Habían pasado exactamente 72 minutos desde el cierre de mesas cuando el Servicio Electoral (Servel) entregó un quinto cómputo parcial del balotaje que enfrentaba a Gabriel Boric (Apruebo Dignidad) y a José Antonio Kast (Frente Social Cristiano) en la segunda vuelta presidencial más polarizada de la historia reciente chilena. El primer cómputo, informado apenas media hora después del fin de las votaciones, le daba a Boric un optimista 64% de los votos, impulsado en gran medida por su apoyo entre quienes votaron fuera de Chile. La tendencia se fue moderando hasta acercarse a la cifra final, pero el punto de quiebre se dio ahí, a las 19.12 del domingo 19 de diciembre, cuando el quinto cómputo abarcó el escrutinio de la mitad de las mesas receptoras de sufragios y entregó un rotundo e irremontable 54,72% de votos para el candidato del Frente Amplio y el Partido Comunista.

Casi en paralelo, voces del comando de Kast reconocían de manera extraoficial que habían sufrido una derrota. En los barrios del centro de Santiago se empezaban a escuchar bocinazos de autos, vítores desde lo alto de los edificios y flujo de abuelas, jóvenes y niños pequeños hacia la Alameda, la principal avenida de la capital del país. Allí se empezaban a encontrar cientos de adherentes que se dirigían a la calle Santa Rosa, frente al cerro que los mapuches llamaban Huelén y luego los españoles renombraron Santa Lucía. En ese punto, el comando de Boric había instalado un gran escenario para esperar los resultados. No había terminado todavía el conteo de votos cuando la Alameda ya estaba llena de personas celebrando.

Las cifras todavía no estaban cerradas, pero el triunfo ya era contundente: 366.000 votos distanciaban a Boric de Kast, y quedaban todavía la mitad de las mesas por contabilizar. Más tarde, cuando el exlíder estudiantil avanzó a través de los 100.000 asistentes para dar su primer discurso y escaló la reja que lo separaba del escenario, ya se sabía que Gabriel Boric se había convertido en el presidente más joven de la historia chilena –con 35 años cumplidos en febrero–, en el más votado –obtuvo 4,6 millones de votos– y en el ganador de la elección con más participación desde que se instauró el voto voluntario, habiendo alcanzado 55% del padrón electoral, más alto incluso que lo que se logró para el plebiscito constitucional de 2020.

Una elección récord

Eran las 21.34 y el cielo ya estaba oscuro cuando Boric finalmente subió al escenario y saludó a sus seguidores. Estaba acompañado por sus dos hermanos, sus padres y su novia.

“Con nosotros, a La Moneda, entra la gente”, dijo. Recordó también sus orígenes ligados al movimiento estudiantil y a las protestas sociales que en la última década se hicieron cada vez más frecuentes en Chile, alcanzando su punto más álgido en el estallido social de octubre de 2019. “Somos una generación que emerge a la vida pública demandando que los derechos sean derechos y no bienes de consumo, no negocios, y vamos a seguir defendiendo esos principios”, dijo con la voz desgastada por las semanas de campaña.

En las urnas se dieron todos los fenómenos que los expertos electorales advertían que tenían que ocurrir para que Boric ganara: que subiera la participación electoral en las comunas populares y los centros urbanos, que obtuviera una gran diferencia en la Región Metropolitana y en la de Valparaíso, que los jóvenes llegaran a votar y que las mujeres se movilizaran. Si bien los últimos dos datos se conocerán con certeza cuando el Servel comparta las estadísticas de participación en los próximos meses, los primeros se hicieron evidentes apenas el conteo de votos avanzó: localidades como Puente Alto y Maipú, que concentran gran cantidad de habitantes de estratos socioeconómicos medios, subieron su participación electoral en 14 y 12 puntos porcentuales con respecto a la presidencial de 2017, elevándose a 57% y 63%, respectivamente. En la Región Metropolitana, Boric se quedó con 60,3% de los votos y en Valparaíso con 59,3%, recolectando ahí la base de su apoyo.

“Fue un triunfo súper contundente, que no fue estrecho como se pensó en algún momento”, explica la politóloga y académica de la Universidad de Chile, Mariana Ardiles Thonet. En efecto, la campaña de Kast intentó instalar la idea de que la diferencia sería tan mínima que quizás el resultado tendría que definirse en los tribunales electorales. A juicio de la analista, la claridad del resultado es signo de dos cosas: “Por un lado, un rechazo amplio al proyecto que presentaba Kast y a todo lo que traía consigo su figura –más cercano a la herencia autoritaria de Chile y al régimen de Pinochet– y por otro el querer darle continuidad a un proyecto de transformación y de cambio que quedó expresado en el estallido social. Tiene que ver con propiciar que el proceso constituyente continúe”, agrega.

Terminado el conteo, la diferencia en la votación de ambos candidatos resultó ser de 971.024 sufragios. Se convirtió en uno de los triunfos más rotundos desde el retorno a la democracia, superado únicamente por el de Michelle Bachelet en 2013, para su segundo período, cuando triunfó con 62% de los respaldos. La participación en esta instancia, sin embargo, llegó apenas a 41% del padrón electoral. Este domingo, Boric obtuvo 1,1 millones de votos más que los que alcanzó Bachelet en su segundo mandato.

Los 55%

Fue con 55% de los votos emitidos y también con 55% de participación electoral que se selló la elección. La alta participación y lo definitivo del resultado parecen indicar que algo cambió en Chile.

“Con el estallido social pasa a menudo que se confunden las causas con las consecuencias: hay un cambio en el sentimiento y las expectativas sobre la política que por un lado provocan el estallido, pero que al mismo tiempo son causadas por él”, dice Ardiles. “El mismo estallido removió a la ciudadanía y era muy difícil mantenerse apático. Hubo personas que quizás no estaban tan dispuestas a participar y con el estallido vieron que se abría una forma de politización distinta, a través de una movilización muy masiva que se articula y confluye en una vía institucional, que es el acuerdo por una nueva Constitución donde Boric tuvo un rol relevante, incluso en contra de su partido. Creo que esa visión se logra expresar en su apoyo”, agrega.

Para el decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad Central, Marco Moreno, la envergadura del apoyo recibido por Boric le plantea también el desafío de responder a las esperanzas de una gran porción de la población. “Las expectativas están infladas por un largo ciclo electoral que comenzó con el plebiscito de 2020, pero Boric es un político bien pragmático. Lo demostró cuando ‘mató al padre’ que era la ex Concertación y, después, cuando igualmente firmó el acuerdo por una nueva Constitución. Es una persona de convicciones, que entiende la lógica del poder y cómo funciona, y que sabe que se va a enfrentar a un escenario con restricciones económicas, institucionales y sociales para la gobernabilidad”, expresó Moreno.

En la celebración de su triunfo, Boric les habló a todas las comunidades que lo estaban acompañando: a las feministas que llevaban en el cuello o las muñecas sus pañuelos verdes, a la comunidad LGBTIQ+ que ondeaba banderas de la diversidad y de las identidades trans, mientras lo celebraban, a los pueblos originarios que también estaban en las banderas presentes, a los habitantes de las zonas más alejadas de Santiago como esa donde él nació hace 35 años, la ciudad de Punta Arenas, en la región de Magallanes. Les habló, también, a los niños y niñas que le hicieron llegar dibujos durante la campaña, que le dijeron que querían un país verde.

Alguna vez Boric también fue un niño que quiso ser presidente. Cuando cursaba el quinto año de primaria, le escribió una carta a su clase para explicar sus ganas de presidirla y les hizo una petición inusual: “Si votan por mí sólo porque soy su amigo y les da lo mismo quién salga presidente, no voten por mí”. En la universidad, sus compañeros votaron por darle la presidencia del Centro de Estudiantes de Derecho en una estrechísima votación que se definió por apenas cuatro votos. “Esos votos determinaron toda mi historia”, recordó en 2013 cuando entró a la Cámara de Diputados con 15.000 sufragios. Este domingo, recibió más votos que cualquier otro presidente elegido en la historia del país.

Consuelo Ferrer, desde Santiago.