No es liviana la mochila que cargará Gabriel Boric en sus espaldas a partir del 11 de marzo. Las miradas (y esperanzas) de una porción significativa de la izquierda latinoamericana estarán especialmente atentas a lo que suceda en Chile durante los próximos cuatro años.
El panorama para la izquierda regional cambió después de sucesivas derrotas que consolidaron un aire de “cambio de época”, pautado por el triunfo de Mauricio Macri en Argentina en noviembre de 2015, las victorias de Sebastián Piñera en Chile y Jair Bolsonaro en Brasil en 2018, el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia y la derrota del Frente Amplio en Uruguay en 2019 a manos de Luis Lacalle Pou.
Tras el repliegue en ese quinquenio, la situación parecería volver a cambiar. La izquierda volvió a gobernar en Argentina con Alberto Fernández y en Bolivia con Luis Arce, y también ganaron elecciones Pedro Castillo en Perú y Andrés Manuel López Obrador en México. Además, Boric se impuso en la segunda vuelta de diciembre de 2021 y este año hay expectativas por los posibles triunfos de Gustavo Petro en Colombia y Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil.
Sin embargo, el ciclo de Boric que se inaugura este viernes tiene singularidades dentro del campo progresista regional, en materia de recambio generacional, paridad de género y hasta por el simbolismo que lo vincula con un proceso inconcluso como el que emprendió el socialista Salvador Allende en la década de 1970.
Además, su liderazgo tiene un anclaje imposible de separar con un proceso de movilización social que se inició con las protestas estudiantiles de 2011 y que culminó con el “estallido social” de 2019 y el posterior plebiscito de 2020, que avaló el proceso de reforma constitucional que está en marcha. Al igual que Allende, Boric llega al gobierno con el apoyo de una coalición de partidos heterogénea y es probable que su administración también atraviese momentos de tensiones y conflictos internos.
Los orígenes y la movilización estudiantil
Boric, de 36 años, viene desde el sur, de la región de Magallanes y Antártica Chilena. Recuerda que cuando fue a Santiago de Chile para estudiar derecho le costó adaptarse y por eso siempre reivindica su origen.
Su bisabuelo, Juan, llegó a fines del siglo XIX desde Croacia. Su tío abuelo Vladimiro fue el primer obispo diocesano de Punta Arenas, y su padre, Luis, fue militante de la Democracia Cristiana.
Cuando llegó a la capital del país se inscribió en la carrera de Derecho por la Universidad de Chile. Mientras estudiaba en la facultad, fue ayudante de las cátedras de Historia Institucional de Chile, Teoría de la Justicia y Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
En ese período tuvo una activa militancia estudiantil y fue una de las caras más visibles de la movilización estudiantil de 2011. Llegó a presidir la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, tras ganarle una elección a la militante comunista Camila Vallejo.
La carrera política y las primeras decisiones difíciles
Las movilizaciones estudiantiles lo catapultaron a la escena nacional del país y en marzo de 2014 asumió el cargo de diputado que renovó en las elecciones de 2017. En 2018 fundó Convergencia Social, un partido de izquierda que forma parte del Frente Amplio.
Como legislador participó en el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, firmado el 15 de noviembre de 2019 -un mes después del “estallido social”- y que sirvió como base de la convocatoria a la elección de una Convención Constitucional. Esa posición le costó críticas en la interna de Convergencia Social, un conflicto que terminó con la renuncia de 73 militantes, entre ellos, el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp.
Poner su firma en ese documento fue una de las cosas más duras que le tocó hacer, reconoció dos años después, ya como candidato presidencial.
A pesar de que en 2019 y 2020 había manifestado que no estaba dispuesto a ser candidato, el 17 de marzo de 2021 su partido, Convergencia Social, lo proclamó como aspirante a la presidencia de Chile. Unos pocos días después sumó el apoyo del partido Revolución Democrática, cuyo principal referente es Giorgio Jackson, uno de los dirigentes más cercanos a Boric.
Aunque no era favorito en la interna de la coalición Apruebo Dignidad -un nombre que homenajea al proceso constituyente- fue la sorpresa de las primarias al vencer al candidato del Partido Comunista, Daniel Jadue. “Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”, fueron las primeras palabras de Boric en la noche del 18 de julio, ya como candidato presidencial proclamado.
El resto de la historia es conocida. En la primera vuelta del 21 de noviembre obtuvo 25,8% de los votos (1.814.809 personas), un resultado menor al esperado, pero en la segunda vuelta logró imponerse ante el ultraderechista derechista José Antonio Kast, con 55,8% de los votos.
“Al comando de campaña lo golpeó quedar segundo, era algo que no se esperaba. Sin embargo, creo que el resultado terminó siendo importante para lo que vino después, porque se mostró que el peligro era real y que hacía falta movilizarse. Eso fue lo que marcó la segunda vuelta: una sensación de que había que moverse o Kast iba a llegar a ser gobierno”, admitió Sebastián Kraljevich, el jefe de estrategia de esa campaña, en una entrevista con ARN.
El camino de la moderación
Para ganar en segunda vuelta y evitar una victoria de la ultraderecha, Boric tuvo que hacer “giros sustantivos” y moderar su discurso, afirma Josefina Araos Bralic, investigadora del Instituto de Estudios de la Sociedad.
“En paralelo a la campaña contra Kast, Boric convoca a la ex Concertación, con la que había antes relaciones bastante tensas, y se apropia al mismo tiempo, paradójicamente, de una parte del discurso de Kast. Tuvo que moderar. Bajó el protagonismo de su agenda 'sin fronteras' para el tema migratorio y les empezó a dar mayor seguimiento a las demandas por seguridad”, repasa la investigadora.
Y agrega: “También empezó a hablar de forma más explícita de la necesidad de cambios graduales, calmando así al mundo empresarial. Es un relato que se modera y que se reconcilia un poco con la historia reciente. El espíritu empezó a ser 'somos herederos de caminos que han iniciado otros, que avanzaron en lo que pudieron, y ahora nosotros tenemos que cambiar pero sobre eso'”.
Esta tónica, según Araos Bralic, llevó a Boric a una “moderación en el relato”, algo que también refleja su capacidad política para comprender “la complejidad” de la sociedad chilena. “Entendió que los proyectos de izquierda tienen que ser capaces de encarnar cambio y seguridad, transformaciones y certezas. Eso lo tiene a favor y explica ese cierto aire optimista y esperanzado que lo rodea. Es un aire nuevo”, concluye la analista.
El acercamiento entre los sectores socialdemócratas de la ex Concertación y el entorno de Boric no es un hecho menor para el campo progresista chileno. Un repaso por los comentarios que hacían los jóvenes estudiantes chilenos hace más de una década en redes sociales muestran las distancias que había entre ambos mundos.
“[Ricardo] Lagos es terrible de arrogante, autorreferente y un político del pasado”, escribía Boric en su cuenta de Twitter en marzo de 2011, casi diez años antes de que el expresidente chileno le brindara su apoyo para la segunda vuelta. “Lo que soy, lo que es mi historia, mi pasado, obviamente que en esta coyuntura tengo que decir Boric”, fueron las palabras que usó el expresidente Lagos para plantear su apoyo a Boric, que obviamente agradeció el gesto.
La síntesis de este acercamiento entre la ex Concertación y los sectores de Apruebo Dignidad se puede ver en la composición del gabinete. Además de la señal de gradualismo con la designación de Mario Marcel en el Ministerio de Hacienda, habrá tres integrantes del Partido Socialista en lugares clave: Maya Fernández en el Ministerio de la Defensa, Carlos Montes en Vivienda y Antonia Urrejola en la Cancillería.
El Partido por la Democracia estará representado por Jeanette Vega en el Ministerio de Desarrollo Social, el Partido Radical por Marcela Hernando en Minería y el Partido Liberal por Juan Carlos García en Obras Públicas. La Democracia Cristiana, pieza importante en el ciclo de la ex Concertación, quedó fuera del armado del gabinete de Boric, en el que también pesó la necesidad de contar con mayorías más potentes en un Parlamento a priori bastante adverso.
Estas dificultades llevaron a Boric a adoptar un talante más moderado y gradualista, que ya le costó las primeras críticas del Partido Comunista, por ejemplo tras la designación de Marcel como referente del equipo económico.
Araos Bralic considera que estas tensiones internas podrían complicar los primeros meses del gobierno de Boric, que deberá apelar a su “olfato político” para lidiar con esas situaciones. “Es hábil y por algo ganó como ganó”, señala.
“Todo dependerá de que pueda administrar y leer bien la realidad, con mucha cautela, moderación y humildad. Con moderación no implica que no pueda emprender cambios profundos, sino con la actitud de estar todo el tiempo atento a si está leyendo correctamente a la sociedad”, concluye.
Artículo de la Agencia Regional de Noticias (ARN)