En las primeras horas de la noche del lunes el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, respiró aliviado, luego de evitar la moción de censura que había impulsado un sector de su partido, el Conservador, en una práctica muy habitual en la política británica.
El escándalo causado por las numerosas fiestas celebradas en Downing Street durante la pandemia, además de otros temas, como la situación que quedó en Irlanda del Norte luego del brexit, fue generando un clima de fuerte rechazo hacia Johnson dentro de su propio sector. Así fue que el Partido Conservador accionó una moción de censura interna, en la que el jefe del Gobierno debería obtener el apoyo de una mayoría simple de 180 diputados tories para continuar en su cargo y también en el liderazgo del partido, algo que logró.
En total fueron 211 los legisladores conservadores que respaldaron a Johnson y 148 los que apoyaron la moción de censura, por lo que por el momento las cosas seguirán como están y, de acuerdo con la legislación británica, por un año no podrá presentarse otra moción contra el primer ministro.
Luego de conocidos los resultados, el primer ministro británico tuvo un breve contacto con los medios en el que manifestó que el apoyo que recibió es “decisivo”. “Lo que significa esto es que, como gobierno, podemos seguir adelante y concentrarnos en las cosas que creo que realmente le importan a la gente”, manifestó el mandatario, de acuerdo a lo que informó la BBC.
Tras la votación, muchos analistas de la política británica coincidieron en que, si bien Johnson logró evitar la censura, no lo consiguió de una manera suficientemente holgada como para sofocar la agitación que rodea a su liderazgo, y el dato de que 41% de los legisladores conservadores se manifestaron en contra del líder del sector, no es para nada menor.
En diciembre de 2018 la entonces primera ministra, la predecesora de Johnson, Theresa May, afrontó una instancia similar, también motivada en buena medida por la salida de Reino Unido de la Unión Europea, pero logró evitar la censura con mejores números que el actual gobernante, ya que la apoyó 63% de los legisladores del partido y la rechazó 37%. Así y todo, el liderazgo de May quedó sumamente debilitado y ocho meses después del apoyo recibido por sus parlamentarios debió dejar el cargo.
La votación interna de los conservadores obviamente también generó reacciones en los sectores de la oposición. El líder del Partido Laborista, Keir Starmer dijo que la conclusión que quedó es que los conservadores están “divididos” y no tienen firmeza para seguir al frente del gobierno. “La elección es más clara que nunca: los conservadores divididos apoyan a Boris Johnson sin un plan para abordar los problemas que enfrenta. O un Partido Laborista unido con un plan para solucionar la crisis del costo de vida y restaurar la confianza en la política”, escribió Starmer en su cuenta de Twitter. “Los laboristas volverán a encarrilar a Gran Bretaña”, remató el líder opositor.
También manifestaron su rechazo a Johnson desde el Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés), el tercer sector con mayor representación en el Parlamento británico. “Reino Unido ahora está atrapado en el limbo con un primer ministro rengo que perdió la confianza de la opinión pública y de más de 40% de sus propios parlamentarios”, expresaron desde el sector.
Por su parte la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, una acérrima adversaria política de Johnson, tuiteó: “Este resultado es seguramente el peor de todos los mundos para los conservadores... para Escocia, simplemente subraya el déficit democrático: únicamente dos de los 59 diputados [escoceses] tienen confianza en el primer ministro”.