Gerhard Schröder fue el canciller alemán entre 1998 y 2005 y fue durante su mandato que se consolidó una política estratégica del país que luego fue continuada por su sucesora, Angela Merkel, que puso a la nación actualmente ante una situación sumamente delicada.

Mediante una acción diplomática denominada “Cambio mediante el comercio”, Alemania pretendía asegurar su suministro de gas desde Rusia y a la vez promover la democratización del país que ya por aquel entonces gobernaba Vladimir Putin, según recordó AFP.

El socialdemócrata Schröder entabló una estrecha relación con su par ruso y poco antes de dejar el gobierno en manos de Merkel, se convirtió en el presidente de la junta de accionistas del Nord Stream -un gasoducto que cuenta con apoyo de capitales privados, pero cuyos principales promotores son los estados alemán y ruso- que conecta la ciudad rusa de Viborg con la alemana de Greifswald.

El proyecto se inauguró durante el gobierno de Merkel y con él Alemania pasó a tener gas a un precio más accesible, aunque los políticos germanos eran conscientes de que con este paso estaban abriendo un costado de fragilidad por su dependencia del gas ruso, algo que aumentó con el millonario proyecto del Nord Stream 2, cuya construcción ya finalizó, pero que aún no comenzó a funcionar.

El martes, en el marco de las sanciones impuestas por las potencias occidentales a Moscú por el reconocimiento de las repúblicas del Donbás, Alemania debió torcer el brazo y comunicó que por el momento no finalizará el proceso de certificación del Nord Stream 2.

55% del gas que se consume en Alemania proviene de Rusia y la mitad de los hogares alemanes se calientan en el largo invierno gracias a este suministro. Ahora, con la realidad de una posible guerra que Alemania siempre pretendió y pretende evitar, esta realidad puede cambiar súbitamente.

Este miércoles en declaraciones a una radio pública alemana el ministro de Economía y Clima, Robert Habeck, dijo que el país puede prescindir del gas ruso a largo plazo, aunque agregó que renunciar por completo a este suministro, en primer lugar, provocaría “un gran déficit” a cubrir en el mercado energético, cuya primera consecuencia sería el “aumento de precios”, algo que de hecho ya está sucediendo.

De acuerdo a cifras oficiales alemanas, el precio del gas aumentó 32,2% interanual en enero, una situación que está generando un creciente descontento entre los consumidores alemanes y debilita a la primera economía de Europa occidental.

Para enfrentar la coyuntura, el país apuesta a una caída de la demanda a corto plazo, que vendrá en los próximos meses a medida que se acerque el final del invierno boreal.

Pero a mediano plazo, Alemania ya está pensando en cambiar de proveedores, construyendo terminales para almacenar gas y trasladarlo hacia su territorio vía marítima desde Catar, Estados Unidos o Canadá.