Esta semana se conocieron las cifras preliminares sobre suicidios en 2022. Según los datos del Ministerio de Salud Pública (MSP) a los que accedió El Observador, en ese período se suicidaron 818 personas, es decir, 60 personas más que en 2021. La mayoría de quienes se suicidaron en 2022 son hombres, llegando a 639, mientras que 179 fueron mujeres. El departamento con mayor cantidad de suicidios cada 100.000 habitantes fue Maldonado y las tasas más bajas se registraron en Florida, Artigas y Rivera.
Este viernes, en diálogo con la prensa, la ministra de Salud Pública, Karina Rando, dijo que las últimas cifras “entristecen” y, entre otras cosas, expresó que es “fundamental” quitarle el estigma al tema del suicidio y a los asuntos relacionados a la salud mental para poder “combatir” la situación. A su vez, dijo que seguramente va a “llevar años” cortar la tendencia de aumento.
Ante el ascenso, que si bien es preocupante pero no sorpresivo, ya que continúa una tendencia que comenzó hace por lo menos 30 años, _la diaria _ consultó a varios integrantes del Grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida, quienes expresaron su punto de vista desde la psiquiatría y la sociología en cuanto a cuáles son los factores que más influyen en la conducta suicida y en el suicidio, cuáles de las herramientas que se utilizan desde el Estado y que se ofrecen a la población son efectivas y cuáles tal vez sería favorable reformular.
Sobre todo, llamaron a entender el suicidio como un problema colectivo y cultural. A su vez, coincidieron con la ministra de Salud en que la tendencia no caerá de un año para otro, ya que para eso hace falta implementar y cambiar muchas cosas y en muchos ámbitos, sobre todo en aquellos que son compartidos.
Más allá de lo individual
En principio, tanto los sociólogos Pablo Hein y Víctor González como la psiquiatra Alicia Canetti coincidieron en que se esperaba que en un escenario “pospandemia” las cifras mostraran un aumento. Hein explicó que “sobre todo” durante los meses de confinamiento, en Uruguay, al igual que en el resto del mundo, se dio “el efecto guerra”, eso significa que “en los momentos más críticos los suicidios bajan”, pero una vez culminado ese período “reflotan igual o peor que antes”.
El sociólogo sostuvo que “seguramente el aumento continúe durante algunos años más” y que es una consecuencia, en parte, de que “no aprovechamos” el período de pandemia para actuar frente al problema.
Para el especialista, además de la emergencia sanitaria interfieren “muchísimas” otras cosas, y hay que interpretar las cifras actuales partiendo de la base de que “todos estamos haciendo las cosas mal”. Agregó que en cuestiones vinculadas tanto al suicidio como a la salud mental en general, ya sea en la creación de campañas, que a su vez “sólo se difunden en momentos determinados”, en la creación de leyes de prevención o distintos abordajes, se le da “un rol fundamental” al MSP, cuando lo que debería de suceder es que, por ejemplo, el resto de los ministerios “tenga la misma influencia y contribuya” en el abordaje.
De todas maneras, consideró que “lo más preocupante” es que el suicidio y la salud mental se continúen abordando desde la medicalización, el ámbito médico y lo individual. El abordaje del suicidio “sigue siendo un recurso netamente individual”, se siguen “ofreciendo herramientas simbólicas y ambiguas”, expresó. Sostuvo que “hablamos de la multifactoriedad, pero no la ponemos en juego”, ya que se plantean “soluciones individuales” a un problema “que es colectivo”.
La masculinización del problema
Tal y como muestran las cifras, en los últimos períodos se suicidaron muchos más hombres que mujeres. Sobre esto, González consideró que, junto a los adultos mayores, los hombres son quienes más se autoeliminan, “por una cuestión cultural”.
En la actualidad hay una “problematización de la masculinidad” que muchos hombres “no saben” cómo resolver. Socialmente aún tienen “ciertos roles” que si no los pueden cumplir se agobian y, además, en general, se expresan menos que las mujeres”, planteó.
Respecto al aumento de la tasa en general, valoró que luego del peor período de la pandemia hubo un incremento de la violencia que probablemente también contribuyó. A su vez, dijo que los individuos solemos “compararnos con otros” y en esa comparación “siempre nos parece que el otro está mejor”.
En cuanto a los números generales, agregó que, por cuestiones sociales, seguramente sea difícil revertirlos en un futuro cercano, entre otras cosas, porque hay tendencias que van a continuar. De alguna manera, el ejemplo de los jóvenes a veces es que “el suicidio es la solución” y, por otra parte, seguirán influyendo cosas que mantendrán a ciertas poblaciones en las tasas más altas.
Prevenir
Canetti, por su parte, valoró que los hombres están en desventaja respecto a las mujeres con relación al suicidio, especialmente porque “los recursos que las mujeres tenemos para expresar lo que nos sucede son más” y eso es algo que “se observa mucho” en el campo de la salud. “Las mujeres son las que más consultan ante algún problema”, por ejemplo, “en la puerta de entrada al sistema de salud”, mientras que el hombre consulta “cuando está colapsado”, es decir, cuando lo que le sucede le impide continuar con su día a día.
A su vez, sobre el rol del sistema de salud en la problemática, dijo que “es un campo en el que aún hay muchas deficiencias”. “Todos los que se suicidan” alguna vez “pasaron por el sector salud antes de concretarlo y nadie detectó eso”, afirmó. En este sentido, consideró que “hay que colectivizar el problema entre los profesionales”, ya que el suicidio “es un problema de todos”.
Valoró las campañas de prevención y concientización, pero puntualizó que, a su entender, una de las carencias de esas herramientas es que aborda el suicidio cuando “ya es un problema” y no antes, “desde la prevención”. Como ejemplo, indicó que en Uruguay “no tenemos una infraestructura que gestione la prevención de la situación”, por ejemplo, un ministerio de salud mental, como “hay en otros países”. Para Canetti, “las estructuras existentes están pensadas para crear políticas públicas que afronten el problema cuando ya es un hecho”.
Por último, en cuanto a la prevención, consideró fundamental “atacar” otros problemas, ya que “a la salud mental la hacen muchos aspectos” de la vida de los individuos, como lo familiar, lo económico, lo laboral y otras cuestiones que “sobrepasan la atención en salud”. La salud mental “va mucho más allá” de la psiquiatría o la psicología, “es parte de lo que nos hace humanos”, de la forma de aprender, de interactuar y “de manifestar tanto nuestros malestares como el bienestar”.