Muchas veces, cuando se piensa en Cuba, se piensa en Fidel Castro, en el Che Guevara. En la campaña de alfabetización. En una educación y una sanidad excepcionales para el Tercer Mundo. O en sus misiones internacionalistas. Más recientemente, se piensa en que Cuba fue el único país pobre que desarrolló una vacuna durante la pandemia.
Este último hecho es revelador de dos realidades opuestas. Hasta dónde puede llegar la industria biotecnológica cubana y hasta dónde llega la crisis económica cubana. La isla no hubiera podido importar las millones de dosis requeridas para su población. No contaba con divisas para ello. Como no cuenta hoy con divisas para la importación de las materias primas necesarias para la fabricación de muchos medicamentos. Desde la pandemia, en las farmacias empezaron a escasear antibióticos, analgésicos y todo lo demás.
Esto último sirve para entender el presente de la isla. Un presente muy lejano de la imagen histórica. Y más aún, lejano de la imagen idealizada. Una lejanía que se expresa también en gente hurgando en los contenedores de basura por comida y en autos de alta gama de decenas de miles de dólares pasando al costado de la gente que hurga en la basura. Algo impensable sólo unos años atrás. Sea socialismo o lo que sea que tenemos en Cuba, ya no es lo que supo ser. Se parece a la Cuba del “período especial”, pero con una gran diferencia: las extremas desigualdades sociales.
Pandemia y reforma económica
La pandemia marcó el inicio de la crisis actual de la economía cubana. La reforma lanzada a inicios de 2021 por el gobierno, su profundización. Si no pensáramos que los resultados de la reforma económica no fueron planeados, creeríamos que el partido y el Estado cubanos siguen el rumbo de la “doctrina del shock” de Naomi Klein sobre cómo, por medio de desastres económicos, se imponen las políticas neoliberales.
La pandemia forzó el cierre de la industria turística, probablemente, la tercera fuente de divisas para la isla, por detrás de la exportación de servicios médicos y de las remesas. Es difícil de contabilizar. Los ingresos por la exportación de servicios médicos son reservados y buena parte de los ingresos por remesas ocurre utilizando mulas. Al mismo tiempo, existen múltiples tasas de cambio. Hasta 2021, un dólar valía 24 pesos cubanos. Hoy esa tasa sigue vigente para las empresas del Estado, la tasa oficial para el público es de un dólar por 120 pesos cubanos, pero la del mercado negro es, al día de escribir esta nota, de un dólar por 360 pesos. La explosión del precio de las divisas en el mercado negro es en gran medida consecuencia de las reformas económicas lanzadas el 1º de enero de 2021.
El gobierno perseguía varios objetivos. El más importante era incrementar la captación de divisas por el Estado. Para eso se incrementaron, por decreto, entre cuatro y cinco veces los precios de los alimentos, las medicinas, los servicios públicos y todo lo demás, al tiempo que se incrementaron entre cuatro y cinco veces los salarios, pero se mantuvo fija la tasa de cambio oficial de un dólar por 24 pesos.
Como consecuencia de esto, el 40% de las familias cubanas que recibían remesas desde el exterior veía cómo el poder de compra de sus divisas se reducía a una cuarta parte de lo que era antes, mientras el Estado captaría entre cuatro y cinco veces más divisas que antes de esa fecha por cualquier bien o servicio. La desesperación resultante catapultó la expansión del mercado negro de divisas.
Poco después, los operadores de este mercado ofrecían el doble, luego tres veces, y se ha llegado a cuatro veces la tasa oficial. ¿De dónde venían tantos pesos para comprar dólares y a esos precios? Lo más probable, de la nomenklatura (la burocracia estatal dominante). El sector privado era marginal en ese momento.
El gobierno creó una moneda virtual llamada MLC (moneda libremente convertible, basada en una canasta de divisas con tasas de cambio oficiales) y tiendas MLC, donde se podía comprar alimentos y todo lo demás sólo con esa moneda. Las cuentas y tarjetas bancarias MLC se nutrían de las remesas llegadas al país por transferencias, y en las tiendas MLC se podía comprar con estas tarjetas o con Visa y Mastercard.
Todo esto vino acompañado por el vaciamiento de productos en las tiendas comunes y una abundancia relativa en las tiendas MLC. El objetivo del gobierno era captar las divisas del consumo realizado en este mercado preferencial. Esto provocó más desesperación. El 60% de las familias no tenía acceso a este mercado. No tenían dinero MLC ni cómo acceder a él, y en las tiendas comunes se hallaba muy poco.
Se configuró una perversa y regresiva “teoría del derrame”, no ya de riquezas sino de productos. Una parte de la gente que podía comprar en las tiendas MLC vendía productos a quienes no tenían para comprar en ellas. Y lo hacía a dos, tres y cuatro veces su precio, lo que redujo el poder de compra de los salarios. La escasez promovía este lucrativo negocio. El Estado captaba más divisas por intermedio de quienes compraban en MLC para vender en pesos.
Por si todo lo anterior no alcanzara, la canasta básica de alimentos que llega a la población a través de la libreta de racionamiento, y que aseguraba ciertos mínimos nutricionales a precios subsidiados acordes con los salarios, empezó a llegar de manera fraccionada y espaciada en el tiempo, acumulando algunos de ellos hasta uno y dos meses de atraso.
El 1º de enero de 2021 el gobierno cubano hizo públicas sus reformas económicas, y el 11 de julio todo voló por los aires. Tuvimos un estallido social. Parece que nadie en el gobierno había anticipado lo evidente. La distancia que existe entre el Partido Comunista Cubano y las masas nubla su vista.
El antes y el después
El bloqueo de Estados Unidos explica mucho. Sus daños son de unos 5.000 millones de dólares por año, según las cifras que maneja el gobierno. Para tener una idea del impacto, debemos compararlo con el presupuesto del Estado cubano. En 2024 llegó a 96.622 millones de pesos: 4.024 millones de dólares al cambio oficial dentro del Estado, 805 millones al cambio oficial a la población y 268 millones al precio que el dólar tiene en la calle.
La pobreza relativa del Estado cubano puede verse si comparamos ese presupuesto con el uruguayo. En 2022, el presupuesto uruguayo era 5,2 veces el cubano al cambio oficial dentro del Estado cubano, 26,2 veces al cambio oficial para la población y 79 veces al cambio de la calle. Cuba tiene 11,1 millones de habitantes. Uruguay, 3,5 millones.
El castigo del bloqueo por más de seis décadas ha tenido consecuencias devastadoras en infraestructuras, maquinarias y servicios públicos. Pero el pollo que se distribuye por la libreta de racionamiento es made in USA desde hace mucho. Lo puedes ver en el costado de las cajas abandonadas fuera de las bodegas.
Otro factor que explica la crisis cubana es la dependencia de la Unión Soviética y de los países del Este. Esta resultó evidente cuando entre 1989 y 1991 se vino abajo el campo socialista: Cuba perdió entre 80% y 90% de sus exportaciones.
La evolución de la industria azucarera muestra muy bien el proceso de la economía cubana. Su producción llegó a ser de 8,5 millones de toneladas en 1970. Para 2019 había caído a 1,3 millones de toneladas y en 2023 fue de sólo 350.000 toneladas. Esta última cifra es equiparable a las de mitad del siglo XIX. Cuba debe importar unas 750.000 toneladas de azúcar sólo para dar a la población lo que va por la libreta de abastecimiento.
Otro ejemplo revelador es la flota de pesca cubana. Gracias al apoyo soviético, se convirtió en la mayor flota de pesca de América Latina en los años 70. Luego de 1991 su manutención fue imposible, se comenzó la canibalización de los barcos y hoy no queda ya nada de lo que supo ser.
Todas las producciones agropecuarias han seguido el derrotero de la producción azucarera. Por ejemplo, a inicios de los 90, la producción de leche fresca era de unos 1,1 millones de toneladas. Para 2022, esta era de 369.600 toneladas. Dos meses atrás, en varias provincias no había incluso la leche que va por la libreta de racionamiento para los niños de hasta siete años.
La consecuencia ha sido una creciente dependencia de la importación de alimentos. Esteban Lazo, el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento cubano), afirmó dos períodos de sesiones atrás que casi el 100% de la canasta básica de alimentos era importada.
La desaparición del campo socialista y la continuidad del bloqueo obligaron al gobierno cubano a buscar alternativas. Ellas fueron la industria turística y la exportación de servicios médicos. El problema es que la exportación de servicios médicos dependía de condiciones políticas. Cuando la derecha llegó al gobierno en varios países de América Latina, el personal de salud fue expulsado y Cuba perdió miles de millones de dólares. Cuando la pandemia obligó a cerrar la industria turística, otros miles de millones de dólares desaparecieron de un día para el otro.
El gobierno cubano ha mantenido su opción por el turismo como principal destino de las inversiones, a pesar de que antes de la pandemia la tasa de ocupación de los hoteles rondaba el 48% y hoy apenas llega al 24%. El turismo en Cuba no se ha recuperado a niveles anteriores a la pandemia, cuando en toda la región del Caribe ya lo ha hecho. Los servicios turísticos cubanos se han deteriorado, tanto como lo ha hecho el conjunto de la economía.
El gasto público cubano de 2023 grafica las prioridades del gobierno. El 33,5% del presupuesto estatal fue a la industria turística. Sólo el 3,1% fue a la agricultura y la ganadería, 0,7% a la pesca y 0,4% a la industria azucarera.
Los datos sobre el deterioro de largo plazo en la provisión de alimentos y medicinas a la población, las infraestructuras, maquinarias y servicios públicos indican que el turismo nunca pudo aportar suficientes recursos para mantenerlos y, menos aún, para mejorarlos. La tasa de ocupación hotelera no deja lugar a ninguna duda sobre una sobreinversión sectorial sin resultados proporcionales.
¿Qué pasará en adelante?
Cuba no es una economía de mercado ni su democracia es una democracia liberal. Ambas siguen, parcialmente, otras leyes. En la sociedad cubana perviven huellas de la esclavitud colonial y del estalinismo posrevolucionario. Ambas huellas se han superpuesto para determinar una sociedad con grandes dificultades para la autoorganización. No sólo para la protesta.
La escala salarial de enero de 2021 permanece intacta a pesar de haberse acumulado una inflación galopante difícil de medir. Uno puede hallar hoy una caja de pollo de 2,25 kg a 2.000 pesos y un cartón de 30 huevos a 3.500 pesos. O sea, 43% y 75% de un salario mensual promedio. Estos precios se explican por la escasez, porque la libreta de racionamiento ya no cubre las necesidades de la población, porque una parte de la población revende unos alimentos para conseguir otros u otras cosas, y porque el Estado cedió a pequeñas y medianas empresas parte de la importación de alimentos y desaparecieron los subsidios de la venta estatal.
Los niveles salariales han llevado a la deserción de miles de trabajadores, quienes no encuentran razón en trabajar para el Estado, cuando incluso una actividad informal y precaria puede darles varias veces un salario. Esto ha tenido un gran impacto en la educación y la sanidad. Hay decenas de miles de vacantes sin interesados en cubrirlas, lo que, junto con inversiones marginales en ambos sectores, está haciendo colapsar estos servicios. En el presupuesto de 2023, la educación recibió 1,39% y la sanidad 1,83% del total de las inversiones.
Por otro lado, el colapso de las infraestructuras relacionadas con servicios públicos como el agua, la electricidad y el transporte impactan aún más sobre la población. De 11.089.511 habitantes, el 75% tiene agua en sus casas. De estos, el 36% recibe el agua en forma diaria, 14% la recibe cada 3-9 días y 5% cada diez o más días. El 25% de la población no tiene agua en sus casas (24,74%).
En el caso de la electricidad, la situación no ha dejado de empeorar. En parte esto se debe a la falta de divisas para importar petróleo. En parte, a las repetidas averías de las centrales térmicas. El deficiente mantenimiento fruto del bloqueo y de la falta de divisas ha configurado una situación dramática. En las pasadas semanas los apagones llegaron a tener una duración de 20 horas.
La extensión de los apagones por muchas horas y muchos días ha disparado protestas en diferentes partes del país. El 17 de marzo la gente se lanzó a la calle en Santiago y en Bayamo. Lo hicieron batiendo cacerolas al grito de: “¡Corriente y comida!”. La consigna resume muy bien el drama actual.
Ante la falta de organizaciones de masas, sindicales, estudiantiles, de mujeres, de vecinos, que canalicen las demandas y protestas de la población (las oficiales no lo hacen), y ante la falta de una crítica política y social del Partido Comunista que pueda impulsar un cambio de rumbo, la población no tiene más alternativas que el estallido social o la migración. En tres años se han ido de la isla casi medio millón de cubanos.