Jóvenes y mujeres son los más afectados por el desempleo. Mientras que la tasa para el promedio de la población ronda el 8%, entre los menores de 24 años asciende a 22%, y en quienes tienen entre 15 y 18, a 36%, un reflejo de la desigualdad a la que se enfrentan, que se agranda en el caso de las mujeres, y más aún en el de aquellas con hijos.

La inequidad también atraviesa la calidad del empleo al que acceden. Un sondeo del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) encontró que 48% de los jóvenes manifestaron que no aportaron a la seguridad social en su primer empleo –67% entre los de hogares más pobres–. Mientras que la informalidad promedio en Uruguay es de 25%, entre los menores de 18 es de 71%, y para la franja de entre 19 y 24 años, de 28%.

En el marco el Mes del Trabajo, celebrado por la Secretaría de Empleabilidad para la Inclusión Social de la Intendencia de Montevideo, se realizó el jueves una jornada en la que jerarcas nacionales y departamentales discutieron acerca de este fenómeno que atraviesa a los jóvenes y determina sus primeras experiencias laborales.

Desde el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop), su director, Eduardo Pereyra, se mostró proclive a modificar cuestiones “clave”. Según dijo, el armado de la Ley de Empleo Juvenil, que busca promover el trabajo decente entre los jóvenes, incentivando la mejora de la empleabilidad y favoreciendo la compatibilización de estudio con el trabajo, recogió aspectos políticos, debates y experiencias nacionales e internacionales, pero “es necesario seguir ajustándola, paso a paso”.

Explicó que la característica más relevante de esta ley es la búsqueda de que “la inserción en el mercado laboral no implique la deserción del sistema educativo”; por este motivo, preocupa “la baja utilización de licencias por estudio en la actividad privada”. Mientras que un trabajador tiene derecho a seis días de licencia por estudio por año, la ley de empleo juvenil habilita una extensión de este beneficio, sea a través de la reducción horaria o mediante jornadas completas extras. Pereyra sostuvo que se trata de “un fenómeno que estamos estudiando” y que se procurará atender en función de lo encontrado.

Una arista de esta ley brinda un subsidio de 25% a los salarios con un tope de 17.968 pesos. Otra, que busca promover una experiencia laboral en jóvenes de entre 15 y 29 años de hogares en situación de vulnerabilidad socioeconómica, subsidia a remuneraciones menores a dos salarios mínimos con una inclinación en favor de las mujeres (un 80% de su salario, y de 60% en hombres). También incluye el servicio de intermediación laboral sin costo, a través de los Centros Técnicos de Empleo, que realizan tanto una preselección de personal como un seguimiento del empleado.

Pereyra también advirtió que, contrario a lo que comúnmente se cree, no es una política exclusivamente dirigida a jóvenes de baja calificación, sino que abarca también a aquellos que “egresan de sus estudios y no pueden acceder al mercado de trabajo”.

En cuanto al programa “Yo estudio y trabajo”, que brinda becas a jóvenes de entre 16 y 20 años, el jerarca sostuvo que “ha tenido resultados positivos”. En este sentido, notó que un factor común entre los egresados del programa es que “no se reinsertan al mercado de trabajo inmediatamente”. Según dijo, esto sucede porque “están más empoderados para la búsqueda de empleo y aspiran a conseguir algo de características similares al que tenían”. Hasta el momento, el programa ha contado con 168.418 inscriptos y 4.093 becados, cifras que, según el director de Inefop, confirman que “es mentira que los jóvenes no quieran trabajar”, sino que “buscan, dentro de sus posibilidades, la mejor calidad de empleo posible”. En esta línea, el director del Instituto Nacional de la Juventud del Mides, Federico Barreto, llamó la atención sobre el hecho de que, en el marco del sondeo mencionado, se encontró que “dos tercios de los jóvenes consiguen su primer trabajo a través de redes conocidas”, algo que consideró “impacta sobre la informalidad y la calidad del empleo”.

De cara al futuro, Pereyra adelantó que se está trabajando en tres líneas. Por un lado, en el marco de las prácticas laborales estudiantiles, buscando una manera de remunerar el esfuerzo: “Nos encontramos con trabas en la práctica, con un empresariado que dice que si tuviera que pagar un salario preferiría contratar directamente a un profesional. Por eso, creemos que podríamos crear una categoría inferior –quizás de aprendiz–, generando una regulación que avance sustantivamente en esto, su remuneración, en el entendido de que por más que inexperientes, están aportando al sistema productivo”. También se está proyectando un programa de “estímulo a jóvenes estudiantes”, en el que se buscará “reconocer y ayudar” a aquellos que “están haciendo un gran esfuerzo –por ejemplo, al trasladarse– para mantener su carrera estudiantil”. Por último, avanzar en el programa “Emprendimientos juveniles”, que “premie a los jóvenes con ideas innovadoras”.