Una señora, en el medio del silencio del Salón de los Pasos Perdidos, comenzó a aplaudir y rompió el protocolo no escrito de silencio ante el féretro de José Pepe Mujica. El expresidente falleció el martes y sus restos fueron despedidos entre el miércoles y el jueves en el Parlamento por más de 60.000 personas, según las cifras de la organización.

40 minutos antes de lo previsto, apenas pasadas las 9.00 del jueves, las puertas del Parlamento se volvieron a abrir; habían sido cerradas en la medianoche del miércoles —también pasada la hora pautada— cuando aún ingresaba gente a saludar a Mujica, luego de hacer hasta tres horas de cola.

En la segunda jornada del velorio estuvieron presentes los presidentes Luis Inácio Lula Da Silva y Gabriel Boric, de Brasil y Chile, respectivamente. Ambos mandatarios llegaron sobre el mediodía a Uruguay y se trasladaron directamente hacia el Palacio Legislativo. Boric arribó cerca de las 13.00, saludó al presidente Yamandú Orsi y a la vicepresidenta Carolina Cosse, que lo recibieron. Luego entró al Salón de los Pasos Perdidos, se quedó junto al féretro y saludó a Lucía Topolansky, esposa y compañera de lucha de Mujica. “La vida pasa, las causas quedan. Gracias, Pepe querido, te llevaremos en cada lucha”, escribió Boric, que no dialogó con la prensa.

El presidente chileno se quedó junto a Topolansky y Orsi hasta que llegó Lula, a las 14.00. El arribo de Lula —con una comitiva importante de funcionarios de gobierno y seguridad— tuvo el mismo protocolo, y también fue recibido por Orsi y Cosse. El brasileño ingresó al salón, saludó a Topolansky con un fuerte abrazo y, visiblemente emocionado, se acercó al ataúd y estuvo junto al féretro durante varios minutos.

El presidente brasileño, quien viajó desde China para asistir al velorio de Mujica, transmitió un mensaje desde el Palacio Legislativo. Lula comentó que, apenas se enteró del fallecimiento del expresidente, llamó a Orsi “para saber a qué hora iba a ser el velatorio, porque no quería que lo cremaran o enterraran a Pepe Mujica sin que pudiera despedirme de él”, aseguró.

Lucía Topolansky y Luiz Inácio Lula da Silva, el 15 de mayo, en el Palacio Legislativo.

Lucía Topolansky y Luiz Inácio Lula da Silva, el 15 de mayo, en el Palacio Legislativo.

Foto: Presidencia de Uruguay

“Fueron 25 horas de vuelo hasta aquí para prestar homenaje a un político que uno no respeta sólo como político; Pepe Mujica es más de lo que hizo, es un ser humano para pensar en el pasado, en el presente y en el futuro. Lo que es gratificante es que una persona como Pepe Mujica no muere; se fue el cuerpo de él, pero las ideas que planteó en todos estos años demuestran la generosidad de un hombre que pasó 14 años en la cárcel y consiguió salir sin odio para las personas que lo torturaron”, expresó el presidente brasileño.

Lula calificó a Mujica como un “ser humano superior” como pocos en el mundo, y destacó su capacidad política y su manera de hablarle, sobre todo, a la juventud. “He conocido a mucha gente en mi vida, a mucha gente, a muchos políticos, a mucha gente que me gusta, a mucha gente que respeto, pero Pepe era esa figura especial, Pepe era esa figura más afectuosa, esa figura que aprendí a respetar, a admirar y a seguir en cada paso que daba”.

“Me voy a Brasil con la certeza de que mi venida aquí fue para darle un abrazo a una de las personas que he aprendido a respetar, como pocas veces he respetado a alguien en mi vida”, cerró.

Público, el 15 de mayo, frente al Palacio Legislativo.

Público, el 15 de mayo, frente al Palacio Legislativo.

Foto: Mara Quintero

“Tan sólo una palabra escribiría: compañero”

Mientras esto sucedía, los uruguayos y algún extranjero no dejaron de ingresar al salón a saludarlo, dejarle flores, cuadros, banderas y fotos. Un cúmulo de ofrendas, una montaña de agradecimientos. Dos monjas llegaron cuando Lula hablaba con Topolansky y Orsi y oraron frente al cajón. Otra mujer se paró delante del féretro y comenzó a aplaudir.

Cerca de las 16.30, comenzaron a ingresar personas con mayor frecuencia y en mayor número, dado que en pocos minutos se cerrarían las puertas y se daría paso a una despedida íntima, en la que dirigentes, allegados, familiares y amigos de Mujica escucharon emocionados un relato de su amigo, el escritor Mauricio Rosencof, y dieron cierre al velatorio.

Topolansky miraba el piso con las manos entrelazadas mientras Rosencof leía y contaba anécdotas de cómo, cuando estaban presos con Mujica y el exministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro, “reinventaron el morse” para dejar mensajes en las paredes del calabozo.

“Pudimos reinventar la forma de comunicarnos [...] Hubo tesis, novelas, poemas y conversaciones y discusiones”, relató. Allí recordó unos versos que le escribieron a sus “compañeras”, que también estaban presas, y contó que durante un acto cuando Mujica era presidente y Huidobro era ministro llegaron al calabozo y pudieron reencontrarse con esos códigos. También trajo algunas conversaciones que tenían con Mujica y dijo que las sonrisas de ambos “tenían un aire conspirativo”. “Sumamos historias que abonaban nuestra raíces”, ironizó.

“¿Te acordas de aquellos días, Pepe? 11 años que vivimos aislados bajo tierra sin vernos, sin libros. Reinventamos el morse, a golpe de mordillo, abriendo en el muro una ventanita en la vida. Fue por aquellos tiempos que les envié tecleando estas líneas: “Y si este fuera mi último poema, insumiso y triste, raído pero entero, tan sólo una palabra escribiría: compañero”, cerró.

Héctor Numa Moraes, Mario Carrero y Eduardo Larbanois, el 15 de mayo, en el Palacio Legislativo.

Héctor Numa Moraes, Mario Carrero y Eduardo Larbanois, el 15 de mayo, en el Palacio Legislativo.

Foto: Mara Quintero

“Lo tenemos que fijar en un cuadro y orarlo, nada más”

Luego, los aplausos y el silencio. Una mujer quebró el silencio al grito de “Vuela alto, querido viejo, que nosotros te seguimos”; tras eso comenzaron a acomodar las ofrendas para retirar el féretro. El ataúd fue llevado por una guardia de blandengues y colocado en las escalinatas del Palacio, donde una multitud de personas —muchas de ellas no pudieron despedirse del exmandatario— lo esperaban para el último adiós. Alejandro Sánchez, dirigente e hijo político de Mujica, visiblemente emocionado, se dio un fuerte abrazo con Orsi, también descendiente político del expresidente.

El final del ritual tuvo como protagonista a una obra que estuvo presente durante todo el rito: “A don José”. La canción de Rubén Lena interpretada por Los Olimareños fue cantada a capela por Mario Carrero, Eduardo Larbanois y Héctor Numa Moraes, y las miles de personas acompañaron cantando, muchas de ellas con el puño el alto, la mayoría con lágrimas en los ojos.

Un coche de la empresa fúnebre se llevó el ataúd y las banderas de Uruguay y la de Artigas quedaron en manos de Topolansky, quien saludó el “olé, olé, Lucía, Lucía” que llegaba de la explanada. Rápidamente, la gente se dispersó por las vías de salida del Palacio; pero sobre la calle, como sin querer irse, dos hombres recordaban el discurso que dio Mujica cuando fue electo presidente, allá en noviembre de 2009. Ahí le habló al pueblo y le dijo que era él el que tenía que estar abajo aplaudiendo y la masa arriba en el estrado, recibiendo los elogios.

“[Tuvo] la valentía de reconocer a su pueblo, de darle gracias. Eso es maravilloso. Es tan simple dar las gracias, pero es inmenso en el corazón de todos los uruguayos”, dijo a la diaria uno de ellos. “No es difícil hacer lo que hizo él. [Mujica] no es corazón nomás, es corazón y bondad. Sinceridad y humildad”, añadió el otro.

“Es como si fuera Dios. Después lo tenemos que fijar en un cuadro y orarlo, nada más, orar por él. Porque no tenemos nada después. Para mí, como alguien dijo, es un Quijote y un Sancho Panza. Un Quijote por su pensamiento. Y un Sancho Panza por el escudero”, sentenciaron.

Los restos del expresidente fueron trasladados hacia una ceremonia de círculo íntimo, luego serán cremados y enterrados en su casa, abajo de un árbol, al lado de su perra Manuela.