El psiquiatra chileno Mauricio Gómez, asesor de la Organización Panamericana de la Salud, y el psicólogo español Miguel Castejón, que integra la Fundación Manantial, una asociación española que surgió hace 24 años en Madrid para ofrecer alternativas de rehabilitación psicosocial, laboral y atención sanitaria a personas en trastorno mental trabajan con la Administración de Servicios de Salud del Estado y con el Ministerio de Salud Pública en los cambios a implementar. Ambos estuvieron en Uruguay en la semana del 29 de julio al 2 de agosto; entre otras actividades, recorrieron el Hospital Vilardebó y las colonias psiquiátricas, y participaron en el taller titulado “Líderes para la transformación y el cambio. Fortalecimiento del modelo comunitario en salud mental en ASSE”, con el que el prestador público se prepara para cumplir con la nueva ley.

En diálogo con la diaria, Gómez expresó que su consultoría apunta a “transmitir una confianza, un saber técnico”. Dijo que los procesos de desinstitucionalización tienen más de 50 años en el mundo y ya se sabe cómo fallan: “Fallan cuando sacan gente y la abandonan, fallan cuando no hay articulación presupuestaria y programática a nivel del Estado, fallan cuando no involucra lo social”. Dijo que es ideal el escenario uruguayo, porque una ley garantiza y articula las diferentes facetas de la ley. Chile inició en 1990 el proceso de desinstitucionalización y de reforzamiento de la atención de salud mental en la red general de salud, como procura hacer Uruguay, y logró reducir 80% la internación en hospitales psiquiátricos. Sin embargo, no han desaparecido, en parte, por no tener una ley, señaló Gómez.

Castejón expresó que ve a la persona con problemas “no como una persona con un déficit que lo va a tener para siempre, sino como una persona en la cual la locura es casi una reacción a su vida anterior, que era más angustiosa e insoportable”. Agregó que “a la larga la evolución del hospital psiquiátrico acabó dando más problemas que beneficios a esos pacientes, entonces ahora vemos gente que lleva diez, 15, 25 años allí y que están como nosotros, y cuando salgan a la calle sus problemas no van a ser tanto médicos como sociales, porque van a necesitar una casa, un trabajo o una actividad en esa comunidad, van a necesitar rehacer de nuevo su vida porque van a despertar al deseo de recuperar una vida, van a querer tener una pareja, van a querer tener hijos, hacer la vida que hacemos todos”. En ese sentido, dijo que “la participación de lo social es imprescindible. El problema médico es lo más fácil de atender en esas personas, lo más difícil es cómo organizar y promover toda esa inserción en una vida que es la de todos y para que sea lo más rica y natural posible”.

A medida que las redes se articulen “empezarán a aparecer trastornos mentales severos que ahora están escondidos y malviviendo porque no hay respuesta” y porque no hay alternativas a la hospitalización, planteó Castejón. Ambos aseguraron que habrá más trabajo, y no menos: “Yo no conozco ningún proceso de reforma psiquiátrica que no haya expandido los recursos humanos de la salud mental. Va a haber mucho más trabajo, pero en otra ecología, que es lo que cuesta. Para muchos es muy duro porque lo único que saben es trabajar en una institución total donde gobiernas la vida de las personas en el 100%”, sostuvo Castejón.

Sistema trasnochado

Ambos fueron críticos con el modelo hospitalocéntrico. “Yo llegué a trabajar a un hospital psiquiátrico donde había jaulas, celdas. Los psiquiatras hemos aceptado todo, hemos aceptado todo, hemos aceptado casi irreflexivamente un mandato social de control”, reflexionó Gómez. Relató que él trabajó 20 años en un hospital psiquiátrico, de 1990 a 2010, y que allí “hubo un movimiento interno en el que los mismos psiquiatras empezaron a decir ‘no estamos dispuestos a esto, no estamos dispuestos a no tener los fármacos necesarios, a seguir encerrando gente, no vamos hacer una reforma psiquiátrica dejando a estos encerrados dentro. Vamos a salir con estos mismos’, lo cual significó mucho esfuerzo porque había gente muy grave, muy compleja, muy abandonada a la que había que hacer procesos terapéuticos para que pudieran salir. También la psiquiatría tiene la posibilidad de llevar adelante procesos interesantes y no atrincherarse en un rol que le fue asignado y que en muchos casos ha demostrado que no es necesario”, planteó.

Castejón añadió que no sólo la psiquiatría ha sido cómplice en estos procesos, e incluyó a su propia profesión: “La psiquiatría es el final de un sumidero, de un sistema que ha tolerado mucho, que ha atentado contra los derechos, al final se concreta que es el psiquiatra quien ordena una sujeción mecánica o quien ordena un ingreso contra la voluntad del paciente y parece que es el responsable, pero es el final de un sistema que no funciona bien porque, entre otras cosas, no tiene medios, no hay ningún psiquiatra que haya estudiado sólo para atar o sólo para medicar, ni ningún psicólogo ni ningún enfermero para castigar o para prohibir la salida o no dar un permiso y tenerlo 20 años encerrado. Yo creo que los profesionales nos hemos ido haciendo víctimas de un sistema trasnochado, antiguo y que perdió el norte. Ahora es el momento de cambiarlo. Creo que en la medida que los médicos, los psiquiatras tengan en la comunidad opciones alternativas de tratamiento para complementar con los fármacos no van a sobremedicar a la gente, pero cuando no tienes otra alternativa, cuando lo único que puedes hacer mes a mes es ver al paciente 15 minutos, tienes que usar fármacos. Si tienes una red, un sistema, es otra cuestión”, concluyó.

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