Enseguida de las elecciones municipales de 2024, llamó la atención la irrupción de un movimiento que reivindica el fin de la escala 6x1. Llamado VAT (“vida más allá del trabajo”, por sus siglas en portugués), el movimiento trae como principal bandera el fin del régimen semanal de seis días de trabajo para uno de descanso, y afirma la necesidad de limitar la jornada laboral para que haya tiempo para el ocio, la convivencia con la familia y amigos, el estudio, los cuidados y la salud. O sea, para usufructuar la vida.

Todo en ese movimiento muestra a actores invisibles y pone en escena agendas decretadas como desactualizadas, luchas consideradas perdidas, identidades que algunos análisis académicos caracterizan como faltas de convocatoria. Y sobre todo se opone a varias narrativas corrientes sobre la posición de los jóvenes en el mundo del trabajo, sus experiencias, quejas y demandas, lo que los toca y moviliza.

El VAT está compuesto por jóvenes de las clases populares (lo que, en general, coincide con habitar en “las periferias”), trabajadores asalariados de los sectores de comercio y servicios. Esa es una primera sorpresa, porque los diagnósticos habituales sobre los jóvenes en Brasil tienden a resaltar las dimensiones de la inactividad, exhibiendo datos sobre el siempre notable número de ni ni, la deserción escolar y el desestímulo o subaprovechamiento de la fuerza de trabajo en esa generación. También porque impera un discurso según el que, debido a las transformaciones en el mundo del trabajo, los jóvenes estarían absolutamente distantes de la experiencia del trabajo asalariado, siendo todos cuentapropistas, autónomos, emprendedores o aspirantes a establecerse como tales.

Por fin, sorprende el hecho de que esos jóvenes se identifiquen como parte “de las clases trabajadoras”, construyan sus reivindicaciones tomando como referencia la legislación laboral (Consolidación de las Leyes Laborales, CLT) y levanten, con una importante relectura, una bandera que actualiza una demanda clásica de la lucha por derechos laborales: la limitación de la jornada y la defensa del descanso remunerado, contrariando una tesis corriente de que la agenda de derechos de los trabajadores estaría superada.

Quiénes son y qué dicen

El fundador del movimiento VAT, Rick Azevedo, recién elegido concejal en la ciudad de Río de Janeiro, es un joven trabajador del sector de comercio. Actualmente con 31 años, migró del interior de Tocantins a la capital carioca antes de cumplir 18 años, en busca de oportunidades de trabajar y estudiar.

En ese recorrido, desarrolló una extensa trayectoria de trabajo, con ocupaciones variadas en empleos de baja calificación y remuneración, que van desde changas como vendedor ambulante a trabajo asalariado formal en el comercio como dependiente de farmacia.

Destacando la contradicción entre sus expectativas y la realidad impuesta por las funciones que ejerció para su supervivencia, Rick expresó su incomodidad por no tener tiempo para usufructuar otras dimensiones de la vida. Sus quejas fueron expresadas inicialmente en las redes sociales. El reclamo se viralizó rápidamente: su primera publicación en Tik Tok desencadenó una gran identificación, provocando innúmeros relatos de quejas similares, lo que dio lugar a la creación del VAT, con la propuesta de una petición para modificar la CLT que impida la contratación en la escala 6x1. Sumando la agitación en las redes con campañas diarias en las calles, en zonas comerciales y de circulación de trabajadores, con pequeños panfletos y mucha charla, se convirtió lo que serían apenas likes en un millón de firmas para una petición dirigida al Congreso Nacional. Poco tiempo después, el movimiento se fortaleció y ganó escala nacional al recibir el apoyo fundamental de la diputada Erika Hilton para la proposición de una Propuesta de Enmienda Constitucional por la transformación de la jornada de trabajo.

Jóvenes trabajadores

Según el IBGE, la tasa de participación de los jóvenes de entre 18 y 29 años es de 74,5%, es decir, tres de cada cuatro jóvenes trabajan o buscan empleo, proporción superior a la encontrada para la población adulta en su conjunto. Los tipos de ocupaciones abarcan tanto formas de trabajo antiguas como nuevas y son, en general, trabajos poco calificados, con jornadas laborales intensas, salarios bajos y pocas garantías de derechos y protección.

Contrariamente a lo que postula cierta percepción de la escena, la gran mayoría de los puestos ocupados por jóvenes son empleos asalariados, no empleos por cuenta propia. En 2023, tres cuartas partes (78,7%) de los jóvenes empleados eran asalariados; esta categoría incluía a los empleados con contrato formal (47,4%), empleados sin contrato formal (25,7%), personal militar y funcionarios públicos (2,3%) y empleados domésticos (3,3%). Menos de una quinta parte (17,5%) eran trabajadores por cuenta propia y sólo 1,6% eran empleadores (dos categorías que podrían incluir a los trabajadores por cuenta propia y a los “emprendedores”).

Aunque la mayoría de los trabajadores jóvenes experimentan estas relaciones y condiciones adversas, se presta poca atención a esta situación y aún menos hay propuestas para combatirla, tanto a nivel gubernamental como sindical. La mayor parte de la preocupación sobre la cuestión del trabajo juvenil se centra en la cuestión de la inactividad y el desempleo. Las respuestas que han sido encaminadas apuntan a garantizar una formación educativa y profesional que aumente sus posibilidades de conseguir mejores puestos de trabajo y, más recientemente, a la sustitución del trabajo asalariado por alternativas de emprendedurismo y startups como una forma “más moderna” y satisfactoria de inclusión productiva de los jóvenes.

Los líderes y seguidores del VAT son jóvenes trabajadores asalariados, de diferentes sectores del comercio y servicios, precarios, agotados por las intensas jornadas laborales, que ven su salud y diferentes dimensiones de sus vidas afectadas por el exceso de jornada laboral. Son las tensiones, los conflictos y las pérdidas producidas en sus vidas por este régimen de trabajo de lo que se quejan y exigen cambios.

El movimiento desencadenado por el VAT tiene un impacto especial porque verbaliza demandas de una experiencia generacional única pero, al mismo tiempo, cataliza una insatisfacción generalizada y exige derechos que conciernen a todos los trabajadores.

Como dicen sus integrantes, es una lucha contra la precariedad, la explotación, el desguace y la deshumanización de los trabajadores. Es una lucha por “los derechos humanos y la dignidad” planteada por los trabajadores en la base más explotada del mercado laboral: “Este país nunca se sustentará sin la clase trabajadora en la base. Somos mayoría y nuestra movilización apenas comienza”.

Una versión más extensa de este artículo fue publicada originalmente en Outras Palavras.