir, compositoras mujeres que hicieron una carrera artística, pero a su vez tienen una historia de vida muy particular. Eso me inspira mucho. Al principio arranqué con la música brasileña, escuchaba mucho a María Rita y a Roberta Sá. La música brasileña es algo muy presente. También me gusta mucho Lhasa de Sela.

¿Cómo ves la presencia de las artistas uruguayas en la escena musical actual?

Veo mucha profesionalización y mucha búsqueda. Están saliendo muchas denuncias de casos, ya sean de machismos o micromachismos, que siempre estuvieron mal dentro del mundo de la música. Eso hace que la cosa esté bastante revuelta, pero creo que algo bueno va a salir. Está esto de cuidarnos entre nosotras de situaciones de violencia que no están buenas.

¿Considerás que el mundo de la música es un espacio masculinizado?

Yo creo que las cosas están dadas así porque se naturalizaron. En un momento haciendo autocrítica me di cuenta de que yo misma naturalizaba que un varón tuviera que darme el visto bueno, por lo menos, desde la perspectiva técnica. Después me di cuenta de que tenía que estudiar y poder hacerlo por mí misma. Muchas mujeres se dieron cuenta de que había que meterle para no tener que depender absolutamente de nadie. Mis dos referentes fueron Fabián Marquisio y Eduardo Larbanois y nunca me dijeron “lo hacés mal”. En otros ambientes sí me pasó que varones me dijeran “vos no sabés, así que mejor lo hago yo”. Me cansó tener que estar a la defensiva. Empecé a decir “si esto me enoja o es injusto, lo tengo que comunicar”.

¿Qué aprendizajes deja este tiempo de paralización de los shows por la pandemia?

Yo creo que una de las cosas que se visibilizaron mucho es que la sociedad no conoce los requerimientos técnicos que necesita un artista y el trabajo que hay detrás: hay mucho laburo. No estoy trabajando yo sola: está Julieta Rodosain, que es de Buenos Aires, que es la mánager, Ariel Polenta, que es el productor musical, más los músicos, sonidistas, iluminadores, agentes de prensa, la gente de fotografía, de maquillaje, de peinado. Nos duele mucho no poder trabajar.

Es muy difícil profesionalizar la música, y más si hay gente que todavía cree que la cultura es un hobby. La cultura es un trabajo. En la pandemia lo que la gente hace es escuchar música, mirar una película y mil cosas que de fondo tienen a los artistas.

¿Qué alternativas encontraste en esta época?

Hice varios streamings. Encontré cosas a favor y en contra. Al no estar la gente presente hay una cosa medio rara: como si le estuvieras cantando a la gente, pero en realidad no. No es lo mismo que lo que se puede llegar a lograr arriba de un escenario. Por otra parte, es súper caro. Pero sí tiene cosas positivas, como que te estén viendo personas de cualquier parte del mundo. Eso es algo re loco porque llegás a más gente. Y se ve que hay gente que quiere colaborar.

¿Qué hay de Maldonado en tus creaciones?

Para mí es súper importante el lugar donde una nace y el poder construir a partir de eso. Es mi lugar. Además, doy clases de canto hace muchos años. Quiero que la gente de Maldonado tenga acceso al arte. Agradezco mucho a la gente linda que me acompaña siempre, que me vio desde re pendeja y que todavía me sigue. Maldonado me vio crecer y eso lo valoro pila.