Tener un techo, tener comida, tener acceso a la salud, a la educación, al descanso, a la libertad no son privilegios. Son el suelo, y no el techo de lo que nos es dado exigir.
La pandemia ha visibilizado la fragilidad de la actividad cultural dentro de la organización social contemporánea, aunque junto con la ciencia demostró ser uno de los sectores que más acompañan a las personas en esta travesía dramática.