El papa emérito Benedicto XVI publicó una carta este martes en la que se defiende de las acusaciones de inacción cuando tuvo conocimiento de casos de abusos sexuales a niñas y niños por parte de miembros de la iglesia católica mientras él era arzobispo en Múnich, Alemania. Joseph Ratzinger, de 94 años, escribió en la carta: “No puedo más que expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi profundo dolor y mi sincera petición de perdón. He tenido una gran responsabilidad en la Iglesia Católica”.

Además, en la misiva asegura que cambió su declaración ante los investigadores de los abusos cometidos en esa ciudad debido a un “error no intencionado”. El papa emérito reconoció en un comunicado divulgado por su secretario que no había sido honesto en la declaración que envió semanas atrás a los abogados que investigan los abusos en el arzobispado de Múnich.

En un primer momento negó haber estado presente en una reunión en enero de 1980 en la que se definió el traslado de un sacerdote acusado de múltiples abusos; sin embargo, en el informe final que desvela unos 500 casos de abusos, los abogados demostraron que sí estuvo en la reunión y que intervino.

Así las cosas, este martes Benedicto XVI aseguró que se produjo un “error” en la redacción que hicieron sus abogados debido al “arduo trabajo” que les implicó dar respuestas a las preguntas de los investigadores, e insistió en que nunca supo que ese sacerdote era responsable de los abusos: “Cuando fue arzobispo el cardenal Ratzinger no estuvo implicado en ningún intento de disimular abusos”, aseguran en un escueto comunicado sus cuatro consejeros, según consignó AFP.

“Este error, que desgraciadamente se ha producido, no ha sido intencionado y espero que sea disculpable”, agrega el comunicado del papa emérito, y afirma que le ha “sorprendido profundamente” que el descuido haya puesto en duda todo su relato y que lo hayan tachado de “mentiroso”.

Además del comunicado divulgado por su oficina, el papa emérito publicó una carta personal en la que se centra particularmente en el pedido de disculpas. “Tanto más grande es mi dolor por los abusos y errores que han ocurrido durante el tiempo de mi mandato en los respectivos lugares”, sostiene, y afirma que el clero necesita pasar por “el momento de la confesión”.

“En todos mis encuentros, especialmente durante mis numerosos viajes apostólicos con víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, he mirado a los ojos las consecuencias de una culpa muy grande y he aprendido a comprender que nosotros mismos nos vemos arrastrados a esta gran culpa cuando la descuidamos o cuando no la afrontamos con la necesaria decisión y responsabilidad, como ha ocurrido y ocurre con demasiada frecuencia”, escribió.