El vapeo refiere al uso de dispositivos electrónicos para consumir nicotina. Los más utilizados se dividen en dos grandes tipos: los cigarrillos electrónicos, que utilizan líquidos que —además— contienen saborizantes y, al succionarlos, emiten una cantidad voluminosa de vapor. Por otra parte, los productos de tabaco calentado, poseen un espacio donde se inserta un cilindro que contiene tabaco prensado, se calienta a unos 400 grados y genera una especie de humo o aerosol.
En Uruguay el decreto 299/17 prohíbe “la comercialización, importación, registro como marca o patente y publicidad de cualquier dispositivo electrónico para fumar, conocidos como cigarro electrónico, e-cigarettes, e-ciggy, ecigar, entre otros, incluidos aquellos que se ofrezcan como alternativa en el tratamiento del tabaquismo”. La normativa agrega que a pesar de lo anterior, “se han visto en plaza cigarrillos electrónicos que son utilizados en lugares cerrados”.
A su vez, alerta que el avance de la industria tabacalera “puso el foco en los cigarrillos electrónicos y vaporizadores, como forma de ampliación de negocios y como ingreso de nuevos usuarios de sus productos”.
A pesar de esto, en diálogo con la diaria, especialistas coincidieron en que en Uruguay el consumo de estos productos aumentó durante los últimos años, sobre todo, en la población adolescente.
Por su parte, Mauricio Minacapilli, integrante de la unidad de tabaquismo del Hospital de Clínicas, explicó que la mayoría de los dispositivos utilizan mecanismos similares y lo que varía es la forma de presentación. Agregó que si bien algunos son reutilizables, por lo general, son de un sólo uso, lo que también es perjudicial para el ambiente. “Cuando los dispositivos surgieron, los elaboraban en una industria por fuera de la tabacalera, y después las tabacaleras empezaron a invertir en ellos, por ejemplo, la vieja Philips Morris o la British American Tobacco”, detalló.
Sobre el vínculo o similitudes de estos productos con los cigarrillos convencionales, Minacapilli sostuvo que coinciden en lo comportamental, es decir, “inhalar algo” junto a la adicción a la nicotina “que la mayoría de los vapeadores generan”. La evidencia que hay hasta el momento muestra que al principio se vendieron como una herramienta para el cese del consumo del cigarrillo pero “se demostró que no lo es, porque al mantener el mismo comportamiento [con otro producto], quienes lo utilizan tienen más chance de recaer y, en principio, sustituyen un consumo por otro”; se sabe que al año la mayoría lo siguen usando, no dejan el vapeador, detalló.
El consumo en Uruguay creció durante los últimos diez años y actualmente es de 3% en la población adulta en general, mientras que en los jóvenes de entre 13 y 15 años es de 9%. “Al principio de la aparición se esperaba un cruce y que se consumieran más que los cigarrillos convencionales”, según Minacapilli.
“Son productos nuevos, fáciles de consumir y con un marketing que apunta a la juventud a través de redes sociales como Instagram”, donde también se comercializan, agregó. “Es un producto estético y una puerta de entrada a los cigarrillos convencionales”, concluyó.
Las redes sociales son uno de los canales de venta más utilizados; allí se ofrecen dispositivos con diferentes sabores, por lo general, frutales. Su costo se aproxima a los 1.000 pesos cada unidad.
Repercusiones en la salud
Los dispositivos electrónicos no son inocuos para la salud y se observó que generan diversas lesiones nuevas, por ejemplo, pulmonares que con el cigarrillo no eran tan frecuentes. La más definida es la Lesión Pulmonar Asociada al Cigarrillo Electrónico o al Vapeo (Evali).
Hay otros efectos que son a largo plazo. Los químicos que poseen, muchos compartidos con el tabaco, son cancerígenos con un uso de por lo menos diez y 15 años, aunque aún no son visibles porque se trata de productos que aún no tienen tanto tiempo en el mercado. Otras consecuencias son las lesiones endoteliales y enfermedades cardiovasculares porque la nicotina provoca espasmos y enfermedades arteriales por la oxidación de las paredes vasculares.
Por su parte, Diego Rodríguez, integrante de la Sociedad Uruguaya de Tabacología, agregó que el aumento de consumo, sobre todo en jóvenes, “es evidente”. “Esto pasa porque los controles no están funcionando”, hace falta más fiscalización, agregó Rodríguez.
Desde el origen de los productos de vapeo “se promocionó que eran un 95% más seguros” que los cigarrillos pero esto fue a partir de un estudio con una evaluación que preguntó investigadores que tan nocivo era el cigarrillo electrónico respecto del tradicional” pero “con los años se fue descubriendo que cada vez generan “más problemas de salud porque tienen muchas de las sustancias que tiene el cigarrillo tradicional”.