Hace apenas una semana la Asamblea del Claustro de la Facultad de Medicina (FMED) de la Universidad de la República (Udelar) eligió a Arturo Briva como decano para los próximos cuatro años. Briva es médico intensivista, grado 5 del área de Medicina Intensiva en el Hospital de Clínicas y durante la pandemia por la covid-19 integró el Grupo de Asesoramiento Científico Honorario (GACH).
A una semana de asumir formalmente el decanato, en entrevista con la diaria, habló sobre varios temas puntuales referidos a la institución educativa, como la formación, los programas académicos y los desafíos en ambas áreas.
Por otra parte, a meses de haber concluido la emergencia sanitaria en Uruguay, miró con algo de distancia el proceso y opinó sobre el rol del GACH y del gobierno. Sobre esto, sostuvo que si bien hubo momentos donde hubo “absoluta linealidad entre nuestra visión, la visión del gobierno, de todo el sistema político y de la sociedad”, en otras ocasiones el grupo consideró que se “tenía que estar haciendo otras cosas distintas a las que se decidió hacer”. De todas formas, destacó que ante cualquiera de las dos circunstancias, el grupo siempre utilizó fundamentos científicos a la hora de asesorar.
¿Cuáles fueron los principales puntos de su propuesta como candidato a decano y cuáles cree que fueron los diferenciales que lo llevaron a ser electo?
Fue una competencia bastante compleja porque [por la lista 1R] hubo seis candidatos, algo que es poco habitual. Todos con tradición y arraigo dentro de la facultad, por lo tanto, no había un solo perfil marcado por su trayectoria. En mi caso, los diferenciales eran una carrera combinada entre las disciplinas más básicas, porque durante muchos años fui investigador y docente de fisiopatología y, por otro, mi dedicación a la medicina intensiva. Mi propuesta está enfocada en un concepto clave que es seguir empujando para que haya cada vez más gestión de procesos dentro de la facultad, para que se busque generar más calidad y valor en cada una de las oportunidades. Para mí hay tres funciones que son estratégicas y que no se pueden dejar de hacer bien: la promoción de asistencia en salud, la formación de los recursos humanos para docencia y para el sistema sanitario, y la investigación. Entonces, me gustaría que a lo largo de este decanato la facultad pueda darle nuevos insumos a la sociedad.
¿Por ejemplo?
Una herramienta técnica que nos permita definir cuántos recursos humanos destinados al área sanitaria va a necesitar Uruguay dentro de 10 o 15 años. Dejar eso significaría que luego los prestadores de salud y los ministerios puedan utilizarlo para definir el horizonte. Sé que la facultad y la salud en general suelen estar vinculadas a momentos críticos, pero tenemos la obligación de aportar cosas a la sociedad con una mirada más positiva.
De la gestión de Miguel Martínez, su antecesor, ¿qué cosas destaca como puntos fuertes y cuáles cree que hay que seguir trabajando?
En el momento en el que Miguel presentó ante el claustro su proyecto cuando era candidato a decano yo estaba como claustrista, escuchándolo. Al preparar mi propia propuesta volví a leer la suya y la verdad es que muchas de las ideas con las que él se manejó yo las comparto. Creo que en los cuatro años de gestión avanzó en sus líneas, pero con procesos todavía antiguos, con estructuras que tienen muchos años y que probablemente le impidieron concretar muchas cosas de las que él quiso. Diría que tal vez habría que haber hecho más hincapié en renovar las estructuras y las líneas de trabajo que tiene la facultad, aunque es algo interminable. Él dio el empujón en algunas cosas, dejó avanzado, por ejemplo, el nuevo estatuto del personal docente que es algo que nos toca completar a nosotros.
¿Cómo es la gobernanza en las sedes de la FMED en el interior, se tienen en cuenta otras cosas?
Entregamos los mismos títulos que en Montevideo por lo que hay una parte curricular y de adquisición de competencias que tienen que ser iguales. Damos la garantía de que todos los profesionales de la salud del norte se reciben con la misma capacidad de competencia que los de la capital. Pero las soluciones que se encontraron para generar las carreras completas en el interior son soluciones que hay que ir mejorando. Por ejemplo, la estructura docente que tiene la carrera de doctor en Medicina en el interior se está haciendo en base a algunos docentes locales que tienen como referencia cátedras y departamentos en Montevideo, porque no se puede tener de la noche a la mañana toda la estructura en la localidad. Nuestro proceso debe enfocarse en ir generando estructuras propias para que progresivamente haya igualdad de condiciones y no dependencia académica, pero eso lleva tiempo y dinero.
¿Qué dificultades hay en la formación en general?
Hay algunos temas de formación que son preocupantes. En lo operativo, el plan de estudios es de 2008, es decir que estamos llegando a los 15 años de implementación y necesitamos hacer una buena evaluación, sobre todo para identificar las trayectorias académicas y saber cuáles son los lugares en los que hay elementos a potenciar en el estudiante que se anotó para cursar la carrera de doctor en Medicina. Si se mira el ingreso y egreso es notorio que se recibe entre 30% y 35% de la gente que se anota, los estudiantes que se quedan por el camino son un elemento que nos tiene que preocupar a todos. 30% que egresa nos hace saber que somos buenos captando, pero también que tenemos que saber en qué momento se va el 70% restante. Es decir, si se dan cuenta de que no es su carrera o si hay un esfuerzo docente volcado a estudiantes que al final no tienen ningún título asociado a la carrera en medicina y además vuelven a la sociedad con algún grado de formación que tampoco les sirve para posicionarse mejor. Si logramos identificar eso podríamos dar un paso muy grande.
¿Cómo ve la situación actual de los médicos?
Hay una cosa bastante sintomática y es que cada vez que se hacen encuestas sobre la calidad de vida que tienen, los médicos recibidos hablan de un deterioro progresivo que se relaciona, por un lado, con la sociedad y con que hemos ido abandonando la idea de que la del doctor era la primera y última palabra en su área, y está bien que eso haya cambiado, pero por otra parte también se asocia a un deterioro de la vida familiar que está vinculado a la cantidad de horas de trabajo y al multiempleo. A su vez, cuando a un médico se le pregunta si cambiaría de profesión por lo general dice que no, la mayoría aún está convencido de que es lo que quiere hacer, pero ante la pregunta de si quisieran que sus hijos hicieran Medicina la cantidad de médicos que te dicen que sí son los menos. Eso muestra que la mayoría de nosotros seguimos creyendo que la medicina es el mejor lugar para estar por todo lo que le tenemos para dar a la sociedad, pero es necesario seguir trabajando en erradicar el multiempleo, en generar opciones de trabajo que sean de buena calidad y estables, y buscar la manera de que haya desarrollo profesional continuo. La calidad de vida del médico se ha deteriorado mucho con los años y no todo pasa por el salario, que es un componente importante pero no el único. La remuneración suele ser buena, pero a cambio de jornadas interminables, una relación laboral fragmentada y multiempleo, perdés y se deterioran otras cosas que no hay precio hora que te las compense.
Con algo de distancia, ¿cómo evalúa la gestión de la pandemia y el rol del gobierno durante ese período?
Siempre que pasa el tiempo uno evalúa mejor las cosas. Si seguimos mirando los números globales sobre la covid-19, Uruguay está mejor que muchos otros países y eso es bueno porque durante la pandemia nadie tenía recetas, las íbamos armando con lo que mejor podíamos hacer, pero sigo creyendo que hubo momentos particulares en los que lo podíamos haber hecho mejor. En el GACH tuvimos una tarea por momentos satisfactoria y por otros muy desagradable, por tener el rol de ser la voz independiente. Fue notorio que en ocasiones hubo absoluta linealidad entre nuestra visión, la visión del gobierno, de todo el sistema político y de la sociedad, y en otras consideramos que el gobierno tenía que estar haciendo otras cosas distintas a las que decidió hacer. De todas maneras, la opinión que dimos era científicamente sólida y lo que teníamos que hacer y decir. Después también es cierto que el Poder Ejecutivo tiene que ejecutar y luego cada uno de nosotros evaluará si esas decisiones fueron buenas o malas.
¿Aprendimos de esa situación?
Una realidad que no podemos esconder es que nosotros, al igual que todos los sistemas sanitarios del mundo, tuvimos un exceso de mortalidad. La congestión asistencial que nos generó el desborde de pacientes, la ocupación de camas y la falta de recursos humanos para brindar una atención de calidad nos generó un exceso de muerte en todos los niveles de atención y principalmente en la medicina intensiva. Si no aprendemos de eso, no estamos honrando todo el esfuerzo que se hizo y a todos los que murieron en la pandemia. Si no somos capaces de crear un sistema de salud más robusto y que haya reconocido su fragilidad durante la pandemia, estamos en falta con toda la sociedad. Muchos de nuestros reclamos pasaban porque tenemos un sistema pobremente desarrollado para identificar las necesidades regionales del sistema. En algunos lugares hizo falta la cama, en otros la enfermería y, en otros, otras cosas. Ahora perdimos la capacidad de monitorizar todo el país y de poder aplicarlo a las variables que ahora nos importan, por ejemplo, saber cuánto ausentismo y certificaciones tiene el sistema. Nos quedamos con la sensación de que superamos las olas y que con eso alcanza, pero si queremos que el sistema siga creciendo tenemos que repensar las cosas que funcionaron bien, mal y más o menos para que la próxima pandemia, que seguro va a haber, aunque no se sabe si será una nueva ola de ómicron o de otra cosa, pero nos tendría que encontrar con un sistema que maduró y aprendió de los errores.
¿Cómo evalúa la actualidad del Hospital de Clínicas y qué opina de la idea de crear uno nuevo?
El Hospital de Clínicas es emblemático y es donde la Udelar deposita todos sus esfuerzos para generar asistencia, formación e investigación de máxima calidad. Lo veo creciendo, pujante, con una dirección que genera cercanía a los problemas y a la gente y el compromiso de tratar de solucionar esos problemas, pero necesita más apoyo. Lo que espero es que en este período podamos potenciar al hospital, hay que hacer realidad el hospital del futuro. Estoy seguro de que tenemos que trabajar en el hospital del futuro y en ese sentido pensar en el nuevo. Preguntarnos si tiene que estar en el mismo lugar, si debe tener o no una estructura diferente, sentarnos a explorar si hay que construir cosas nuevas o reformular algunos sectores, y no pondría por delante de todo eso un formato estático. Tiene que ser un hospital receptivo a los problemas que pueda tener el hospital actual y a partir de ahí encontrar la que sea la mejor solución, pero después de muchas preguntas es válido discutir cuántos pisos y cuántas salas podría tener.