En una ceremonia celebrada en el Estadio Nacional de Tegucigalpa, Xiomara Castro asumió este jueves la presidencia de Honduras.
Con la presencia de numerosas autoridades internacionales entre las que se encontraban la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris, su par argentina Cristina Fernández, la exmandataria brasileña Dilma Rousseff y el rey Felipe VI de España, Castro, de 62 años, tomó el mando del país centroamericano, uno de los más pobres del continente.
La flamante mandataria hondureña, la primera mujer en ejercer la presidencia del país, se impuso claramente en las elecciones celebradas en noviembre con 51,12% de los votos, superando al hasta entonces oficialista Partido Nacional, que consiguió 36,93%. Castro se presentó por el Partido Libertad y Refundación (Libre), una unión de sectores de izquierda que se fundó en 2011 como reacción al golpe de Estado que se había perpetrado en 2009 contra el entonces presidente Manuel Zelaya, quien es el esposo de Castro.
Según informó el diario local La Prensa, antes de la ceremonia de investidura, Castro y Zelaya concurrieron a una misa en una iglesia de Tegucigalpa. Posteriormente, en el evento en el Estadio Nacional presidido por Luis Redondo, presidente de una de las juntas directivas del Congreso, Castro prestó juramento ante la jueza Karla Lizeth Romero y quedó oficialmente investida en el cargo. Los días previos a la asunción de la mandataria estuvieron precedidos por una profunda crisis legislativa, porque 20 representantes electos por el partido Libre en las elecciones se fueron del sector e impusieron como presidente de la junta del Congreso a Jorge Cálix, uno de los congresistas que se fueron del sector de la presidenta. En las últimas horas, con el objetivo de intentar resolver la crisis, Castro ofreció a Cálix que se integrara a su gabinete como coordinador general del organismo, pero el legislador aún no había dado una respuesta.
Primeras palabras
Tras ser declarada oficialmente presidenta, Xiomara Castro pronunció su primer discurso ante las autoridades extranjeras y las casi 30.000 personas que habían hecho fila para ingresar al Estadio Nacional desde la madrugada. “Honduras enfrenta una tragedia social y económica. Honduras ha sido hundida en los últimos 12 años y ahora el país lo recibo en bancarrota. La catástrofe económica que recibo no tiene precedentes y ha impactado en la vida de la gente”, expresó Castro, que también habló sobre sus planes para reconvertir el rol del Estado. “¡No más narcotráfico, no más sicariato, no más crimen organizado!”, expresó la líder, quien agregó que “transformaremos los diferentes cuerpos del Estado de manera paulatina para que se conviertan en colaboradores de la población. Vamos a trabajar muy fuerte en cuatro sectores sobre los que hay muchos reclamos: educación, salud, seguridad y empleo”.
Tras su discurso, Castro les tomó juramento a sus ministros y posteriormente se retiró del Estadio Nacional aclamada por la multitud.
Más tarde y luego de saludar a las numerosas delegaciones extranjeras que llegaron hasta Tegucigalpa para el acto, la presidenta hondureña tuvo una entrevista con Kamala Harris en la que trataron el tema de la crisis migratoria como principal punto de la agenda. La número dos de la administración Biden fue mandatada por el presidente para tratar este tema y en este sentido a fines del año pasado se anunció un ambicioso plan de inversiones de grandes empresas estadounidenses en Honduras, El Salvador y Guatemala para generar fuentes de trabajo y atacar la principal causa del constante flujo de migrantes que buscan llegar a Estados Unidos como salida a las pésimas condiciones de vida en sus países de origen.
Como afirmó en su discurso, Castro deberá comandar un país que vive una profunda crisis a varios niveles. Según recordó la BBC, Honduras es el segundo país más pobre del continente americano, únicamente superado por Haití. De acuerdo a datos de la organización no gubernamental Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras, algo más de 70% de los casi 10 millones de habitantes del país viven en la pobreza y casi la mitad de ellos en la pobreza extrema.
Además, existe en el país una enorme crisis institucional. La corrupción está profundamente arraigada en todos los niveles del Estado, un hecho que, además de corroer las bases de desarrollo del país y debilitar la institucionalidad, genera una enorme desconfianza de la población en la clase política.