Un nuevo episodio de violencia amenaza con desestabilizar la frágil paz que se vive en Kosovo.

Este territorio, habitado mayoritariamente por población de etnia albanesa y de religión musulmana, declaró su independencia de manera unilateral en 2008, con el apoyo de Estados Unidos y de la mayor parte de los países de la Unión Europea. Esta decisión no fue aceptada por Serbia, que considera a Kosovo como parte integral de su territorio por razones históricas. Además, en el norte de Kosovo la mayoría de la población es serbia y cristiana, y no reconoce la autoridad del gobierno central que encabeza el primer ministro albanokosovar Albin Kurti.

Es precisamente en el norte de Kosovo donde se está registrando esta nueva crisis.

El origen de las tensiones crecientes fue el boicot de los serbios, apoyados por el gobierno de Belgrado, a las elecciones municipales realizadas en abril, lo que permitió a los albaneses tomar el control de los consejos locales, ya que en los comicios para los que estaban habilitados para votar 45.000 personas, sólo lo hicieron 1.500, en su enorme mayoría albanokosovares.

El viernes, en el momento en que iban a asumir las autoridades electas en dichos comicios, los serbios, que no reconocen a los nuevos alcaldes, se congregaron en las puertas de los edificios municipales para impedirles el ingreso y fueron fuertemente reprimidos por la Policía de Kosovo.

El lunes miles de serbios salieron nuevamente a las calles de varios municipios y tuvieron fuertes choques con los integrantes de la KFOR (siglas en inglés de Kosovo Force, Fuerza de Kosovo), una entidad militar coordinada por la OTAN que está desplegada en la zona desde 1999.

Los enfrentamientos dejaron 75 heridos, 50 serbios y 25 soldados de la KFOR de nacionalidad italiana y húngara. Los choques fueron particularmente duros en la localidad de Zvecan.

Este martes nuevamente se registraron enfrentamientos, aunque de menor entidad, mientras se producían reuniones de alto nivel tendientes a estabilizar la situación.

El presidente serbio, Aleksandar Vucic, se reunió el martes en Belgrado con los embajadores de Alemania, Francia, Italia y Reino Unido para pedirle a estos países que usen su influencia para que el gobierno kosovar de Kurti acceda a retirar a los alcaldes electos en abril, informó France 24.

Luego del encuentro con los representantes diplomáticos, Vucic habló con los medios de prensa y volvió a acusar al gobierno de Pristina –la capital de Kosovo– de discriminar y actuar de forma violenta contra la comunidad serbia.

Además, el mandatario serbio dijo que el primer ministro Kurti, “debe retirar sus unidades especiales (de Policía), porque los serbios nunca aceptarán su ocupación”.

Sus críticas continuaron e incluyeron también a los integrantes de la KFOR por no haber protegido el viernes a los serbios cuando la policía kosovar usó la fuerza contra los manifestantes para permitir el acceso de los alcaldes a las sedes municipales.

Por su parte Kurti dijo el martes que los actos de violencia en el norte del país fueron ocasionados por “turbas fascistas”, controladas por Serbia. Paralelamente, el jerarca dijo que rechazó una solicitud de Estados Unidos para trasladar a los alcaldes recientemente instalados fuera de sus oficinas oficiales, tal como quería Vucic.

El tema también generó la reacción del secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, que llamó al diálogo entre las partes y pidió al gobierno de Kurti no “dar pasos unilaterales y desestabilizadores”.

La situación también preocupa al canciller ruso, Sergéi Lavrov, quien culpa de la inestabilidad en las relaciones entre Serbia y Kosovo a la intervención de Estados Unidos y la OTAN.