Las cifras de niños quemados por fuegos artificiales son “alentadoras”, según Beatriz Manaro, jefa de la Unidad de Quemados del hospital Pereira Rossell. La Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) difundió el balance primario de la temporada de fiestas; Manaro aclaró que fueron unos 30 niños los que consultaron en las emergencias con lesiones en las manos y alrededor de 20 quienes lo hicieron por quemaduras menores, mientras que en 2017 se habían registrado 150 casos en todo el país. Desde ASSE aclaran que esos 50 casos no contemplan las consultas tardías, es decir, cuando los padres llevan a los niños días después de producida la herida. Según detalló la jerarca, hubo menor número de quemados en general pero no disminuyó la gravedad de las heridas; se contaron varias lesiones de dedos, e incluso llegaron casos que presentaron pérdida de parte de los dedos: “Estamos mejorando en el número global pero no en su complejidad”, afirmó.

Manaro subrayó que estos accidentes tienen graves repercusiones a futuro: “Entendemos que un niño quemado es para toda la vida, con secuelas funcionales o psicológicas”. Recordó, además, que siempre hay un adulto que es responsable del accidente, y que “todos estos casos se pueden evitar porque son con niños menores que tienen entre cinco y ocho años, es decir que no estuvieron controlados por un adulto o que fueron a comprar una bomba y se la vendieron”.

Resaltó que siempre es necesaria la presencia de los padres y evaluó como positivo el resultado de la campaña de prevención “No son juguetes”: “Estamos contentos porque hemos mejorado, estamos en el camino adecuado y tenemos que, entre todos, tratar de mejorar las campañas, tratar de concientizarnos, y volvemos a decir: los padres son los tutores y los responsables de los niños, por lo tanto está en manos de ellos evitar estas consecuencias”.