En las últimas tres semanas, una serie de atentados palestinos contra civiles israelíes y una serie de incursiones militares israelíes en ciudades palestinas, con varios muertos y decenas de heridos, crearon la sensación de una inminente escalada en un conflicto que sigue latente, a pesar de la muy relativa calma que hubo durante los pasados meses.

Todos los recientes atentados palestinos fueron dirigidos contra civiles israelíes y realizados por civiles palestinos (algunos de ellos son ciudadanos israelíes y otros provienen de los territorios ocupados), aparentemente por iniciativa propia de personas aisladas y no bajo el mando de alguna organización. Ese carácter individualista, espontáneo en algunos casos, sin organización y sin logística de apoyo, despertó un temor especial dentro de Israel.

Las fuerzas de seguridad israelíes tienen experiencia en enfrentar y desbaratar amenazas provenientes de las organizaciones armadas palestinas, pero les resulta mucho más difícil prevenir y evitar ataques de individuos aislados que actúan por su propia cuenta. Si bien no responden a la orientación táctica concreta de una organización, estas acciones individuales sí son alimentadas por la situación del siempre latente conflicto, por las difíciles realidades cotidianas que sufren los palestinos bajo la ocupación militar israelí y por las experiencias de marginación y discriminación que sufren muchos palestinos dentro de Israel. Y, además, estas acciones son aplaudidas por las organizaciones político-militares palestinas de orientación islámica y por amplios sectores de la sociedad palestina. A los ojos de estos sectores, los atentados son expresiones de revancha que desbaratan la sensación de “normalidad” en la que viven los israelíes a la par que ellos, los palestinos, siguen experimentando constantes humillaciones y hostilidades cotidianas, provenientes de colonos israelíes y de patrullas militares, mientras que en algunas regiones son despojados de tierras y de viviendas (particularmente en barrios de Jerusalén Oriental).

Mientras para los palestinos siempre está pasando algo relacionado con el conflicto con Israel, debido a la presencia colonizadora y militar que afecta negativamente sus vidas, para la mayoría de los civiles israelíes –que no son colonos en los territorios ocupados– la supuesta normalidad es interrumpida súbitamente por crueles atentados. Obviamente, los atentados que afectan a civiles israelíes indefensos sólo tienen como efecto la radicalización nacionalista y militarista de la inmensa mayoría en Israel. En la misma línea, las incursiones punitivas israelíes en ciudades palestinas radicalizan a la opinión pública palestina. En las primeras horas tras una incursión, la prensa israelí informa que fueron abatidos militantes armados o manifestantes que arrojaron piedras a las patrullas. Uno o dos días más tarde, en las páginas interiores de algunos diarios, puede leerse que algunos de los muertos o heridos palestinos eran civiles no involucrados.

Una de las características preocupantes de la actual escalada de violencia es que, de acuerdo con todos los analistas de ambas sociedades, no responde necesariamente a la estrategia o los intereses inmediatos de ninguna fuerza política palestina o israelí. Lo que sí se nota claramente en ambos casos es la función determinante de la retórica religiosa fundamentalista. En el caso de los terroristas palestinos que cometieron los atentados, se percibe una interiorización de la retórica de Estado Islámico, aquella que promete redención a todo creyente musulmán que mate “infieles”. Y en el caso israelí, si bien se trata de acciones militares que responden a la estrategia y la táctica de un gobierno y no de operaciones de individuos o facciones, llamó la atención la semana pasada el uso de una retórica religiosa mesiánica en la incursión realizada en la ciudad palestina de Nablus. Se trataba del ingreso de tropas israelíes acompañando a un grupo de colonos que entraban para restaurar la supuesta tumba de José, un lugar considerado sagrado por los religiosos judíos que se encuentra dentro de la principal ciudad palestina en el norte de Cisjordania. El jefe de la operación israelí, el coronel Roi Zweig, arengó a las tropas que ingresaron a la ciudad palestina explicando que se entraba a una misión de restaurar la tumba de José “en el lugar donde Dios nos prometió esta tierra” y que el ingreso a la ciudad de Nablus era a la luz del día, “como hijos de reyes”. Ambos conceptos, el de la promesa divina de la tierra de Israel al pueblo judío y el de los “hijos de Reyes”, son parte de la ideología religiosa-nacionalista de los sectores de la ultraderecha sionista que afirman la superioridad de los judíos y su exclusividad en la tierra de Israel y niega derechos a los palestinos. Su uso hace evidente el avance de esos sectores fanáticos dentro de las estructuras militares israelíes.

Esta escalada de violencia, que puede empeorar en las próximas semanas y que puede también diluirse hasta que algunas de las principales fuerzas políticas (Israel, Hamas o la Autoridad Palestina) tenga interés en reavivarla, se da en un contexto político complejo para el gobierno israelí, encabezado por Naftalí Bennett. La deserción de una segunda diputada de Yamina, el sector que lidera Bennett, dejó a la coalición gubernamental sin mayoría parlamentaria. La coalición de partidos de derecha, centro y centro-izquierda que, unidos por el repudio a Benjamin Netanyahu, constituyeron un gobierno amplio quedó muy endeble. Por un lado, todos los partidos que participan en la coalición tienen interés en mantenerse para evitar el probable costo político de una nueva convocatoria a elecciones y principalmente debido al temor a que el ex primer ministro Netanyahu, a pesar del avanzado juicio por corrupción que afronta, pueda resultar vencedor si hay nuevos comicios. Por otro lado, una coalición gubernamental plagada de contradicciones y visiones muy divergentes en casi todos los temas políticos tendrá que afrontar numerosos desafíos en las próximas semanas sin tener margen de error en el parlamento, al contar con sólo 60 diputados de un total de 120. Será particularmente difícil en un contexto de escalada violenta con retórica religiosa mantener el equilibrio entre el partido de Bennett, un partido de derecha religiosa nacionalista que cree en la supremacía judía en todo el territorio de Israel y Palestina, y el socio político islámico que con sus votos parlamentarios permite la supervivencia de esta peculiar coalición. Es más, la continua ampliación de colonias en los territorios ocupados y las demostraciones de soberanía militar ordenadas por el ministro de Defensa Benny Gantz hacen prever más enfrentamientos y más violentos en los territorios ocupados, que pueden comenzar con la muerte de manifestantes y reyertas callejeras y rápidamente llegar a algo mucho más grave, todo esto en un mundo sin paciencia ni atención hacia un conflicto crónico en el que tanto Israel como Hamas no tienen voluntad de resolver o ni siquiera desarmar y desactivar.

Nuevos disturbios en Jerusalén

Luego de que el viernes se registraran violentos incidentes entre palestinos e israelíes en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén y sus alrededores, este domingo nuevos enfrentamientos dejaron decenas de heridos.

Según informaron voceros de la Policía israelí, manifestantes palestinos empezaron a recoger piedras en la explanada –lugar llamado Monte del Templo por los judíos– antes de la llegada de los judíos que pueden visitar este lugar, considerado el más sagrado del judaísmo, a determinadas horas y bajo ciertas condiciones. Las fuerzas de seguridad israelíes ingresaron en la explanada y dejaron un saldo de más de 20 palestinos heridos, de acuerdo con lo que informó la Media Luna Roja.

La Autoridad Palestina reaccionó ante estos hechos y condenó los intentos israelíes de dividir el complejo de la mezquita Al-Aqsa entre musulmanes y judíos, ya que los palestinos consideran que únicamente los musulmanes pueden orar en dicho lugar, uno de los más sagrados del islam.

Según informó la agencia palestina de noticias Wafa, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, “advirtió del peligro de los repetidos ataques contra la mezquita Al-Aqsa” durante una conversación telefónica que tuvo con el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan. Las “violaciones de Israel no pueden tolerarse”, dijo Abás, y pidió a la comunidad internacional que intervenga de inmediato para detener la “agresión” israelí, según Wafa.

Por su parte, Jordania, país que actúa como custodio de la mezquita Al-Aqsa, condenó a las autoridades israelíes por permitir la entrada a visitantes judíos al complejo del Monte del Templo, informó el diario israelí Haaretz.

Gerardo Leibner, desde Tel Aviv.