Unos 150 aviones chinos ingresaron durante los primeros días de octubre en la llamada Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ, por sus siglas en inglés) de Taiwán. Si bien sobrevolar esa área no es lo mismo que ingresar en el espacio aéreo taiwanés, que es más reducido, esos vuelos aumentaron las tensiones entre las dos partes, y para la prensa china deben interpretarse como “un fuerte aviso a los secesionistas taiwaneses y a los países extranjeros que los apoyan”.

A su vez, el diario Taipei Times publicó declaraciones del ministro de Defensa taiwanés, Chiu Kuo-cheng, quien afirmó que el gobierno que integra y el de Pekín atraviesan “su peor momento en 40 años”, según citaron Efe y The Guardian. De acuerdo con este ministro, Pekín ya tiene la “capacidad de atacar la isla, pero a un alto costo”, y para 2025 podría “organizar una invasión a gran escala”. Con ese trasfondo como argumento, el titular de Defensa taiwanés pidió al Parlamento de la isla una partida presupuestal especial para adquirir misiles supersónicos de fabricación local y sistemas antibuques.

El ingreso masivo de los aviones al ADIZ de Taiwán tuvo lugar, además, después de que Estados Unidos llamara a China a terminar con esa práctica “provocadora” y “desestabilizadora”. La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Hua Chunying, dijo que Washington debe dejar de apoyar a fuerzas independentistas de Taiwán.

“Estados Unidos hizo mal al vender armas a Taiwán y al fortalecer los lazos oficiales y militares con la isla, incluyendo un plan de venta de armas por un valor de 750 millones de dólares, el aterrizaje de aviones militares estadounidenses en Taiwán y la navegación de buques de guerra a través del estrecho”, afirmó la vocera. “China se opone firmemente a todo esto y ha tomado medidas que considera necesarias”, concluyó. Para Pekín, Taiwán es una provincia rebelde que debe volver a integrarse al país; para el gobierno de Taipéi, se trata de un país independiente, con su propio sistema de gobierno desde 1949, año del triunfo de la Revolución china.

La presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, dijo a la revista Foreign Affairs que la isla “hará todo lo necesario para defender su democracia si es amenazada”, y agregó que “fracasar a la hora de defender Taiwán no sólo sería catastrófico para los taiwaneses, sino que también anularía la arquitectura de seguridad que ha permitido la paz y un extraordinario desarrollo económico en la región desde hace siete décadas”.

En este contexto, la ADIZ taiwanesa no es una zona sobre la que exista un acuerdo internacional y, en todo caso, es más extensa que la isla. Pero las tensiones no sólo surgen dentro de fronteras. Días atrás, Estados Unidos hizo ejercicios con portaaviones a unos 700 kilómetros de Taiwán, en la costa de Okinawa, en Japón, algo que causó un fuerte malestar en el gobierno chino.

El presidente estadounidense, Joe Biden, informó el martes que había conversado con su par de China, Xi Jinping, acerca de la isla, y que en esa charla le manifestó que Washington está acatando “el arreglo sobre Taiwán”, en una aparente referencia a la política que ha mantenido su país, que reconoce a Pekín como único gobierno chino desde 1979. Pero, al mismo tiempo, Estados Unidos es el principal proveedor de insumos de guerra para Taiwán.

El domingo, el portavoz del Departamento de Defensa estadounidense, Ned Price, dijo en un comunicado que “Estados Unidos está muy preocupado por la provocadora actividad militar de la República Popular China cerca de Taiwán, que es desestabilizadora, podría incurrir en errores de cálculo y socava la paz y la estabilidad regionales”. A su vez, el secretario de Estado Antony Blinken afirmó que el compromiso de su país con Taiwán es “fuerte como una roca”.