El abuso de estupefacientes en Escocia se cobró la vida de 1.339 personas durante 2020, un nuevo récord en la escalada imparable de fatalidades, cinco veces más que a principios de siglo. El índice de mortalidad (21,2 por cada 100.000 personas) es más de tres veces superior que en el resto de Reino Unido y 13 veces superior al promedio europeo, explicó a la agencia Efe la titular de Política de Drogas de Escocia, Angela Constance, quien reconoció que esta situación “es la vergüenza nacional” del país, situado en el norte de la isla de Gran Bretaña.

Las escandalosas cifras provocaron que a fines de 2020 fuera destituido el ministro de Salud del gobierno autónomo escocés, Joe FitzPatrick, y llevaron a la creación de la cartera de Política de Drogas. Desde ese puesto, Constance lidera una “misión nacional” para “salvar y mejorar vidas”, cuya principal herramienta es prestar atención a los drogadictos.

Se estima que sólo 35% del total de las personas adictas a los estupefacientes acude a algún tipo de tratamiento en Escocia –alrededor de 60.000–, según el portavoz del Foro Escocés de Drogas (SDF, por sus siglas en inglés), Austin Smith. “El hecho de que participe tan poca gente es un reflejo de cómo es ese tratamiento”, relató Smith, que lleva 30 años trabajando en el tema y que argumenta que las terapias deben tener un “enfoque personal” para resultar efectivas.

La adicción se produce en primer término “porque la gente lleva vidas que no son capaces de afrontar”, afirma Smith. Las personas adictas a las drogas acumulan circunstancias personales complejas, “traumas de la infancia, abusos, abandono y violencia”, contó el experto. El problema además se agrava ante las desigualdades sociales. De acuerdo a los datos, es 18 veces más probable morir por cuestiones relacionadas con las drogas en las zonas más pobres de Escocia.