“¿Qué tenemos que hacer para superar esas barreras estructurales para la integración regional?” fue la pregunta medular de la mesa de diálogo “Coordinación regional/multilateral en una coyuntura desafiante”, celebrada en el marco del encuentro Iniciativa Uruguay Sur, que organizaron la semana pasada el Ministerio de Industria, Energía y Minería y el Transnational Institute.

El panel fue moderado por la directora de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en Uruguay, Raquel Artecona, y estuvo integrado en su mayoría por referentes de instituciones con presencia en el Mercosur: el exministro de Desarrollo Productivo durante la presidencia de Alberto Fernández y catedrático de la Universidad de San Martín, Matías Kulfas; la jefa de la Unidad de Inversiones, Talento Humano y Otros Factores Habilitantes del Desarrollo Productivo de la Cepal, Cecilia Plottier; el investigador de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República Carlos Bianchi; su homólogo de la Universidad de Oxford Baptiste Albertone, y la directora de Gobernanza e Indicadores de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Brasil, Verena Hitner.

Trabajar con “un capítulo del Sur global”

Kulfas llamó a “desafiar” la “inercia” con la que se han trabajado “algunos elementos” en la región. El exministro de Desarrollo Productivo dijo que si bien en un principio el Mercosur tuvo “una etapa muy dinámica, con muchos éxitos y logros en materia de integración”, el bloque “no dio el paso suficiente para una integración mucho más profunda” y no concretó “la integración de las cadenas de valor”.

“Son contadas con los dedos de una mano las cadenas productivas y sectores que se pudieron integrar”, lamentó, a la par que acusó una reducción del comercio intrarregional. También llamó a evitar “respuestas que muchas veces son más de lo mismo”, entre las que englobó al acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, que dijo que está pensado para “una etapa de globalización que no existe más”, por lo que “hay muy poco que realmente pueda dar de manera efectiva”.

Así, invitó a “trabajar de otra manera la integración” mediante “proyectos mucho más concretos que involucren cadenas productivas y tecnológicas”, con una “impronta de desarrollo productivo verde”. En esta línea, identificó “un montón de nichos de espacio de productos que hay que saber aprovechar” para los cuales “los acuerdos específicos de integración tienen que ser la herramienta fundamental”.

De esta forma, subrayó la necesidad de trabajar en una industrialización verde “con el capítulo del Sur global”, así como una mirada a futuro que permita precisar “cuáles van a ser las futuras importaciones”, sobre las que “hay que poner el foco”. “Hay una oportunidad y creo que la tenemos que aprovechar”, ilustró.

¿Cómo construir institucionalidades multilaterales exitosas?

Albertone considera que la coordinación multilateral en materia de política industrial es “un tema fundamental”. Dijo que hay tres grandes áreas a atacar al respecto: una a nivel sectorial, otra vinculada a las herramientas utilizadas y, por último, la creación de instituciones con dicho propósito, su tópico de estudio.

Según dijo, es necesario “dejar de lado” mecanismos “integracionistas”, que requieren “una enorme institucionalidad” y tienen “un costo de cooperación muy alto”, sumado al hecho de que son “extremadamente vulnerables a ciclos políticos”.

En su lugar, identificó dos modelos que optan por la coordinación y el consenso. Primero, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, de la que destacó su “flexibilidad y pragmatismo internacional” y que consideró “un esquema interesante para pensar la institucionalidad de la coordinación de la política industrial”. También citó el caso de la aeronáutica Airbus, que germinó de la colaboración de los gobiernos británico, alemán y francés –a los que se les sumaría España años más tarde– y demuestra cómo los gobiernos son capaces de alcanzar el consenso en torno a “los beneficios mutuos de la colaboración” mediante la “negociación y división del trabajo”.

Para el investigador, ambos casos “pueden servir como un modelo potencial para pensar nuevos mecanismos institucionales”. Así, invitó a “recolectar información, identificar polos de integración y ayudar a generar un debate entre gobiernos para poder pensar las áreas donde sería más interesante colaborar”.

Un camino que “sólo es posible mediante la integración internacional y regional”

Por su parte, Bianchi marcó que a su entender resulta “de perogrullo” que el camino hacia la transformación verde “sólo es posible mediante la integración internacional y regional”. El investigador aclaró que dicho proceso no está exento de dificultades, dado que, si bien las naciones del Sur global cuentan con “características similares”, también tienen “altas heterogeneidades”.

En esta línea, dijo que “parece difícil encontrar en procesos de innovación que los diferentes países, en particular en la región, cumplan los roles de líderes” y asuman el costo asociado, como también que otros “sean capaces de asumir roles de seguidores”. Bianchi enumeró a Brasil y México como posibles líderes y a Uruguay como un claro seguidor.

Acotó que en la región “se ha trabajado más en innovaciones verdes desde el punto de vista sectorial o mission oriented” –como el proceso de transformación de la matriz energética en nuestro país–, pero pasando por alto “las dificultades y costos que tienen las empresas establecidas en adoptar procesos innovadores”, aunque aclaró que “sería un absurdo” pensar que eso ocurrió “por dejadez”.

Así, afirmó que “no hay una opción que no sea a través de la integración regional” para articular y “volver más innovadoras las políticas verdes”, en “un ámbito de cooperación necesario y posible”.

Las dificultades presentes y los instrumentos para una “nueva época”

En último lugar intervino Hitner, que hizo hincapié en la necesidad de trabajar a nivel de campo junto con diferentes actores para construir sobre la base de consensos y disensos. “Uno podría sentarse en el despacho y escribir una política industrial, y seguramente sería bellísima”, ilustró, “pero no tendría la legitimidad necesaria para hacerse cumplir”.

Hitner recordó que la industrialización es importante para el desarrollo de los países, así como a la hora de “garantizar la mejora de la calidad de vida de las personas”. Tal como quienes lo precedieron, llamó a “pensar en conjunto proyectos de integración productiva”.

Lamentó que en el presente la región atraviesa “una profunda desintegración económica”. Dijo que Brasil no está exento de culpa y recordó que el comercio de la nación norteña con los países vecinos decayó de forma sostenida durante la última década. “Siempre miramos al comercio hacia fuera y no intrabloque”, criticó, y acusó la falta de políticas de desarrollo productivo que aborden la región de manera estratégica.

Así, se refirió a la fragmentación de gobernanzas, la disminución del comercio, a “una limitada logística e infraestructura de integración”, la escasez de crédito y la “inexpresiva participación de los bancos regionales” como las principales dificultades para la integración.

Hitner identificó varias acciones que permitirían superarlas, como la “necesidad urgente” de “modernizar y actualizar los instrumentos de promoción y facilitación del comercio interregional”. También la “construcción intrabloque” de mecanismos que permitan “pensar el tema verde” más allá de “una perspectiva nacional o de dos países, sino como región”. Finalmente, el fortalecimiento de los sistemas de pago y moneda locales.

“Son instrumentos que existen, que tienen potencial, que tienen que ser actualizados para esta nueva época en la que vivimos, pero pueden ser absolutamente centrales para aumentar el intercambio comercial y la construcción de estos proyectos”, concluyó.