Investigadores de América Latina coincidieron, en diálogo con la diaria, en que la llamada “transición verde” podría reproducir las mismas relaciones de dependencia que marcaron el orden económico internacional si los países del sur no recuperan su soberanía financiera y su capacidad de diseño de políticas industriales propias.

Durante la Iniciativa Uruguay Sur, el debate giró en torno a la necesidad de reformar la arquitectura financiera internacional para garantizar una transición ecológica justa, inclusiva y centrada en el desarrollo. “Muchas veces lo que se plantea como ayuda o cooperación en realidad no lo es, sino que es más deuda, una que no es muy diferente a la que los países del sur tuvieron que afrontar en décadas pasadas”, advirtió, en diálogo con la diaria, Daniel Chávez, investigador uruguayo y coordinador del Global Green Industrial Policy Lab del Transnational Institute (TNI).

El también doctor en Estudios del Desarrollo sostuvo que muchas veces se habla de “cifras millonarias”, pero cuando se analizan los números, “se repiten inversiones que ya fueron comprometidas o ejecutadas como si fueran nuevas. Ese tipo de alternativas para el acceso a las finanzas no es un modelo interesante para nuestros países. Cuando uno habla de la importancia de modificar la arquitectura financiera, sobre todo se refiere a la propia soberanía del Sur global”.

En la misma línea, el economista brasileño Pedro Rossi, profesor asociado en el Instituto de Economía de la Universidad de Campinas y vicepresidente y economista jefe en el Global Fund for a New Economy, sostuvo que la visión hegemónica de las finanzas climáticas no incorpora una perspectiva de desarrollo, lo que puede derivar en un “colonialismo verde”. “La visión mainstream de las finanzas climáticas no está integrada a una mirada de desarrollo. Con eso, el proceso tiende a generar nuevas formas de dependencia, lo que llamamos 'colonialismo verde'. Y esa dependencia es financiera y se manifiesta en las deudas externas, pero también a nivel productivo y tecnológico”, indicó.

Por su parte, la economista argentina Verónica Robert, quien es profesora de Economía en la Universidad Nacional de San Martín y se desempeñó como subsecretaria de Estrategia para el Desarrollo en su país, sostuvo que analizar la arquitectura financiera es un tema “fundamental”. Advirtió que los modelos actuales de financiamiento de la transición energética trasladan los costos al Estado y las ganancias al capital privado.

“Es fundamental transformar esta idea de que la transición debe financiarse con capitales privados mientras los estados asumen los riesgos. Para el Sur global, eso es muy oneroso, porque en última instancia las ganancias de este modelo se las van a llevar estas empresas de capitales privados”, añadió. Remarcó que los criterios internacionales sobre qué se considera “inversión verde” o “sostenible” están definidos por los intereses del norte y no por las prioridades del sur. “Eso es realmente un fracaso en materia de soberanía”, sentenció.

Especificidades

Rossi consideró que es importante que este tipo de agenda se impulse desde el Sur global debido a que esta zona tiene “especificidades importantes”. “Desde el punto de vista financiero y monetario somos la periferia, lo que implica dependencia de financiamiento y recursos, del ciclo de liquidez que viene del norte, del acumulo de reservas en monedas que no son nuestras y el uso de estas para el comercio internacional y concentración de la riqueza”.

“Desde el punto de vista comercial, hay que diferenciar las regiones. Grosso modo, Asia se integró en la globalización principalmente por su lado productivo y tecnológico, en cuanto a América Latina y África se integraron más por el lado financiero y reforzaron su rol de exportadores de bienes primarios. El resultado es que en las últimas cuatro décadas Asia creció tres veces más. África y América Latina fueron los perdedores del período de la globalización. Con la actual crisis y la necesidad de construir un nuevo orden global, esperamos que estas regiones tengan un lugar mejor”, sostuvo.

Intencionalidad política

Por su parte, Robert destacó que los bancos nacionales de desarrollo y los fondos soberanos son instrumentos que podrían tener un rol más protagónico para financiar la transición. En la misma sintonía, Chávez señaló que en Montevideo se abordaron alternativas: el papel de los bancos públicos de desarrollo, los fondos soberanos y la autonomía financiera de las empresas estatales como pilares de una transformación sostenible.

Chávez fue crítico con los nuevos mecanismos internacionales de financiamiento, como los llamados Just Energy Transition Partnerships impulsados por países del norte. “Supuestamente es una nueva forma de cooperación que permitiría a los países del sur acceder a recursos para implementar la transición energética con una fuerte inversión en las renovables. Pero en realidad es más de lo mismo, porque, por un lado, se imponen un montón de condicionalidades a los países del sur para acceder a esos recursos”, señaló.

Para el investigador, modificar la arquitectura financiera no es sólo una cuestión técnica, sino política: “Tiene que ver con la soberanía. Si el sur no redefine cómo se financia, seguirá subordinado a las reglas del norte”. El cambio para una nueva matriz energética y para industrias verdes implica nuevos flujos de importaciones de bienes, servicios y tecnología, agregó Rossi. “La salida es internalizar parte de la tecnología y de las cadenas de valor. Para eso es necesario la movilización de recursos públicos y privados, políticas industriales, comerciales, compras públicas, políticas de contenido local, transferencias tecnológicas, etcétera. El desarrollo es una intencionalidad política y no un resultado espontáneo de las fuerzas del mercado”, concluyó.

“Debemos transformar el sistema financiero”

Durante las mesas de discusión del encuentro, el sudafricano Mark Swilling, profesor de desarrollo sostenible y codirector del Centro para Transiciones de Sostenibilidad en la Stellenbosch University, insistió en la necesidad de cambiar la lógica de las finanzas globales.

“La acumulación de capital en manos de unos pocos impone límites estructurales. Para financiar infraestructura y producción debemos ir más allá de los mecanismos tradicionales y entender el sistema financiero como un ecosistema interconectado”, explicó quien además integra la Junta Directiva del Development Bank of Southern Africa.

Asimismo, dijo que es importante entender el valor de las monedas nacionales y destacó la experiencia sudafricana de “mapear” su ecosistema financiero como herramienta de planificación: “Sudáfrica fue el primer país del Sur global en hacerlo. [...] La transformación debe ser negociada entre los sistemas públicos y privados de financiamiento”.

El poder de la banca pública

El canadiense Thomas Marois, investigador de la Universidad McMaster, resaltó en el encuentro el papel de la colaboración entre los bancos y las instituciones de desarrollo, y señaló que es un “sistema poderoso”. “Existen más de 900 bancos públicos en el mundo que, juntos, controlan activos por 55 billones de dólares [...] los bancos centrales del mundo representan un número que llega a 90 trillones de dólares. Hay una capacidad de financiamiento público inmenso, debemos mapearlo”, dijo.

Marois, quien es considerado uno de los principales especialistas a nivel mundial en bancos públicos con foco en su papel en el financiamiento de transiciones verdes y justas, sostuvo que las instituciones públicas son “muy heterogéneas” y señaló que colaboran “pero no en la medida en que podrían hacerlo”.

Llamó a “equilibrar” la relación entre los bancos del norte y los del sur: “En el Sur global los bancos de desarrollo nacionales están subordinados, o al menos así se sienten, y se los trata como socios desiguales. Este es un aspecto importante, el repensar esta situación o equilibrarla. Los bancos de desarrollo nacionales son muy grandes en algunos sitios. Son los bancos más grandes y más poderosos en sus países”, consideró. Por último, indicó que es necesario que se configure “un ecosistema supranacional que apoye los bancos públicos nacionales”.

“Políticas productivas integradas”

Finalmente, Thiago de Holanda Lima Miguez, investigador senior del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de Brasil, dijo en el evento que los balances en Latinoamérica son “muy frágiles” debido a que existe “mucha dependencia” de las exportaciones agrícolas y mineras. En este contexto, sostuvo que es clave pensar en una integración de las políticas industriales.

“En Brasil hablamos de políticas productivas, no sólo industriales. Tenemos la Nueva Industria Brasil, el plan de transformación ecológica y el programa de aceleración del crecimiento. Todos dialogan entre sí”, explicó. Al mismo tiempo, indicó que el gobierno busca impulsar una “infraestructura verde e inclusiva” y un cambio en la estructura productiva.

Remarcó tres claves: gobernanza, integración regional y financiamiento. “Tenemos que hablar y hacer tantas políticas de transformación para que todo salga bien. Una de ellas es la gobernanza. Se deben construir sinergias y evitar superposiciones. [...] Otro punto es la integración con lo que otros países están haciendo, y cómo se puede conseguir sinergia con lo que está realizando Uruguay, Ecuador, Colombia, Argentina, para crear escalas de producción para la región que amplíen la infraestructura y conecten a nuestros países”, finalizó.