“Estamos aquí por él, ¡lo sentimos mucho!”. Una señora mayor, acompañada por su hija, llega frente a las vallas de la plaza de San Pedro y se detiene a observar la multitud de turistas y peregrinos armados con teléfonos móviles y cámaras. Descansa un momento y luego hace un gesto de querer entrar a la plaza: quiere acercarse a las pantallas laterales donde aparece una imagen sonriente de Jorge Bergoglio.
En el día en que estalla la primavera en Roma, se despide el papa Francisco tras largos meses de enfermedad. Murió en la mañana del lunes a las 7.35 en la Domus Santa Marta, una estructura cercana al Vaticano pero externa al Palacio Apostólico, donde eligió vivir precisamente por su voluntad de estar entre la gente y no aislado en el Palacio Pontificio. Esta elección fue una de las primeras señales de su pontificado social; “un pastor debe oler a sus ovejas”, solía decir. Y sus últimas horas, de hecho, transcurrieron entre su gente.
Sorprendió a todos el día de Pascua, la festividad más importante para los cristianos, cuando, a pesar de la enfermedad, con una voz irreconocible pronunció la bendición urbi et orbi y bajó a la plaza para saludar a los fieles: “Ayer parecía estar bien y hoy esta noticia. Estamos en shock”, dice un hombre con un pañuelo amarillo al cuello que cruza la plaza con un grupo de peregrinos. Muchos en la plaza de San Pedro interpretan aquellos últimos gestos de Francisco como un testamento espiritual: “Se entregó hasta el final –dice una joven–. Ayer fue un regalo a los fieles presentes en la plaza por la Pascua, su último abrazo a una multitud conmovida y festiva. Fue un momento emocionante que quedará vívido en la memoria colectiva”.
La multitud, dolida e incrédula ante el anuncio de la muerte hecho por el cardenal camarlengo Kevin Joseph Farrell a las 10.00, que llenó la plaza, cruza la Via della Conciliazione en un flujo constante y masivo. Turistas y peregrinos, tras el desconcierto inicial, comenzaron nuevamente a hacer fila, pasar los torniquetes y controles de seguridad para poder entrar a la Gran Basílica, y atravesar la Puerta Santa del Jubileo iniciado hace pocos meses, el 24 de diciembre de 2024.
“Es una noticia verdaderamente tristísima. Fue un gran papa, nos enseñó muchísimas cosas y, en mi opinión, quedará en la historia porque hizo mucho”, dice una ciudadana romana que intenta intercambiar algunas palabras con un turista argentino que se encontró en Roma justamente en esta ocasión: “Es un gran orgullo para nosotros los argentinos –dice José– haber tenido un papa que fue tan revolucionario y valiente. Quiero recordar que fue capaz de decir muchas verdades, por ejemplo sobre el genocidio de Gaza, incluso en la cara de los poderosos, también a aquellos que ahora lo llenan de elogios pero que no escucharon sus palabras”.
A muchos no les pasó desapercibido que fue justamente el vicepresidente estadounidense –JD Vance, un líder considerado ideológicamente muy distante de las ideas del papa– la última persona con la que se reunió Francisco –después de muchas presiones–. Con ironía típica romana, alguien comentaba que “le dio el golpe de gracia” a una persona ya debilitada por la enfermedad.
La prensa de todo el mundo ya se congregó en la plaza de San Pedro. La oficina de comunicación del Vaticano valló una parte de la plaza, justo cerca de la estructura donde suele funcionar la sala de prensa, y los cronistas acamparon con sus cámaras apuntando hacia la cúpula, el cupolone, como le llaman los romanos. El circo mediático ya está en marcha y muchas lenguas diferentes resuenan de un lado al otro de la plaza.
Los funerales del papa, según las normas de la Universi Dominici Gregis, deberían celebrarse entre el cuarto y sexto día desde su muerte, es decir, entre el viernes 25 y el domingo 27 de abril. La decisión sobre la fecha debería tomarse en la primera congregación de cardenales, que se llevará a cabo este martes. Es probable, por tanto, que las exequias se celebren el sábado 26, mientras que el cónclave para elegir al nuevo pontífice se celebrará entre el decimoquinto y el vigésimo día tras la muerte de Francisco, es decir, entre el 6 y 10 de mayo. Sin embargo, si todos los cardenales electores se encontraran en Roma antes del 6 de mayo, el inicio del cónclave podría adelantarse.
“No cambió la doctrina de la iglesia sino su pastoral, la forma de vivir la fe y de testimoniarla en el mundo”, dicen unos jóvenes que llegaron frente a la basílica con sus bicicletas. Como muchos en la plaza, toman fotos y se hacen selfis con la basílica de fondo.
“¡Qué bella muerte! Hasta el final en la brecha. ¡Perdemos a un gran luchador por la paz!”, dice Luciano, un cristiano de fe bautista que reconoce en Bergoglio su compromiso claro y firme por la paz. En general, muchas personas recuerdan al papa por su dedicación a los últimos, a los pobres, a los presos y en contra de las guerras. Muchos recuerdan con emoción el viernes santo de 2020 cuando, en plena pandemia, apareció solo en una plaza de San Pedro vacía y sombría para rezar por el fin de la pandemia.
Fue un papa muy amado y muy odiado, dicen muchos comentaristas; encarnó una ética cristiana simple y concreta, centrada en la paz, el ambiente y la fragilidad humana más que en dogmas y metafísica. Este enfoque atrajo a muchos laicos, que sintieron una sintonía ética sin necesidad de convertirse a la fe, y este es probablemente el motivo por el cual ejerció un fuerte atractivo, especialmente sobre los no creyentes.
Sus luchas por la paz y la justicia social lo acercaron a movimientos sociales, colectivos y redes de base que hoy lo lloran como nunca antes se hizo con otros pontífices: “Muchas veces acompañamos a personas migrantes hacia él, y cuando las encontraba, siempre abrazaba y acariciaba sus heridas. Para todas las personas descartadas, oprimidas y para todos los pobres del mundo fue un padre, un hermano mayor”, declaró don Mattia Ferrari, capellán de la ONG Mediterranea Saving Humans, una de las organizaciones que con sus barcos rescatan migrantes en el mar Mediterráneo. “Las personas migrantes que se encuentran en Libia y que son el emblema de quienes sufren violencia, injusticia y devoluciones forzadas –continuó– en el mensaje de condolencias que publicaron por la muerte del papa no escribieron adiós, escribieron hasta pronto”.
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