Las reformas impulsadas por los gobiernos de Michel Temer en Brasil y Mauricio Macri en Argentina fueron el punto central de las protestas por el Día de los Trabajadores en los dos países. La situación que vive Brasil motivó que siete centrales sindicales se unieran para hacer una sola movilización, algo que no sucedía desde el regreso a la democracia.

Los motivos para sumar fuerzas fueron, entre otros, la prisión del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, las reformas del gobierno de Temer y el incremento del desempleo, de 6,4% en 2015 a 13,1% en abril. Además de la Central Única de Trabajadores, participaron en los actos la Unión General de los Trabajadores y Fuerza Sindical, una organización que tiene su brazo político en el partido Solidaridad, que hasta hace unos meses era cercano a Temer.

El reclamo de “Lula livre” marcó las protestas en Brasil en una jornada en la que se conoció una nueva denuncia de la Procuraduría General contra el ex presidente. Lula y otras cinco personas fueron acusados de haber recibido sobornos de Odebrecht a cambio de favores políticos. En un comunicado, el Partido de los Trabajadores (PT) calificó esta denuncia de “irresponsable” y sin pruebas que la respalden.

Las movilizaciones se concentraron en Curitiba. Comenzaron con una marcha de unas 3.000 personas que partió del centro de la ciudad y terminó en el campamento instalado frente al local de la Policía Federal en el que Lula está preso. Horas después, en una plaza en el centro se desarrolló el acto principal, en el que participaron dirigentes de partidos de izquierda y líderes de movimientos sociales. Reclamaron la libertad de Lula y que se recuperen los derechos laborales perdidos durante el gobierno de Temer.

“Si Lula no es liberado y no participa en las elecciones no se va a restituir la democracia y nos van a sacar los derechos que todavía no nos quitaron”, advirtió el presidente de la CUT, Vagner Freitas. En su discurso pidió a la sociedad brasileña que se una en “un gran pacto” contra la violencia y el “terrorismo fascista”, porque “cuando hay fascismo y violencia la víctima es la clase trabajadora, el pobre, el negro, las mujeres, los niños, los campesinos, los indios”.

Lula se dirigió a quienes participaban en el acto mediante una carta leída por la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, y manifestó que Brasil vive hoy un momento “triste” porque “la democracia está incompleta”, el desempleo aumenta y el gobierno “es ilegítimo”. Las encuestas que lo muestran como favorito para las elecciones son un reflejo de que “el pueblo sabe qué camino debe tomar para tener un Brasil mejor”, en el que “los trabajadores tienen derecho a tener derechos y a una vida digna”, manifestó. “Sabemos que ese Brasil es posible, lo tuvimos hace muy poco tiempo”, concluyó Lula.

Cruzando fronteras

El reclamo por la libertad de Lula llegó a Argentina de la mano de la ex presidenta brasileña Dilma Rousseff. A diferencia de Brasil, en Argentina hubo múltiples actos, convocados por movimientos sociales, centrales sindicales y partidos políticos. Rousseff participó en el de la Confederación General del Trabajo (CGT), que fue el último de la jornada. Más temprano, la organización Barrios de Pie instaló ollas populares frente al Ministerio de Desarrollo Social, y el Frente de Izquierda y de los Trabajadores convocó a un acto frente al Congreso.

Una CGT dividida recibió a Rousseff en una amplia mesa, en su sede, ante varios centenares de dirigentes que la escuchaban sentados. Antes de que ella cerrara el acto, uno de los integrantes del triunvirato que dirige la central sindical, Héctor Daer, pidió al gobierno de Macri que deje de “rebajar los derechos de los trabajadores” y agregó que los cierres de empresas “no son por los salarios ni por los derechos laborales, sino porque no pueden pagar ni la luz ni el gas”.

Por su parte, Rousseff destacó que durante la gestión de Lula se garantizaron los derechos laborales a un número cada vez mayor de trabajadores y que el “golpe” en su contra se dio para detener ese proceso. Manifestó que las encuestas muestran que Lula y el PT son los que tienen más respaldo popular y que “los golpistas consiguieron autodestruirse”, porque ninguno de sus referentes cuenta con una intención de voto que le permita ganar las elecciones de octubre.

Un caso aparte

En Cuba las movilizaciones por el Día de los Trabajadores no tuvieron como centro las políticas laborales, sino que se enfocaron en celebrar y acompañar la llegada a la presidencia de Miguel Díaz-Canel. Una manifestación de unas 900.000 personas, según los medios oficiales, contó con la presencia del nuevo presidente y su antecesor, Raúl Castro, en una nueva señal de que el cambio en el principal cargo político del país no implica un quiebre sino una continuidad.

Siguiendo la línea de su antecesor, Díaz-Canel no se dirigió a los presentes, como sí lo hacía Fidel Castro, sino que escuchó como los demás al líder del único sindicato de la isla, la Central de Trabajadores de Cuba, Ulises Guilarte. El dirigente dijo que “existen sobradas razones y argumentos para convertir este Día Internacional de los Trabajadores en una nueva demostración de apoyo a la revolución, a Raúl y a la nueva dirección del Estado y del gobierno”.