La agenda política suele estar centrada en el corto plazo y en cubrir lo inmediato. Para revertir esa realidad, desde 2015 la Dirección de Planificación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), conducida por Fernando Isabella, trabaja con la mira en 2050. El objetivo: estudiar las tendencias de los últimos años en términos de demografía, valores culturales, transformación de la matriz productiva, sistemas de género, ordenamiento territorial y mercado de trabajo, y a partir de ello trabajar con diferentes instituciones del Estado, la academia, el sector privado y la sociedad civil organizada en la formulación de escenarios de futuro que sirvan de insumo para la elaboración de una estrategia nacional de desarrollo de cara a los próximos 30 años.
Después de haber estudiado la oferta de trabajo, hace unos meses que tienen el foco en la demanda. “Una cosa es cuánta gente va a estar en edad y con disposición de participar en el mercado laboral y otra cuánta gente va a demandar la economía, cuántos empleos se van a generar y qué características van a tener en términos generales”, explicó Isabella.
A un mes de publicar el informe completo, el jerarca adelantó en diálogo con la diaria que las tendencias sobre la demanda dan cuenta de “una modernización de la estructura productiva, un aumento muy fuerte de la inversión y una incorporación muy fuerte de capital y tecnología a la vez que trabajadores –con mayor nivel educativo que antes– pudieron adaptarse a ese cambio tecnológico y lo expresan en aumento de productividad”.
Cambio de motores
El impulso del mercado laboral en la historia uruguaya se dio por dos tendencias “clave”: el llamado bono demográfico y el ingreso masivo de las mujeres, pero estos factores no serán determinantes en los años que vienen. Por un lado, si bien seguirá creciendo la población en edad de trabajar, se centrará en los sectores de edad más avanzada, y por otro, las mujeres se incorporan con menor intensidad al mercado de trabajo. Isabella reconoce que “aún hay un margen importante para avanzar”, pero “cada vez se hace más complejo” y deberá luchar contra la tendencia demográfica que actuará en el sentido contrario. En este sentido apuntó que las políticas públicas deberían tratar de fomentarlo, pero sostuvo que para esto se necesita “un sistema de cuidados amplio y desarrollado que permita redistribuir las tareas de cuidados, que todavía recaen fundamentalmente en las mujeres”.
Con un motor de crecimiento menos, el escenario a futuro es desafiante. Una buena noticia que subraya es que el crecimiento económico “se explica cada vez más por el aumento de la productividad y no principalmente en el aumento de la ocupación” –más allá de que este aumento pueda tener “efectos positivos en términos sociales y sobre el tamaño del mercado”, aclara el documento–.
Así como se constata que hay 392.000 personas ocupadas más en 2016 que en 1986, los datos dicen que “el aumento de la productividad entonces se aceleró más recientemente en el último tiempo”. “Aun perdiendo empleo, como se dio en los últimos años, estamos en un nivel mucho más alto que en los años más dinámicos de los 90”, resaltó el economista, quien destacó que “no es una tendencia muy común” y que “más allá de interpretarlo como enriquecimiento económico, cuando las sociedades afrontan un proceso avanzado de cambio demográfico es una necesidad absoluta para el sostenimiento de la estructura social”. En este sentido es determinante: “La única forma de sostener esta sociedad es con trabajadores más productivos; así lo mostraron y están mostrando los países más desarrollados”.
Modernización de la estructura
Con una de las más grandes crisis económica que atravesó el país, los cambios en la estructura del empleo en los últimos 30 años son profundos, tanto desde el punto de vista de la producción como desde el lado de las pautas de consumo.
El documento analiza el dinamismo del empleo en los dos últimos ciclos económicos: 1986-1988, 1997-1999 y 2014- 2016, y concluye en que hubo un cambio de estructura desde una “composición tradicional” con un peso determinante de la actividad agrícola-ganadera, la industria, el servicio doméstico y la administración pública tradicional a otra “más moderna y que atiende pautas de consumo más sofisticadas”.
Por un lado, el sector agropecuario, sin mostrar caídas muy importantes, sí afectó negativamente su contribución al empleo total dado su tamaño, con una disminución de casi 50.000 puestos. En el mismo sentido se movió la industria textil que, tanto por representar una parte importante del empleo en 1986 como por la fuerte caída de actividad, se redujo a un cuarto de lo que era en 1986. Por otro lado, comercio, enseñanza, salud y otros servicios comunitarios, los servicios a empresas –que incluyen actividades como informática o servicios profesionales– y la construcción aumentaron su participación en el empleo, en conjunto, más de 17 puntos porcentuales –casi el mismo porcentaje en que se contrajeron los anteriores–. Los sectores “otras industrias” y “hoteles y restaurantes” también crecieron más que duplicando la media, y el segundo, especialmente, tuvo un fuerte impacto en la estructura.
El que más crece y el que más emplea
Isabella llama especialmente la atención sobre el empleo en el sector de servicios a empresas, que creció fuertemente tanto en términos relativos como absolutos, pasando de emplear 31.000 personas a mediados de los 80 a 118.000 en 2016 –casi cuatro veces más–.
Al tratarse de un sector altamente heterogéneo –y en el que conviven algunas actividades de baja sofisticación, como servicios de limpieza o seguridad, con otras de muy alta, como informática, investigación y desarrollo, y servicios profesionales– se estima, por el nivel educativo de los trabajadores, que fueron estas últimas las que crecieron de manera más intensa, especialmente a partir del año 2000.
Si bien crece en menor medida que los servicios a empresas, el comercio –al por mayor y al por menor– es el sector que emplea más personas en la actualidad –unas 311.000–, lo que implica una creación de 150.000 nuevos puestos de trabajo en el período estudiado. Sin embargo, la importancia en la economía no siempre fue tal: hace 30 años tenía la misma participación en términos relativos que otros grandes sectores, como el agropecuario o el servicio doméstico y otros servicios, pero desde entonces casi duplicó la cantidad de empleados.
Su participación en el total del empleo pasó de 13,6% en 1986-1988 a 18,9% en 2014-2016. En los primeros 15 años aumentó a una mayor velocidad que el de la economía en su conjunto, ganando participación relativa en el empleo, y luego de iniciado el milenio redujo su velocidad, igualándose a la del empleo total. Según la OPP, esto es “reflejo de decisiones políticas como la apertura de la economía –iniciada en los 70, pero profundizada en los 90 y continuada desde entonces– y el proceso de desindustrialización resultante”. También por la “fuerte” mejora del poder adquisitivo de la población local y cambios culturales que impulsan una diversificación y sofisticación del consumo.
Orientación de mercados
Un análisis que diferencia por la orientación de los mercados da cuenta que tres cuartas partes (75,2%) del empleo nacional responden –“no exclusivamente”– hacia el mercado doméstico y que en los últimos 20 años esta proporción aumentó de manera relevante –unos 300.000 empleos adicionales–. De estos, un tercio proviene de servicios públicos tradicionales que dependen del esfuerzo fiscal del Estado y los restantes dos tercios se dirigen mayormente a la demanda nacional en relación de mercado, que es el componente que más fuertemente creció en empleo desde 1997 (5,9 puntos), distribuido en partes casi iguales entre las actividades “transversales de fuerte base tecnológica o de conocimiento” y el resto de actividades más tradicionales.
En contrapartida, las actividades dependientes de mercados externos explican el 24,8%, perdiendo 7,7 puntos de participación relativa desde 1997 y, en términos absolutos, unos 47.000 empleos, en mayor medida relacionados a las cadenas de base primaria –35.000 puestos–, que son las agropecuarias, así como la fase industrial y logística asociada. En tanto, las más dinámicas en términos laborales, como turismo, crearon 23.000 empleos. Las basadas en insumos importados mantienen una participación muy menor en el total.
Para Isabella esto da cuenta de la incidencia distinta del cambio tecnológico según el mercado de destino. En este sentido notó que si bien en los últimos 20 años y en términos de valor agregado “no hay mucho cambio”, en el empleo “se ve muy fuertemente”. “De alguna manera parece que el proceso de automatización se da más fuertemente en los sectores más exportadores, porque son transables y por ende más fáciles de automatizar, y por otro porque están sujetos a una competencia internacional que los obliga a ser más competitivos” explicó.
Consultado por el camino a transitar, señaló que “no consiste en congelar la cantidad de trabajadores en cada sector”, sino en “contar con una normativa que tienda a proteger a los trabajadores –al recapacitarlos y evitar la pérdida de derechos– y permita la circulación de estos entre sectores”. También resaltó la necesidad de una “respuesta proactiva” del Estado, “expandiendo servicios públicos que son absolutamente necesarios para que la sociedad pueda responder a los desafíos de la tecnología”. “La tecnología demanda trabajadores más capacitados; quien puede hacer que eso sea una realidad es el Estado y para esto, aunque a veces a los empresarios no les gusta mucho, tiene que cobrar impuestos y devolverlos a la sociedad en forma de más servicios educativos”, insistió.
Los empleados
Una mirada específica a los últimos diez años muestra que hubo un “moderado envejecimiento” de la población empleada, pasando de 39,9 años en 2005 a 40,6 años en 2015 y reduciéndose a 40,3 en 2016, con una dispersión que se redujo en el período. La silvicultura, procesamiento de carne, panaderías, transporte acuático y aéreo y la fabricación de papel son las cinco ramas que se destacan por la baja edad relativa, mientras que en la fabricación de prendas de vestir, cría de animales, servicio doméstico, productos textiles y electricidad, gas y agua se observan movimientos en el sentido contrario. Entre ambos grupos de sectores, la diferencia es de más de ocho años de edad.
Que la participación de las mujeres en el mercado laboral creció de manera “intensa, permanente y estable” en los últimos 30 años no es novedad. Mientras que el número de mujeres ocupadas crece a una tasa anual de 1,6%, la ocupación masculina creció a 0,25% anual, lo que hizo que la participación femenina creciera de 36,4% en 1986 hasta 45,8% en 2016. Los sectores que la concentran: servicios sociales y otros servicios comunales conexos, restaurantes y hoteles, inmuebles y servicios a empresas, finanzas y seguros, comercio y la industria textil.
Por otro lado, si bien se constata un aumento “relevante” del nivel educativo de los empleados en el período, con “importantes” diferencias en los niveles educativos de distintos sectores económicos, no se encontró una clara correlación entre nivel educativo y productividad. Tampoco se percibieron grandes cambios en la distribución geográfica del empleo: lo más destacable es la pérdida de peso del noreste del país vinculada a las actividades exportadoras de base primaria a favor del departamento de Maldonado, especialmente en las actividades exportadoras y no necesariamente en las vinculadas al turismo.
Luces largas
Los primeros resultados –aún no publicados– de la fase prospectiva muestran que “hay un consenso de que hay dos subgrupos de sectores con más potencialidad de crecer en empleo: los llamados transversales tecnológicas –que incluyen servicios a empresas, TIC y telecomunicaciones, entre otros– y los orientados por el Estado –salud y educación, fundamentalmente–”, contó Isabella. Frente a esto, el economista señaló que el principal desafío es educativo, porque son dos de los sectores que demandan trabajadores con más alto nivel educativo –por encima de los 12 años de educación promedio–. “A diferencia de lo que se dice, el nivel educativo viene aumentando, aunque lo hace muy lentamente para lo que se va a necesitar; entonces el tema va a ser generar el sistema adecuado para que los uruguayos accedan a estos niveles educativos. Si eso se lograra las perspectivas son buenas; si no, tenemos un problema”, sentenció.
En otro orden, dijo que el rol de los migrantes en este sentido es “potencialmente muy importante”, porque “los inmigrantes que Uruguay está recibiendo tienen un nivel educativo muy por encima del promedio y además son una oportunidad de rejuvenecer la estructura de edad”. Sin embargo, también observó que estas corrientes migratorias “tienen mucho de coyuntural”. “Ojalá se mantengan, pero en principio hay motivos para pensar que no va a ser así, porque Uruguay no ha sido históricamente un gran receptor de migrantes. Es una oportunidad y el país tiene que avanzar en ofrecer las mejores condiciones para ellos y para que se incorporen rápidamente al mercado de trabajo, pero la realidad es que son unos pocos miles y nada asegura que sean permanentes”, opinó.
Una vez construidos los escenarios de la demanda de trabajo a 2050, se van a cruzar con los de oferta para ver “cuál sería el desempleo estructural en ese contexto, determinar cuál es el escenario deseado y ver qué pueden hacer las políticas públicas para ir en ese sentido”.