La pandemia transformó valores; la distancia física es sinónimo de cuidado, usar tapabocas es una norma y cumplir los protocolos, una necesidad. Hasta ayer, habían fallecido 1.971 personas con covid-19 en Uruguay. Uno de los casos, ocurrido el 6 de abril, fue el de Ethel Morena, de 69 años. “Queremos que se sepa el nombre de nuestra mamá porque eso justamente personaliza la historia, le pone un nombre, una familia, una vida”, contó Soledad, una de sus hijas. Ethel trabajó 42 años en el Hospital de Clínicas y 25 años en el Casmu, era licenciada en Registros Médicos. En 2014 tuvo un accidente cerebrovascular que la hizo estar en silla de ruedas y la limitó en otras funciones, aunque podía comunicarse. Vivía en el residencial Colibrí, donde se produjo un brote que tuvo como resultado seis casos positivos entre los 12 residentes.

A las dos de la mañana del 6 de abril, desde el residencial, se llamó a la Unidad Coronaria Móvil y más tarde Ethel fue internada en el CTI covid del Casmu. Mientras, Soledad y Simón, los hijos de la paciente, esperaban noticias en el centro asistencial. Se dirigieron a la mesa de entrada y se les explicó que debían dejar un número telefónico para que un médico se comunicara con ellos. A las cinco de la mañana, Soledad recibió la llamada de una doctora que le preguntó cómo sabía que su madre era covid positivo y le informó que le iban a hacer un test diagnóstico PCR. La hija de la paciente planteó que esta situación la confundió. Media hora más tarde, otro funcionario de la salud le solicitó el listado de la medicación que tomaba su madre y se lo otorgó. Le explicó que se podía retirar del centro porque no se iban a comunicar con ella durante la noche; ella le respondió que ante cualquier eventualidad le avisara, para estar al tanto de la salud de su madre. A las 16.20 una doctora le comunicó que Ethel había sufrido un paro cardiorrespiratorio dos horas antes y que habían podido reanimarla, pero que una hora más tarde había tenido otro que desembocó en su fallecimiento. “No entendía si me estaban hablando de mamá o de otra paciente; nadie me llamó para explicarme claramente la situación, nadie me explicó si mamá tenía covid o no, nadie me explicó qué le estaban haciendo”, manifestó Soledad.

El día después

Al otro día de que falleciera su mamá, Soledad le envió una carta a Raúl Rodríguez, presidente del Casmu, en la que describió la situación y expresó que deseaban ver el cuerpo de su madre respetando los protocolos sanitarios y tener una copia de la historia clínica. Según contó Rodríguez a la diaria, en cuanto leyó la carta, se puso en contacto con el director del sanatorio para que se comunicara con la morgue; allí se informó que el cuerpo había sido retirado por la funeraria Martinelli. Enseguida le avisó a la familia por llamada telefónica.

“La situación es difícil y a veces los pacientes son tantos que sólo tenés tiempo de llamar por teléfono y explicar rápidamente”, declaró el presidente del Casmu. “Muchos enfermeros, enfermeras y médicos están haciendo todo lo que pueden por dar el trato más humano posible, y a veces uno se olvida de que también está la familia afuera, esperando”, agregó. Explicó que la pandemia recrudece la situación porque “en un momento común la familia sube y ve al paciente, pero ahora no puede hacerlo”.

El lunes 12, Soledad y Simón presentaron una carta a la Junta Nacional de Salud del Ministerio de Salud Pública (MSP). “Nuestra denuncia consiste en plantear que los médicos del Casmu nos negaron el reconocimiento del cuerpo de nuestra madre una vez que falleció. Consideramos que esto constituye una falta muy grave, ya que es ley el reconocimiento del cuerpo de un ser querido y, a su vez, se encuentra en las recomendaciones del MSP”, se menciona en la carta. Relatan que se comunicaron con la funeraria Martinelli, en donde se les explicó que no podían reconocer el cuerpo en su centro porque “implicaba un gran riesgo para el personal de la empresa”. La familia no logró ver el cuerpo de Ethel, que fue cremada el miércoles.

“Quizá no hubo toda la velocidad de avisarles a ellos y la empresa llegó y se llevó el cuerpo antes de que ellos pudieran llegar a verlo, quizás hubo una descoordinación”, planteó Rodríguez, y agregó que, “la situación no es nada fácil” para el personal de la salud.

Fuentes de Martinelli informaron a la diaria que la cantidad de fallecidos es superior al promedio mensual. Se señaló que para las familias “no es fácil aceptar las restricciones” porque “prima el protocolo y no tienen otra alternativa que aceptarlo”. Explican que la última resolución del MSP de marzo “es muy clara en que una vez cerrada la bolsa donde está el cuerpo, no se puede volver a abrir, y los reconocimientos se hacen guardando distancias, evitando contacto y una serie de precauciones en el centro asistencial”.

“No hablamos de la muerte, entonces no sabemos cómo es morir en pandemia”.

Entre el tabú y la comunicación

Rita Rufo, bioeticista y presidenta de la Sociedad Uruguaya de Medicina y Cuidados Paliativos, dijo que “hay que saber identificar aquellas personas que están con alto riesgo de fallecer y en las que los tratamientos ya no dan resultados” para que personal de cuidados paliativos y de salud mental puedan brindar asistencia. “El no despedirse es muy grave” y “complica el duelo aún más”, expresó. “El final de la vida de una persona es una etapa muy importante para toda la familia y hay muchos procesos que no se pueden hacer porque la persona termina en CTI; no está ese proceder del final de vida donde se cuentan cosas, donde se habla, donde se ponen al día”, agregó.

Desde el principio de la pandemia han vivido situaciones dolorosas y la sociedad es compleja como para dividirla entre médicos y pacientes, expresó Rufo. Indicó que los profesionales están viviendo “como personas y a veces como pacientes esta situación” y que “este dolor de las familias no nos es ajeno, lo vivimos en carne propia”.

Mencionó que uno de los problemas es que “no hablamos de la muerte, entonces no sabemos cómo es morir en pandemia: pasamos de una sociedad que no habla de la muerte a vivirla todos los días, a ver muchas personas que tienen atrás seres queridos, y el dolor es muchísimo”. Comentó que ella utiliza la frase “el minuto de este paciente es un año para el otro, para la familia”, para reflejar el valor de los últimos intercambios. Por esta razón, piensa que los cuidados paliativos deben estar disponibles no sólo para las personas que están graves por covid-19, sino también para quienes puedan estarlo, ya que el equipo de salud puede ayudar a la comunicación con la familia. “Cuando hay un enojo y una denuncia siempre hay una mala comunicación de por medio; no es que quiera hacer comunicación para que no se quejen, es comunicación para que las personas puedan vivir su duelo de mejor manera”, recalcó.

A su vez, Rufo marcó que estamos en pandemia y que en algunos casos “se sacrifican muchas situaciones individuales en favor del bien común, para preservar a la población, entonces hay derechos propios que pasan a segundo plano”. “Hay protocolos que respetar, el MSP exige y de todos lados el personal de salud está exigido; me consta que se cuidan muchísimo para poder seguir atendiendo. Si ellos se enferman, ¿quién los reemplaza?”, se preguntó Rufo. Destacó que, si bien han aumentado las camas en los CTI, el personal capacitado para atender a los pacientes sigue siendo el mismo. Detalló que las guardias por lo general son de 12 a 24 horas, pero que el número varía si hay muchos trabajadores de la salud en cuarentena o en aislamiento con covid-19.

Rufo considera que los avances logrados con respecto a la comunicación con las familias quedaron truncos. “Tenés que evitar esa mezcla de burbujas que estamos viviendo en un CTI: con el desborde de la salud, de la atención, la comunicación pasa a un segundo plano, pero realmente tenemos que cuidar futuras complicaciones”, manifestó. Entiende que los duelos van a crear otras enfermedades, mentales y físicas, pero también el médico tiene que elegir entre reanimar a otro paciente o llamar a la familia.

“Es un momento muy duro, obviamente te lleva puesto, porque tenemos una vida y cuando vamos a casa es mentira que no te llevás el trabajo: tu familia reconoce lo que te está pasando por tu lenguaje no verbal”, agregó Rufo. Contó que los médicos se forman con la idea de cuidar, de salvar vidas, pero que hoy están enfrentados a la muerte todos los días. “Esto te recuerda que sos mortal, que sos finito, que se pueden morir tus seres queridos, que la medicina no lo cura todo”, expresó.

Cómo proceder

A fines de marzo el Ministerio de Salud Pública presentó una segunda versión de las recomendaciones para el manejo de cadáveres en casos sospechosos o confirmados de covid-19 que actualizó lo que había dispuesto un año atrás. El instructivo especifica que “se debe permitir el acceso de los familiares y amigos para despedirse, orientándolos a no establecer contacto físico con el cadáver ni con las superficies u otros elementos de su entorno o cualquier otro material que pudiera estar contaminado”. En esas situaciones, las personas deben evitar la transmisión por contacto, y para eso deben usar batas, guantes y mascarillas quirúrgicas descartables, también deben lavarse las manos con agua y jabón a posteriori.

Las recomendaciones expresan que “la preparación del cuerpo corresponde al personal del prestador de salud cuando el fallecimiento acontece en un centro asistencial de salud; y a la empresa fúnebre cuando el fallecimiento acontece en domicilios o instituciones no asistenciales”, como cárceles, refugios e internados. También se estipula que el personal encargado del manejo del cadáver debe estar provisto de equipos de protección.