El fenómeno de la automatización está lleno de matices en cuanto a sus efectos sobre el empleo. Así lo establecía un informe de la Dirección de Planificación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) en el marco de una mirada prospectiva a 2050. Sobre este tema intercambiaron autoridades, el viernes en la diaria, en una convocatoria del Día del Futuro.

“La característica de este período es la automatización, que tiene que ver con cómo las tecnologías de la información –uno de los ejes fundamentales del desarrollo tecnológico– afectan la forma de producir”, expresó el economista, docente y encargado de la Dirección de Planificación de la OPP, Fernando Isabella, quien además aseguró que el fenómeno no es nuevo pero se ha intensificado en los últimos años.

En este sentido, el director general del Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop), Eduardo Pereyra, consideró que no hay que “ver los procesos de cambios y de transformación en el trabajo de manera apocalíptica como muchas veces se nos presenta”. Comentó que desde el Inefop se toma este fenómeno como un “desafío” porque “supone [crear] estrategias de inversión en términos educativos”, y señaló que la transformación que tuvo lugar en los últimos años buscó responder con “mayor agilidad” a las demandas del mercado laboral. Para Pereyra, “es una herramienta que responde a una estrategia del país para insertarse en la región con un modelo de captación de inversiones que genere trabajo de calidad”.

La OPP estudió el “riesgo de automatización” asociado a la probabilidad de que, en el futuro cercano, haya trabajos que desaparezcan como consecuencia del impacto tecnológico. Se hicieron encuestas a desempleados en Uruguay entre los años 2000 y 2016 que determinaron que la mayoría tenía trabajos “fácilmente automatizables”, es decir, manuales y rutinarios. Este análisis dio cuenta de un estrecho vínculo entre la automatización y el nivel educativo de los trabajadores, ya que las tareas menos sustituibles por la tecnología son las “cognitivas no rutinarias”, es decir, actividades para las que es necesario el razonamiento abstracto –cognitivas analíticas– o que involucran el trato con otras personas –cognitivas interpersonales–. “Las que requieren un nivel educativo más alto”, explicó Isabella. Al respecto, sostuvo que en términos generales, para aquellos cuyo nivel educativo es secundaria completa el riesgo de automatización es “casi constante”, y señaló que contar con un año de educación terciaria genera “una diferencia sustancial”.

Por su parte, la socióloga Viviana Martínez, coordinadora del portal de oportunidades laborales para servicios globales Smart Talent, del instituto Uruguay XXI, dijo que las actividades cognitivas no rutinarias son las que deben desarrollarse para que el país se posicione como “exportador de servicios no tradicionales”, sector que requiere la participación de personas con “determinadas competencias”. Son servicios en los que “el corazón es el talento”, ilustró.

Tanto Isabella como Martínez resaltaron la importancia de alfabetizar en tecnologías de la información, más allá del área de estudio y del tipo de trabajo. “Es una necesidad general para todos. No importa la tarea ni el sector: entender cómo funciona la maquinaria y la tecnología es fundamental, porque uno va a interactuar con la tecnología en cualquier ámbito”, afirmó el economista, quien consideró que “hoy en día las tecnologías cumplen el mismo papel que aprender a leer y escribir a fines del siglo XIX”. En tanto, la socióloga señaló que el principal desafío es que “todos finalicen bachillerato”, pero en este aspecto hay que “plantear un nuevo sistema de aprendizaje primero, porque el mundo cambió”. Se debe incorporar “pensamiento de programación, sin importar la carrera: artes, historia, tecnología a futuro. Muchas de las materias de Plan Ceibal van por ahí”, agregó.

“El gran camino”

La educación se planteó como un factor fundamental para afrontar las transformaciones en el mercado laboral. “Si los sectores que van a generar oportunidades de empleo son aquellos que demandan trabajadores de alta calificación, Uruguay tiene el desafío de masificar la educación terciaria”, opinó Isabella. También consideró que el sistema educativo debe “generar habilidades cognitivas, capacidad de investigación y curiosidad”, y evitar la “acumulación de información”. Esto implica el desarrollo de “capacidades blandas” como trabajar en equipo, tener capacidad de comunicación, empatía, liderazgo, negociación; “cosas que las máquinas no pueden hacer”, apuntó.

Sobre este punto, Pereyra manifestó que el modelo de formación dual –“una propuesta más intensa de formación en competencia laboral y habilidades transversales”– impulsado por el Inefop busca cubrir esta demanda. Martínez sostuvo que se trata del “gran camino” que le permite a la persona “acercarse al mercado laboral y conocer las condiciones mínimas: respeto del horario, la puntualidad, la responsabilidad en la tarea, entre otros”, y que “la alfabetización laboral tiene que empezar en la educación secundaria: no hay que esperar a enfrentarse al mercado laboral”.

“Si existe la tendencia a que la tecnología sea cada vez más rápida, va a generar oportunidades y obsolescencia de empleos con la misma velocidad, lo que implicará que las personas cambien muchas veces de empleo a lo largo de su vida. Entonces, la hiperespecialización tubular no puede ser la respuesta; es necesario que la persona tenga una cultura de base amplia que le permita ser flexible, adaptarse, aprender cosas distintas”, señaló Isabella.

“Competitivos en talento”

Martínez sostuvo que “hay algunos sectores, de público conocimiento, que están sufriendo mucho más estas tensiones provocadas por las nuevas tecnologías”. Con el objetivo de afrontar esta realidad, el programa que coordina desarrolló estrategias para presentar a Uruguay como “locación de servicios” no tradicionales: aquellos que refieren a tecnologías de la información y constituyen “servicios profesionales exportables a cualquier parte del mundo”. Según la socióloga, estas verticales de negocio están creciendo rápidamente en el mundo por su mayor resiliencia a las crisis; por eso es importante que Uruguay apueste a su desarrollo, además de intentar atraer más inversiones.

En esa línea, desde Uruguay XXI se hizo referencia a las condiciones necesarias para que el país sea realmente competitivo: qué implica exportar servicios no tradicionales, qué tipos de empresas hay y qué tipo de personas se necesitan. Se creó una guía de puestos para entender qué tipo de tareas, habilidades y formación requieren esos trabajos y, al comparar esta sistematización con la información disponible, se concluyó que “es competitivo en calidad y no en cantidad”. “Lo dicen quienes vienen a comprar o se instalan aquí: somos muy competitivos en talento”, contó Martínez. “Con pocas personas podemos hacer la diferencia en el negocio que significa escalar, no en hacer lo que es automatizable”, agregó. Consideró que Uruguay debería “apostar a agregar valor a las empresas con conocimiento”.

Infinitas respuestas

¿Cómo afectará la automatización a las oportunidades laborales? No existe una única respuesta a esta pregunta, pero pueden anticiparse algunos elementos. Isabella explicó que en otro estudio prospectivo de la OPP se hizo una serie de entrevistas y talleres con expertos para establecer “hipótesis de crecimiento de la demanda” laboral de los sectores en los próximos 30 años. De esta manera se determinó que el sector de los servicios públicos –salud, educación y cuidados, en particular– y el de transversales tecnológicas y organizacionales –informática, servicios a empresas, telecomunicaciones, electricidad– generarán empleo con un crecimiento de 1,4% y 3,2%, en cada caso. No obstante, se prevé que el resto de los sectores no genere empleo o se produzcan pérdidas de puestos de trabajo.

“En todos estos temas les va la vida a muchas personas. En el acierto o en el error, hay mucha gente en el medio”, consideró Pereyra ante la disyuntiva entre mantener puestos de trabajo y pensar en la transformación del empleo. Isabella comentó que es “natural” que algunos sectores pierdan empleos e incluso desaparezcan, al tiempo que otros generan puestos de trabajo, porque las estructuras productivas cambian. “A largo plazo, es la forma de lograr un desarrollo sostenible porque cambian nuestros hábitos de consumo y porque la tecnología vuelve obsoletas algunas cosas. En la mirada de corto plazo es natural tener el reflejo de querer conservar lo que hay mientras se genera lo nuevo, pero hay una tensión natural que en realidad es simplemente una cuestión de plazo”, concluyó.