El sábado 5 la sede del PIT-CNT se tiñó de violeta. Cientos de mujeres –y algunos hombres– llevaban la camiseta de este color que entregaban en la inscripción del Encuentro de Género, Equidad y Diversidad organizado por la secretaría homónima de la central para discutir una amplia agenda temática que redundaría en las prioridades a presentar durante el XIII Congreso, que se desarrollará los días 24, 25 y 26 de mayo. La participación superó las expectativas, ya que el cupo inicial era de 180 personas y, a pesar de que se extendió a 230, quedaron interesados afuera.

La forma de trabajo consistió en dividir a las sindicalistas en grupos que debatieron en torno a las dificultades de las mujeres para ingresar al mercado de trabajo, la discriminación y la brecha salarial, el acoso laboral, las repercusiones de la violencia doméstica en el trabajo, la trata de personas, la feminización de las migraciones, la defensa de los derechos de los trabajadores migrantes, la participación femenina en los organismos sindicales y, sobre todo, la inclusión de las mujeres en los distintos cargos de dirección.

La apertura, que inició el presidente del PIT-CNT, Fernando Pereira, y siguieron las integrantes de la intersocial feminista Lilián Celiberti y Emilia Díaz, así como la coordinadora de proyectos de la Fundación Friedrich Ebert, Viviana Barreto, y la secretaria de Género, Equidad y Diversidad de la central, Milagro Pau, se focalizó en el último punto: la integración de los órganos de dirección.

Priorizar la coherencia interna

Hace 15 años, en su VIII Congreso en 2003, el PIT-CNT aprobó una resolución que indicaba una cuota de género para que “al menos 30%” de los cargos de dirección, cupos de formación y negociación colectiva sean ocupados por mujeres, pero esta intención quedó en los papeles.

Desde entonces, y a pesar de que las mujeres son 45% de la población activa y la mitad de los afiliados a la central sindical, estas no han podido acceder a los cargos de decisión y visibilidad. A la Mesa Representativa en 2011 llegaron dos mujeres a los 41 puestos y cuatro años después, nueve a los 44. Al Secretariado Ejecutivo, integrado por 15 miembros, sólo llegó una, en 2011. En el último congreso, en 2015, cuando ya los reclamos por igualdad de oportunidades conquistaban cada vez más espacio en la conciencia de las bases del PIT-CNT, aún no se habían encontrado consensos. A modo de reparación, el secretariado solicitó a la mesa la incorporación de tres mujeres –Eugenia Amarilla, Fernanda Aguirre y Pau–, pero por cuestiones legales de estatuto estas presentaban una cualidad: no eran miembros plenos; tenían voz y no voto, y por eso se decidió que a partir de entonces las resoluciones se tomarían por consenso en lugar de votación. “Un parche”, reconoció Pereira consultado en aquel momento al respecto, pero el sábado mostró otra visión sobre la necesidad de renovación.

“A veces nuestras propias miserias no nos permiten ver que hay cientos de mujeres que militan en nuestro movimiento sindical, gente que sueña todos los días con cambiar la sociedad, y una parte del cambio somos nosotros”, comenzó, reconociendo que “no se le puede pedir al Parlamento paridad si acá adentro no estamos en paridad”. “Eso sería hipocresía”, afirmó, dando cuenta de algunos números actuales: en los cargos directivos “tenemos un poco más de 10% –no llegamos a 20%–, y en el secretariado, cero”.

Pereira dijo que se “moriría de vergüenza” si no se llega a la cuota por votación, y afirmó que si esto “cuesta que yo no esté más, que lo cueste. Que cueste lo que tenga que costar”. Más adelante en su discurso, reafirmó concreto: “Si significa que yo tengo que salir, la renuncia está firmada”. En este sentido, sostuvo que “la foto de 14 varones en el Secretariado Ejecutivo es una que no quiero integrar más: no porque no sea heroica la militancia sindical cotidiana –lo es–, pero se trata de ir cambiando las estructuras, de cambiar decenas de años de un patriarcado que quiere naturalizar lo que está mal”, dijo, solicitando en la próxima votación “equilibrio de sindicatos, corrientes y género: los tres pilares de unidad”.

En tanto, Barreto, en su definición del movimiento sindical como “interpelador de la democracia”, consideró que “la cuestión hoy es qué democracia queremos construir”. En términos de participación, dijo que “no es porque sí, simplemente para ocupar los espacios”, sino una cuestión de “analizar qué herramienta sindical tenemos para transformar la sociedad”. “Las mujeres vemos la vida de una forma diferente y transitamos los ciclos económicos de una forma diferente. Vivimos las crisis así como las épocas de bonanzas y crecimiento de manera distinta y nos afecta especialmente el patriarcado y la violencia. Entonces, la participación la queremos porque es justa y porque [con ella] tenemos cómo mejorar la herramienta sindical”, afirmó.

Por su parte, Díaz también llamó a reflexionar sobre la relevancia de una cuota femenina en un movimiento sindical que se mantiene incambiado ante las circunstancias. En este orden y teniendo en cuenta la “pobreza de tiempo de las mujeres” –no sólo en el entendido de que “la pobreza está feminizada”, sino también en que “en el Producto Interno Bruto no aparece gran parte de nuestro trabajo”–, propuso un “cambio de formas, tiempos y consensos institucionales” a la par de balancear los “beneficios y perjuicios” que significa para las mujeres la representación en la manera en que esta sucede al día de hoy. Asimismo, se atrevió a cuestionar el tiempo de oratoria del presidente de la central –que tomó cuatro veces más minutos que el resto en la mesa–: “Ceder el micrófono también es representación”, le guiñó.

Pereira adelantó que otra propuesta para el congreso es que “haya participación femenina en todos los Consejos de Salarios”, porque “no es lo mismo lo que siente, piensa y analiza una mujer en relación con las cláusulas de género que un tipo que lleva una hoja con mandatos”. “Cuando participan mujeres, las cláusulas son pragmáticas, claras y aplicables”, admitió.

En esta línea, también se comprometió a que “para 2019” se instale un “rincón infantil donde se puedan quedar los niños” en la central mientras sus responsables atienden a la militancia.

Por otro lado, el presidente del PIT-CNT también puso sobre la mesa que hay “miembros de nuestra organización que son violentos” y consideró que es “responsabilidad” de la central “trabajar sobre el tema” para “rehabilitarlos”.

Resistencias compartidas

Ahora las resistencias frente a la representación femenina son compartidas. Así lo notaron todos los integrantes de la mesa de apertura el sábado. Por un lado, quizá las más arraigadas sean las de los hombres. El presidente de la central dijo que cumplir la cuota hace que “cuatro compañeros tengan que perder su lugar”, y en ese sentido reconoció que no puede “creer que coloquemos primero a los dirigentes y después la organización”. Pereira también contó que varios le habían presentado, “un año más”, un “montón” de excusas: la “responsabilidad biológica” y la “falta de preparación” de las mujeres y el hecho de que “las propias mujeres votan hombres”.

Así como reconoció Abigail Puig, quien cerró el acto del PIT-CNT el 1º de mayo con una autocrítica al movimiento sindical por la baja –casi inexistente– representación femenina, que varios –hombres, pero sobre todo mujeres– le manifestaron su disconformidad ante sus palabras, Pereira también se refirió a esta situación: “No puede bajar del escenario y ser criticada. Tiene que ser abrazada por los compañeros, pero por las compañeras también”. En este sentido, apuntó que “cambiar la cultura supone también que las compañeras no critiquen a otras compañeras, que tengan todas las diferencias que tengan que tener pero que, si les toca un desafío tan importante [en referencia a la posibilidad de ocupar cargos directivos], tengan apoyo, un abrazo, un oído”. “Cuidar a la compañera, hoy, es construir en el futuro. No vale pensar que habría otra mejor, porque siempre va a haber otro mejor. Nosotros acá no llegamos por concurso, sino por votos”, afirmó.

Por su parte, Celiberti, quien participó en el primer encuentro de trabajadoras, en 1986, en representación de la Federación Uruguaya de Magisterio, consideró que “estos 32 años no han sido en vano”. Si bien afirmó que “si los hombres no cambian, acá no habrá cambio de nada”, también valoró la “construcción de alianzas entre mujeres” como “imprescindible para transformar esta sociedad”. Consideró “magnífica” la oratoria de Puig y dijo que “ojalá que más compañeros se sumen a acompañar este movimiento feminista”. “Todas somos trabajadoras, pero no todas sindicalistas”, finalizó, e invitó a las presentes a la militancia en la intersocial.

También Díaz celebró el discurso de Puig, porque “llegó a lugares donde antes el discurso del movimiento sindical, dado por hombres, no había llegado”. La comunicadora recurrió a la etimología de la palabra “compañero” para afirmar que “son las mujeres quienes han provisto del pan, tanto en la siembra como en la cosecha del trigo, y luego en el amasado”. Y en este sentido, dijo, también han sido las “reproductoras de la fuerza de trabajo y el capital”. Por eso, puntualizó la necesidad de “transformar el mundo privado para luego transformar el mundo público”, ya que “no hay cambio cultural si no transformamos el mundo público”.

A modo de cierre, Pau dijo que “debemos y tenemos que exigirnos el cumplimiento de la cuota que hasta ahora no se ha cumplido”, y auguró que “este congreso pase a la historia por el empoderamiento de las mujeres en el movimiento sindical”. “Estamos más que prontas”, concluyó, citando el discurso de Puig.