Diciembre suele ser un mes muy particular para muchas personas, marcado por la Navidad y el final del año; este mes pone sobre la mesa diferentes balances y perspectivas personales que, muchas veces, resulta inevitable experimentar.

A su vez, las celebraciones de las fiestas generan emociones especiales que evocan tristeza, melancolía, alegría o esperanza. A todo esto se suma el movimiento general que se percibe en las calles por la compra de regalos, organización de despedidas y otros preparativos para diferentes reuniones, algo que genera mayor intensidad en el ritmo de vida de la mayoría, por lo que además esto es una fuente importante de estrés.

En este marco, la diaria planteó diferentes consultas a especialistas, entre ellas, ¿qué nos sucede en este mes? ¿Qué remueven estas festividades? ¿Cómo afrontamos las diferentes emociones que nos atraviesan en esta época del año?

Por su parte, Artigas Pouy, presidente de la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay (SPU), manifestó que “es muy difícil permanecer indiferente ante estas fechas” porque hay algo en el entorno que, “más allá de que diga que son fechas como cualquiera, es casi imposible que uno las viva así”. “Son fechas de balances obligatorios, aunque no los quieras hacer, de alguna forma se nos impone y, como pasa en todos los balances, las pérdidas pasan a tener un peso diferente”, agregó.

Pouy remarcó que en esta época hay un aumento de estrés y que tiene “mucha relación” con el aumento de las actividades vinculadas al consumo: “El avance del capitalismo nos hace sentir más exigidos por estas circunstancias”, sostuvo. “Creo que en estas fechas también se da un aumento en relación a las crisis emocionales, se puede observar en el incremento de accidentes de tránsito, en el consumo de bebidas alcohólicas, posiblemente intentos de autoeliminación, y un aumento en el consumo de sustancias”, detalló.

Además, remarcó la relevancia que cobran algunas inquietudes, por ejemplo, el paso del tiempo o las expectativas que tenemos hacia el futuro, con especial hincapié en cómo aumenta nuestra sensibilidad ante diferentes pérdidas o recuerdos de épocas pasadas.

“Como en cualquier balance, recordamos en el sentido etimológico de la palabra”, afirmó.

Época de estados de ánimo intensos

Por su parte, Pilar Bacci, licenciada en Psicología, magíster en psicología clínica por la Universidad de la República (Udelar) y docente del Instituto de Psicología Clínica de la universidad, consideró que las fiestas representan una época de “ruptura” y de “ambivalencias”.

“La ruptura en el calendario genera emociones contradictorias; son días en los que todos se dicen ‘feliz Navidad’, ‘felices fiestas’, ‘feliz año’, donde la gente está obligada a demostrar determinados sentimientos, a regalarse o a intercambiar cosas”, pero “también es un momento de añoranza, por ejemplo, de cosas de la infancia o de otras épocas”. A su vez, la ruptura en el calendario laboral habla de cierto espacio de flexibilización respecto a lo que estamos obligados a hacer todo el tiempo. Es un descanso, es ocio, es todo lo que se opone a la idea de trabajo, sostuvo.

Según Bacci, en las fiestas se da una “agudización de los estados de ánimo negativos” que nos ubica en una posición vulnerable. “Las fiestas se sostienen, entre otras cosas, en una relación de ambivalencia donde obligatoriamente uno tiene que encontrarse con gente y que la fiesta pueda terminar en un conflicto, o también donde uno tiene la obligación de estar feliz porque está en una fiesta, pero en realidad está hecho añicos porque perdió un ser querido, su trabajo o una pareja”, afirmó.

A su vez, la licenciada en psicología considera las festividades como “un fin en sí mismo”, en la medida en que rompen con lo cotidiano, y considera que estas “nos enfrentan a cierto espejo de lo que no tenemos, de lo que nos falta y de lo que sí tenemos”. “Entramos a sacar cuentas, pero estas nunca dan perfectas, y esto tiene que ver con lo que somos. No somos perfectos, siempre nos va a faltar algo y nos va a sobrar otra cosa”, agregó.

Una ruptura de lo cotidiano

A pesar de que las fiestas suponen obligaciones, responsabilidades o tener que afrontar situaciones en las que no nos sentimos del todo preparados, Bacci también se refirió a estas fechas como un tiempo de “suspensión”, donde se muestra otra cara de estas celebraciones.

“Para algunos es un tiempo de reflexión, para otros una época de rezar, pero es como un tiempo ‘suspendido’ o ‘en suspenso’”. Hay una ruptura de la cotidianeidad, a la que se le puede llamar trabajo u otras acciones que se realizan a diario. La psicóloga llevó este término al terreno del duelo y explicó que cuando un duelo queda “suspendido”, también hay una ruptura con el momento de dolor que se atraviesa por la pérdida.

“Suspender el dolor es lo que las fiestas intentan hacer, además de suspender el trabajo, la rutina o todo aquello a lo que uno está obligado, y ubicarnos allí en cierta conciencia de sociabilidad colectiva. Creo que las fiestas también nos rescatan un poco, porque ese otro también puede ser uno”, acotó.

Por último, sugirió tener en cuenta que “estamos en el hoy y que no sabemos lo que va a pasar en el futuro, pero quizás sea bueno, está la posibilidad de barajar y dar de nuevo”.