Además de hacer música eterna, Los Iracundos tenían otra pasión, el fútbol; con camisetas propias jugaron en cada pueblo donde tocaron y durante una década cobraban el mismo caché por el partido que por show, donde son recordados los partidos con Unión de Santa Fe, con Universitario de Perú y también uno a beneficio de la Escuela Horizonte en el Parque Palermo de Montevideo.
En esta columna literaria conviven una tele encendida en Treinta y Tres para ver jugar en Rumania a uno de los hijos pródigos del departamento, un bar sin nombre, Gustavo Espinosa y las calles de la capital olimareña