El suicidio de un estudiante de noveno grado del liceo 1 de San Carlos, ocurrido el domingo por la noche en su domicilio, moviliza esta semana a la comunidad educativa local y activa el reclamo de un psicólogo institucional planteado por docentes y jerarquías departamentales a las autoridades nacionales, por lo menos, desde 2012.

Al llegar al liceo, en la mañana del lunes, decenas de estudiantes de noveno grado -en general de entre 14 y 15 años- recibieron la noticia, que también tomó por sorpresa a buena parte del cuerpo docente y de adscripción. Padres y madres fueron convocados por las autoridades de la institución para acompañar a los estudiantes del turno matutino, con apoyo de sus profesores.

Entonces se decidió que el liceo permaneciera abierto, pero las clases habituales se sustituyeron con un encuentro -realizado en el salón de actos- para “trabajar en la manifestación del dolor y en bajar la tensión generada”, explicó a la diaria un jerarca de la Inspección departamental. No obstante, participantes en esta reunión manifestaron su indignación por la “llegada tardía” de los profesionales del Departamento Integral del Estudiante (DIE), creado en 2014 para acompañar y asesorar a cada institución en el abordaje de “situaciones complejas” que involucren a estudiantes y familiares.

Por la tarde, ya con dos profesionales del DIE provenientes de la capital departamental, se sumaron delegados estudiantiles que plantearon propuestas de homenaje al compañero fallecido y reclamaron el abordaje de la salud mental y la depresión adolescente a nivel institucional.

“Creo que, con buen criterio, la dirección optó por ciertos procedimientos de contención, una tarea que nos permitió estar en contacto con los chiquilines en un momento muy difícil, desde un lugar que no fuera la clase”, reconoció Damián Mozzo, vocero de la filial carolina de la Federación Nacional de Profesores de Educación Secundaria (Fenapes).

Sin embargo, remarcó que el liceo carece de un equipo técnico propio y que el sindicato lo está reclamando desde “hace años”. “No hay psicólogo ni asistente social y lo planteamos a las diversas administraciones que han pasado y también a la actual, con un rotundo fracaso”, lamentó. “No hay contención, todo queda librado al trabajo que podamos hacer docentes y adscriptos, que no somos psicólogos ni asistentes sociales”, enfatizó.

Una fuente de la inspección departamental presente en el liceo confirmó esta situación, este martes. La institución tiene casi 2.000 estudiantes y llevan más de diez años pidiendo a las autoridades nacionales la asignación de horas para profesionales que se dediquen a ese trabajo, aseguró.

Reivindicó que, “en los últimos dos meses”, el equipo del DIE se abocó a tratar episodios de violencia entre algunos alumnos de la institución, pero también reconoció que nunca hubo actividades ni horas asignadas a profesionales que se abocaran a los temas de salud mental en ese liceo.

Este martes, continuaron las charlas con el alumnado y un intercambio con docentes, en el salón de actos y la biblioteca. Entre otras acciones, unos diez o doce estudiantes de sexto año Artístico elaboraron pancartas y salieron a la plaza céntrica y a las calles a manifestar su molestia por la ausencia de políticas educativas que atiendan estos problemas.

“Los adultos no nos escuchan, no nos permiten hablar del tema en clase, ni en la radio del liceo, ni hay talleres sobre esto”, planteó a la diaria una estudiante. También lamentó que varios compañeros de otros grupos “se rieron” cuando les vieron portar los carteles en el patio del liceo. “Estamos re-comprometidos con esto; falta mucha concientización entre nosotros, y también que nos aprueben los proyectos que planteamos sobre salud mental”, agregó otro adolescente.

Una docente que, en ese momento, salía junto a otros colegas de la candente reunión con las autoridades departamentales y el DIE en el salón de actos se mostró indignada por los “obstáculos” que se le presentaron cuando, a principios de este año, propuso un proyecto para sondear la opinión de los adolescentes con respecto a sus sentimientos y al acceso a tratamientos en salud mental.

La propuesta consistía en una serie de preguntas que pretendía plantear a sus grupos, pero se lo impidieron porque “el interrogatorio no correspondía”, dijo a la diaria. En tanto, desde la organización de padres y madres de alumnos del liceo (APAL) cuestionaron que, cuando pretendieron llevar esta temática a las aulas, aprovechando que tienen formación en psicología y psiquiatría, les dijeron que por orden de la Dirección General de Educación Secundaria eso estaba prohibido. “Sólo pudo asistir una psicóloga en calidad de madre”, afirmó una de ellas.

“El suicidio de un estudiante marca una situación de desesperación, de no encontrar respuestas, y da impotencia, y nos preocupa mucho el impacto en la cabeza del resto de los compañeros. Hay mucha consternación entre los docentes porque las situaciones de problemas en salud mental aumentan de manera pavorosa: cada vez hay más chiquilines con ataques de pánico, angustia y tristeza. Es una constante que se viene dando, como es una constante la falta de respuesta a los pedidos de atención profesional”, concluyó, por su parte, Damián Mozzo.