El dúo formado por Alejandro Spuntone y Guzmán Mendaro presenta un repertorio de más de 80 clásicos de la música uruguaya, este viernes 14 a las 22.00, en Kavlin Centro Cultural.

En diálogo con la diaria, Spuntone reflexionó sobre los prejuicios que persisten en el rock, su metamorfosis personal de intérprete compositor y sobre su vínculo con la música. “Voy a hacer música hasta que me muera, así me vaya bien o me vaya mal. Esa parte no está en discusión”, expresó.

El toque es mañana y me comentaste que no te habías reunido con Guzmán todavía. ¿Después de tanto tiempo juntos ya no precisan ensayar?

Nosotros no ensayamos directamente. Armamos el orden unos días antes. De repente repasamos las cosas que no tocamos hace mucho tiempo. Es un repertorio de 80 canciones entre las nuestras y las versiones que hicimos. Nos tiramos mucho a lo que pase en el momento, le da como cierta adrenalina y lo disfrutamos más. Cuando reunimos a la banda -que la última vez fue en la Sala del Museo-, ahí sí ensayamos, porque es un tema de acople. Pero con Guzmán venimos trabajando hace 11 años y tenemos un lenguaje, una comunicación. Además, desde que salió el proyecto, tiene una cosa muy lúdica.

En todo ese tiempo, ¿cómo ha madurado ese proyecto en común?

El 90% de las cosas que nos han pasado no fueron una meta, sino que se dieron por la dinámica de las canciones y el hecho de que a la gente le gustó. Somos un dúo que hace versiones, pero también hacemos un montón de canciones nuestras. Hay gente que cuando me quiere pegar me dice: "Vos, que cantás canciones de otros". Hace tiempo que no hacemos solamente eso.

En una entrevista que te hizo El País tocaste el tema del menosprecio al intérprete. Por otra parte, el repertorio de clásicos de la música uruguaya que versionan con Guzmán ha sido un éxito. ¿Sentís que ese menosprecio viene del público o de otros músicos?

El menosprecio viene más de parte de los artistas -de algunos de ellos-, que de la gente. A quien consume música, lo que le interesa es la música: si las canciones están buenas, si están bien cantadas y bien tocadas, si las letras dicen cosas que los hacen sentir algo. Esa especie de menosprecio es algo absurdo, es como criticar a un actor de teatro que cante canciones de otro. Yo soy un intérprete devenido en compositor, pero mi vida ha girado en torno a interpretar canciones.

Es un ego demasiado grande: para darle para adelante a su propia música, caen en fustigar a los otros. Es una manera que no compro más. Me parece un acto poco ético atacar a un músico u otro género musical. Lo que hagamos es un tema entre nosotros y nuestro público.

El otro día se armó polémica por la música que usó la Selección Uruguaya para un video [publicado en la cuenta oficial de Twitter], que era del género trap. A mí no me importa, es un género que existe ahora, que mucha juventud consume. No me voy a poner a hablar como un viejo retrógrado si me gusta o no la calidad musical. Me parece que las generaciones y las músicas tienen su contexto. Si tuviera que hacer un comentario, sería que el video no se hizo con música de acá. Sé que en Uruguay hay traperos que están haciendo cosas buenísimas y, si es una selección nacional que tiene una camiseta celeste y que anda por el mundo y es de lo que más vende al Uruguay, lo mínimo que te pido es que pongas una canción de acá. Es como que el Ministerio de Turismo promocionara las playas de Uruguay mostrando Mar del Plata.

En esto de las críticas entre músicos, ¿considerás que el rock, especialmente, es de los que más mantiene prejuicios hacia otros géneros?

Eso es histórico y es parte de la reafirmación de una identidad: para reafirmar que me gusta el rock, tengo que denostar otra cosa. No comparto ese pedestal en el que muchas veces se para al rock. El rock tiene mucha porquería también, mucha cosa mal hecha, mal tocada, mal todo. La música es música y hay buenas y malas ejecuciones.

Es algo contradictorio. Si se tiene memoria, en sus inicios el rock fue muy cuestionado y rechazado.

Es raro. El rock uruguayo de posdictadura fue catalogado por muchos músicos del canto popular o del folclore como una música imperialista, extranjerizante. El rock no se puede transformar en lo mismo que sufrió. Yo no lo quiero hacer. Guzmán y yo no comparamos lo que hacemos con nadie. Hay músicos a los que les encanta andar señalando con el dedo. Que no sean bobos.

¿Cómo definirías este momento de la música uruguaya? ¿La posibilidad de volver a los escenarios realmente es un resurgimiento para el sector -como algunos vaticinaban- o es algo más bien moderado?

Nosotros no nos podemos quejar. Para la música en general son tiempos complejos, hay rubros que están dando más laburo. Pero han sido tiempos complejos, hay muchos músicos que han tenido que vender sus instrumentos, hay gente que ha desarmado estudios, gente que se ha caído y que le va a ser muy difícil volver a la música. Nosotros no nos podemos quejar porque laburamos pila. Somos un dúo que lleva gente y nos convocan a tocar. Esperemos que no se vuelva atrás. Durante la pandemia lo que vimos es que cuando hubo que cerrar algo, lo primero fueron los espectáculos y lo último que volvieron fueron los espectáculos. Uno tiene que hacer cinco shows para meter la misma gente que metía en dos: ganás menos haciendo mucho más laburo. Es muy ingrato todo, porque en la pandemia y con el encierro la música fue de las cosas que más nos acompañaron, la cultura en general.

Espero que haya un resurgir. Hay mil cosas para cantar ahora, cosas para decir. Se alimenta un poco la creación. Muchas veces en el rock la creación surge más del dolor y la angustia, que de la felicidad. Cuando las cosas están bien, el rock no tiene mucho para decir. Pasó en la crisis de 2002, que hubo un momento hipercreativo en las bandas nacionales. Los músicos de Uruguay viven la misma realidad que todo el mundo porque son laburantes. No viven en un barrio privado rodeado de guardaespaldas, esa visión que se tiene de las estrellas mundiales. Tenemos los mismos problemas que la gente que vive acá: llegar a fin de mes, pagar un alquiler, tratar de irse 10 días de vacaciones.

A la hora de escribir, ¿conectás más por ahí? ¿Te inspirás más cuando andás bajoneado?

Sobre todo cuando me enojo. También compongo sobre el lado más sensible, como las canciones que les hice a mis dos hijos. Quizás conecto desde el lado más doloroso, no me sale hacer una canción sobre el hecho de que me está yendo bárbaro. Hay cosas que tengo ganas de cantar como forma de agradecimiento también. "El fuego me espera" es una canción de agradecimiento por el tratamiento que tenemos como artistas cuando salimos de nuestro lugar.

Hay una idea -quizás medio obsoleta- de que los músicos y, en especial, los rockeros son unos rotos, que siempre están en una. No parece ser tu caso. ¿Cómo conviven tu yo artístico y el de todos los días, que sale a trabajar?

Soy un administrador de empresas que trabaja en la producción de un canal: hago contratos, presupuestos, trabajo con Excel, que es como mi hermano a esta altura. Eso lo hago desde los 17, cuando empecé a trabajar como cadete en un estudio contable. Después trabajé en una empresa que vendía silenciadores, trabajé en Avon. Tuve un negocio que era un quiosco. Soy un laburante que necesita la música como al aire, es como mi cable a tierra, es mi lugar de expresión.

Donde trabajo [Canal 10] pude conciliar las dos cosas porque trabajo con productores que hacen contenidos, entonces elaboramos la administración y la puesta de plata a un proyecto en base a lo artístico. Pude entender más sobre temas como los gastos de dinero desde el punto de vista más sensible de un artista, que de un tipo que hace números fríos.

¿Qué estás escuchando últimamente?

Me quedé en la música que me gusta. La otra vez leía sobre un estudio -esas cosas que aparecen- y decía que uno deja de escuchar música nueva alrededor de los 37 años, es decir, que un día dejás de escuchar y te quedás con lo que te mueve. Por mi profesión trato de escuchar. Además, tengo una hija de 20 años que me hace conocer cosas como Sia o algunas cosas de trap, que le gustan a ella.

Escucho a [Iron] Maiden todos los días, a los Ramones. Ayer tuve un asado con amigos y me puse Cantora 1 y Cantora 2 de Mercedes Sosa. Dos por tres me da por la nostalgia y meto Sur de [Astor] Piazzolla, que es la banda de sonido de la película [Pino Solanas, 1988], me parece una cosa increíble. O AC/DC, o el primer disco de Buitres [Después de la una]. También escucho mucho el disco Sistema Nervioso Central, de Estelares, es fantástico. Y como tengo el proyecto de metal Bifrost con mi amigo [Diego] Caetano, que está en Berlín, él me ha hecho conocer muchas cosas del metal nuevo, que no tenía idea. El metal es una música que me hace hervir la sangre.

¿Qué opinión tenés sobre el requerimiento de la vacuna anti covi-19 para ingresar a los shows?

Nosotros decidimos no pedir vacunas porque no es obligatoria. Si no es obligatoria, no tiene sentido. No estoy a favor ni en contra. Pero bueno, es una elección.

Por más información sobre el show de este viernes en Kavlin, comunicarse al 42253866 o ingresar a www.accesofacil.com

Equilibrio

El 22 tocan en Pando, el 5 de febrero en la Hostería de Don Guillermo, en Santa Ana y en Montevideo será en marzo, aunque la fecha no fue definida. Luego el dúo se va a ausentar unos meses, probablemente hasta octubre, porque pretender grabar Equilibrio, un disco con 11 temas, en su mayoría composiciones inéditas, sin contar las ya conocidas Instante de Paz, Silencio y Tras la nube. La única versión en el disco es una canción de Marcelo Mono Oliveira, el baterista de Traidores y exintegrante de El resto de nosotros.