El Parque de la Aguada, ubicado a la altura de la parada 23,5 de la playa Mansa de Punta del Este, es destacado como uno de los paseos turísticos más agradables del balneario. El entorno natural, con vasta vegetación y una histórica cañada que corre rumbo a la bahía, es solaz de lugareños y visitantes durante todo el año. Sin embargo, unas cuadras arriba, en el barrio La Loma, el curso de agua dulce es un dolor de cabeza para quienes viven en sus márgenes.

Con cada lluvia torrencial la cañada se convierte en un arroyo que arrasa con parte de los terrenos y que ha provocado daños estructurales en las viviendas, según documentos y registros fotográficos aportados a la diaria por Juan Panunzio y Jeovana Silva, residentes en la calle Belice, entre Joaquín de Viana y Cuba. Por lo menos desde 2021 reclaman a la IDM la construcción de un muro que contenga las aguas.

En junio pasado, después de infructuosos planteos, los Panunzio contrataron un abogado y aportaron a la comuna un estudio sobre los daños estructurales de su vivienda, atribuibles al movimiento del terreno. El documento también dejó constancia de la instalación de tres mojones que, en estos meses, quedaron en medio del agua debido a la erosión del predio. “Esto demuestra la pérdida de terreno sostenida que sufrimos. Además del daño a nuestra casa, pagamos una contribución inmobiliaria por un terreno que ya no existe”, lamentó Silva en declaraciones a la diaria.

En julio de este año, dos técnicos de la comuna relevaron la zona. “En esta visita se concluye que es necesario ingresar con maquinaria a la cañada, a efectos de reperfilar los taludes y colocar piedras para estabilizarlos; este ingreso deberá realizarse por la calle Martinica y para el mismo es necesario retener el pasaje de agua, aguas arriba”, señaló la directora de Ambiente, Bethy Molina, al firmar la “actuación N° 4” del expediente del caso, el 16 de agosto.

En el documento, al que accedió la diaria, la jerarca añadió que el tipo de tareas hacía necesario “contar con una ventana de tiempo sin precipitaciones, por lo cual las acciones de acondicionamiento proyectadas se prevé realizarlas en la próxima primavera”. Sin embargo, iniciado diciembre y en la antesala de la temporada estival, no aparecieron ni los técnicos ni las máquinas para realizar las obras. Las lluvias intensas son cada vez más frecuentes y la cañada, que “hace cuatro décadas era un hilito, es un río que se lleva todo”, lamentó Silva.

“Con cada lluvia fuerte, como la del viernes pasado, la cañada se come parte del terreno. La vereda que daba a la cañada ya no está. Se supone que se trata de colocar piedras para hacer un muro de contención, no creemos que sea tan difícil ni tan costoso para la IDM. No queremos que nos devuelvan el terreno que ya se fue, queremos proteger lo que nos queda”, remarcó Silva.

También comentó que, en algún momento, Molina quedó en visitar la vivienda, pero no lo hizo. “Nunca vino y nos parece una tomadura de pelo, no sólo porque faltamos a nuestro trabajo para poder recibirla, sino porque llegó a decir que no es culpa suya si nosotros compramos [el terreno] al lado de la cañada”, acusó la propietaria, y estimó que al menos ocho familias padecen esta situación.

Silva contó que una vecina llegó “a construir un muro con sus propias manos, y el agua se lo llevó”, que las cuadrillas hacen podas y ellos piden “que dejen la mugre para tratar de hacer un colchón de contención”. En todo caso, los Panunzio mostraron un estudio de Bomberos y una tasación inmobiliaria para demostrar cuánto dinero han perdido por el arrastre del terreno y los daños estructurales en la vivienda.

El origen del problema, sostienen, viene desde 2014, cuando la IDM preveía construir un paseo peatonal en esa parte de la cañada. Silva relató que ese año la maquinaria municipal hizo movimientos en el cauce y sacaron arcilla para instalar tubos, como parte de una obra que nunca se concretó. “Al mover esto, la cañada se agrandó. Vienen los pluviales de la parada 25, los de Roosevelt, y es una correntada impresionante que lleva todo lo que encuentra al paso”, enfatizó la mujer.

En uno de los planteos a la IDM, de junio de 2023, la familia daba cuenta de que la zona, que en años anteriores al menos se mantenía “limpia y prolija”, se había transformado en “una selva” llena de “ratas y otros”. “Hemos hablado con un pueblo, recorrido diferentes áreas, y nos retiramos con la sensación de que nos pasean por los distintos pisos [del edificio comunal]. Completamos formularios, llenamos solicitudes, abrimos un expediente, y la situación permanece incambiada desde 2021”, lamentaban los propietarios.

Todavía siguen esperando respuestas. Y no soslayan que, a “unos metros de la cañada”, cuyo torrente afloja cimientos tras cada lluvia, se encuentra el predio del proyecto Atlántico, que incluye un centro comercial a inaugurar en los próximos días y torres de apartamentos en construcción.